miércoles, 29 de junio de 2022

Caza de citas

 





"Ahora que la clonación humana se ha vuelto posible, que la reproducción ya no necesita del acto sexual, ha quedado aún más claro que ya no puede sostenerse, racionalmente, la reducción de la sexualidad a la reproducción (...)  La erótica católica no ha hecho más que sobrevivirse a sí misma desde finales del siglo XIX, desde el momento en que se constituía una sexología, cuando Freud inventaba el psicoanálisis y los psiquiatras la perversión"

Jean Allouch

("El sexo del amo. El erotismo desde Lacan", Ediciones Literales, Buenos Aires, 2009: 20).

Reproducción: "Goli stol" (Silla desnuda). Playboy Slovenia, 04/2010.

Noticiero retrospectivo

- Héctor Strédel. "Las juventudes de los años 40". 2001, Caracas, 07/07/1987. 

- Luis Buitriago Segura. "¿Cómo y por qué nos endeudamos?" (III). Entrevista a Abdón Vivas Terán. El Nacional, Caracas, 29/09/83.

- Rafael José Cortéz, en defensa del XV Pleno, contrariando las ideas de Teodoro Petkoff. Tribuna Popular, Caracas,  21/05/70. 

- Francisco Olivares entrevista a  Henry López Sisco. El Universal, Caracas, 14/03/99.

- Luz Machado. "Poetas africanos contemporáneos".  El Nacional, Caracas,17/09/77.

Reproducción: Rosa Virginia Chacín. Momento, Caracas, nr. 518 del 19/06/1966.

Aula hermética

¿POR QUÉ HAY QUE DEFENDER LA LIBERTAD ACADÉMICA

Los dos objetivos modernos de la educación superior –formar estudiantes críticos y contribuir al bien común de la nación– siempre han estado en conflicto. ¿Puede la libertad académica ser el camino idóneo para resolverlo?

Catherine Andrews

La universidad moderna nació como parte de la construcción del Estado-nación durante el siglo XIX. Generalmente se señala a Wilhelm von Humboldt –hermano del viajero Alexander y fundador de la Universidad de Berlín (1810)– como el diseñador del primer proyecto universitario. El objetivo de la universidad humboldtiana fue formar estudiantes comprometidos con el avance del conocimiento, pero con una cultura nacional compartida, expertos en lengua, literatura, geografía e historia alemanas. En otras palabras, la universidad debía educar y forjar la patria a la vez.

De manera similar, los primeros Estados-naciones en Hispanoamérica consideraron la educación pública como una prioridad para crear una ciudadanía educada, capaz de participar en el nuevo sistema de gobierno representativo. En un primer momento, los gobernantes creyeron que la Iglesia católica –que había fundado las primeras universidades y operado todas las escuelas durante el periodo colonial– sería un buen aliado en esta tarea. No obstante, para fines del siglo XIX la Iglesia se había convertido en fuerte oponente al liberalismo político, como atestigua el caso de México. Los gobiernos liberales latinoamericanos, por ende, promovieron la secularización de la educación y la fundación de universidades públicas administradas por el Estado. En México, el gobierno de Benito Juárez fundó la Escuela Nacional Preparatoria en 1867. La administración de Porfirio Díaz estableció la Universidad Nacional en 1910 para reemplazar a la Real y Pontificia Universidad de México. Se esperaba que tanto la ENP como la Universidad Nacional cumplieran con propósitos muy similares a los que Humboldt imaginó para la Universidad de Berlín: la formación de ciudadanos capacitados y comprometidos con la nación.

Como bien observa Joan W. Scott en su libro Knowledge, power, and academic freedom, 1 siempre ha habido tensión entre los dos objetivos del proyecto universitario moderno. Por un lado, formar estudiantes en el quehacer académico requiere potenciar capacidades críticas, herramientas de análisis y habilidades para armar y redactar ensayos. La academia es una comunidad disciplinaria que opera bajo reglas, métodos y estándares comunes que juzgan la calidad, pertinencia y aportaciones de un argumento, proyecto o texto con referencia a este marco disciplinario. Su fin último es la interrogación, la investigación y la crítica de la evidencia en búsqueda de novedades que permitan avanzar en el conocimiento.

Por otro lado, la universidad pública es financiada por el Estado, el cual espera que la investigación y la docencia universitarias contribuyan al bien común de la nación. Los productos académicos, desde esta perspectiva, deben aportar algo tangible a la ciudadanía, a las instituciones del Estado y a la política pública. En consecuencia, el Estado suele buscar incidir en la docencia y la investigación académicas con el fin de asegurarse de que el dinero invertido produzca los resultados que considera necesarios. Las universidades se vuelven entonces espacios políticos en donde se discute tanto la naturaleza de las contribuciones que los universitarios deben ofrecer a la sociedad, como la definición del bien común nacional.

Las tensiones entre uno y otro objetivo han sido resueltas de diferentes maneras en la historia contemporánea. En una conferencia sobre la libertad académica dictada en 1991, Identity, authority, and freedom: The potentate and the traveler, Edward W. Said explica que los gobiernos poscoloniales árabes, en países como Argelia y Egipto, concibieron a las universidades recién inauguradas como “extensiones” del Estado. Después de tantos años de vivir bajo los mandos imperiales inglés, francés y otomano, los nuevos gobernantes persiguieron una política nacionalista reivindicadora de la cultura árabe que rápidamente confundieron con la defensa de sus propias políticas e ideales. Como mantenían un control político directo sobre las universidades, los gobiernos consideraban al personal académico y administrativo como servidores públicos para beneplácito del gobierno en turno. Como consecuencia, “los criterios de promoción y nombramiento de empleados fueron la conformidad política en lugar de la excelencia académica”. En un ambiente de sospecha y miedo alimentado por la Guerra Fría y el conflicto árabe-israelí, el control político llevó a la adopción de prácticas represivas, hasta que “el nacionalismo en la universidad dejó de representar la libertad y sí el acomodamiento, la precaución y el miedo en lugar de la brillantez y la osadía, la autopreservación en lugar del avance de conocimiento”. A juicio de Said, para entonces, el resultado fue la subordinación de la academia a los partidos gobernantes y la supresión de la vida intelectual universitaria.

En América Latina los gobiernos del siglo XX también estuvieron tentados a usar las universidades para promover sus ideologías predilectas y sus propias versiones del nacionalismo. Los gobiernos posrevolucionarios mexicanos, por ejemplo, quisieron que la educación en todos sus niveles formara al estudiantado de acuerdo con el discurso nacional-revolucionario para respetar y promover los ideales que, según los revolucionarios, habían motivado su lucha a partir de 1910. Como es muy sabido, durante su sexenio, Lázaro Cárdenas reformó la Constitución para indicar que la educación pública debía ser socialista. Aunque esta reforma fue desechada por su sucesor, los gobiernos priistas posteriores se empeñaron en incorporar y mantener al profesorado y estudiantado universitario dentro de las redes corporativas del partido. Como denuncia Said para el mundo árabe, esta situación propició el reconocimiento de “la conformidad política en lugar de la excelencia académica”.

En este contexto, se desarrolló el concepto de autonomía universitaria 2 que se defendió como la mejor manera de regular la relación entre el Estado y la universidad. La autonomía universitaria supone tres elementos clave: un gobierno universitario independiente de la tutela de la Secretaría de Educación u otra dependencia estatal, la participación del estudiantado y el profesorado en los cuerpos de gobierno y el respeto a la libertad de investigación y cátedra dentro de la universidad. Este modelo se popularizó entre las universidades públicas estatales después de la publicación de la Ley Orgánica de la Universidad Nacional en 1945, aunque algunas –como la Universidad de Guadalajara– no obtuvieron la autonomía hasta 1990. Otras instituciones públicas de educación superior, como el Instituto Politécnico Nacional o los 31 centros públicos vinculados al Conacyt, nunca la consiguieron.

Mientras tanto, en Estados Unidos, el profesorado se ha defendido de la intromisión externa apelando al concepto de la libertad académica, que incorpora las libertades de cátedra e investigación, así como el principio del autogobierno. En una “Declaración de Principios” publicada en 1915, la Asociación de Profesores Universitarios señaló que estas libertades eran fundamentales para asegurar que la universidad cumpliera con sus objetivos educativos e investigativos. Solo la garantía de la “imparcialidad” del profesorado podría inspirar la confianza pública y gubernamental en la labor universitaria. En un primer momento, la asociación se protegió de los intentos de los grandes donadores de las universidades privadas de interferir en los currículos y los nombramientos del profesorado. No obstante, después de la Segunda Guerra Mundial, la persecución política de comunistas y socialistas promovida por el senador republicano Joseph McCarthy llegó también a las universidades y escuelas públicas. Durante el gobierno de Trump, y actualmente en estados gobernados por el Partido Republicano, como Florida y Texas, se hostiga políticamente la enseñanza de la teoría crítica de raza y los estudios de género.

De la situación histórica aquí expuesta emanan preguntas ineludibles: ¿Por qué las comunidades académicas quieren libertad académica o autonomía universitaria? ¿Por qué plantean que la intromisión del Estado (o de intereses privados) es nociva para la educación? Said nos ha bosquejado una respuesta preliminar: tratar a las instituciones de educación superior como si fueran dependencias gubernamentales termina privilegiando la conformidad y las lealtades políticas sobre la excelencia académica. Es decir, lleva a la universidad a la mediocridad, lo que resta legitimidad a su docencia y su investigación. Como observa la Asociación de Profesores Universitarios estadounidense, un(a) estudiante que considera que su profesor(a) no tiene criterio académico propio no lo o la respetará y no querrá estudiar con él o ella. Asimismo, priorizar la conformidad política a la hora de realizar la investigación significará que las aportaciones académicas –sean en calidad de asesoría o análisis– que la universidad ofrece a la sociedad y al gobierno no solo serán sesgadas ideológicamente, sino que serán de dudosa utilidad para la solución de los grandes problemas nacionales.

No obstante, esta respuesta preliminar requiere más explicación. ¿Quién define la excelencia académica? ¿Por qué sostener que los sesgos ideológicos son perjudiciales para la investigación? ¿No tienen todos los investigadores e investigadoras preferencias políticas? En fin, ¿no es la insistencia en la libertad académica una simple medida de defensa por parte de comunidades académicas que se adopta solo cuando la interferencia desde el Estado viene de gobiernos cuya ideología política es contraria a la suya? Todas estas preguntas han sido articuladas por varias personas en los últimos meses en el contexto de la imposición ilegal de un nuevo director general del cide por parte del Conacyt.

Para responder a estas preguntas hay que regresar al libro de Joan W. Scott citado líneas arriba. Las comunidades académicas son disciplinarias en el sentido de que operan de acuerdo con normas y metodologías aceptadas por sus integrantes. Por tanto, la excelencia académica se define con referencia a este marco disciplinario. Aunque todas las disciplinas han desarrollado sus propias prácticas, el denominador común es la insistencia en el pensamiento crítico como motor de la investigación. Pensar críticamente significa cuestionar todo, sobre todo los argumentos de autoridad: sean religiosos o morales en boca del líder espiritual, sean políticos de un presidente o de una mayoría parlamentaria, sea el consenso aceptado de expertos académicos en un tema. Las preguntas siempre tienen que ver con las bases para creer que alguna idea o hipótesis es sustentable o no. En otras palabras, si hay evidencia documental u oral, cuantitativa o cualitativa, que sugiera que el argumento propuesto ofrece una interpretación convincente.

Desde el pensamiento crítico no se puede asegurar que toda opinión es igualmente válida ni que una interpretación debe adoptarse porque la sustenta alguien en particular. La opinión legítima se sostiene debidamente con referencia en la evidencia disponible; y si las pruebas contradicen el dicho de una autoridad estas se tienen que presentar. Excluir deliberadamente alguna evidencia, ignorar las preguntas bien fundadas sobre las bases de un argumento o apelar a una autoridad como prueba única son prácticas que limitan la investigación y obstaculizan la comprensión de un tema. Por esta razón perjudican al trabajo académico y lo vuelven inútil tanto para los objetivos exclusivamente académicos como para los de índole política y estatal que deberían traducirse en beneficio de la sociedad. No se trata solo de la libertad para el pensamiento crítico, sino también de la definición más certera de este concepto. No puede haber libertad si no se puede cuestionar todo.

Claro que la metodología crítica no es infalible ni sus practicantes siempre la realizan con éxito. Uno de los más famosos defensores históricos del pensamiento crítico, Immanuel Kant, argumentaba que la ilustración occidental podría entenderse a través de la frase Sapere aude, “¡Atrévete a pensar por ti mismo!”. Pero, al mismo tiempo, no tenía inconveniente en aceptar ideas sobre la inferioridad innata de hombres no blancos (por un tiempo) y las mujeres de todos los colores (toda su vida), a pesar de que, en la época en que escribió, no faltaban voces que señalaban los problemas con estas ideas: el marqués de Condorcet y Mary Wollstonecraft, entre ellos. De hecho, cualquier revisión de los debates intelectuales del siglo xviii revela que el compromiso ilustrado con “el uso público de la razón” muchas veces conllevaba la convicción de que solo algunas personas debieran tener esta facultad, mientras que otras debieran dedicarse a tareas más afines con sus capacidades intelectuales.

No obstante, una formación en el pensamiento crítico siempre abre nuevas posibilidades. Es cierto que Kant, como muchos ilustrados, no reconocía que sus ideas sobre las mujeres eran dogmáticas y carentes de sustento empírico; y es verdad que los imperialistas europeos y estadounidenses de los siglos XIX y XX desarrollaron sus teorías raciales para justificar en lugar de explicar el colonialismo rapaz. Pero la formación en la práctica de pensar críticamente proporciona las herramientas a las sociedades para cuestionar los dogmas patriarcales e imperiales. No es una coincidencia que las primeras feministas en todas partes del mundo insistieran en la educación de las mujeres como el primer paso hacia su emancipación. La feminista afroamericana bell hooks planteaba que “la educación es la práctica de la libertad” precisamente porque nos ofrece la posibilidad de “conocer más allá de las fronteras de lo aceptable”. 3  Como puede atestiguar cualquier historiadora, no hay nada más liberador que aprender que las normas culturales (o cualquier otra cosa) actualmente aceptadas como naturales e inamovibles en nuestras sociedades son productos históricos en continua evolución. Al interrogarnos acerca de los porqués y para qués de dicha evolución en la historia, adquirimos conciencia del mundo de posibilidades no transitadas, pero todavía alcanzables, para nuestros futuros.

En resumen, como argumenta Gayatri Spivak en Thinking academic freedom in gendered post-coloniality, la libertad académica debe entenderse como el proceso de pensar críticamente. Como resultado, es un medio, un vehículo para interrogar nuestra realidad, en lugar de ser “un derecho formal inenajenable”. De ahí que el papel de cualquier gobierno democrático frente a la universidad, y, sobre todo, para uno que quiera avanzar en la justicia epistemológica y social, no es moldear la educación pública para alinear a la ciudadanía con sus acciones ni para que los académicos y las académicas investiguen los temas de su preferencia. El reto es cómo establecer las condiciones para que la libertad académica y el pensamiento crítico estén al alcance de las personas más allá de los muros de la universidad. Hay mucha investigación científica al respecto que puede servir para entender este reto. Por lo pronto, el primer paso ha de ser el de respetar la libertad académica y el pensamiento crítico dentro de las instituciones de educación superior. 

01/06/2022:

https://letraslibres.com/revista/por-que-hay-que-defender-la-libertad-academica/

Directiva nr. 45

STALINGRADO: EL INVIERNO QUE COMENZÓ EN VERANO 

Carlos Balladares Castillo  

En nuestro artículo sobre el avance del Afrika Korps del mariscal Erwin Rommel, publicado hace dos semanas, explicamos el plan de Adolf Hitler para “ganar” la Segunda Guerra Mundial en 1942. La clave estaría en capturar los pozos petroleros que abastecían al Reino Unido y la Unión Soviética. El “Zorro del Desierto” ya había iniciado su avance en dirección a los primeros, y para el 28 de junio la ofensiva de verano u “Operación Fall Blau” (caso azul, Directiva N° 41 del 5 de abril) iba por los segundos. El Cáucaso era la lejana y gran meta donde se pretendía el control de 92% del combustible de Rusia (según los informes que manejaba el Führer), pero también detener el tránsito a través del Volga. Dos objetivos estratégicos se lograrían: obtener el combustible que tanto necesitaban las armas del Reich e impedir el acceso del mismo a la URSS, junto a los recursos de los Aliados que le llegaban desde Irán.

La primera vez que escuché sobre este plan fue de manera indirecta, y creo que es la experiencia de la inmensa mayoría de las personas. La memoria de la humanidad, acostumbrada a los récords, sabe el nombre de la ciudad donde ocurrió la mayor batalla de la historia (si usamos el criterio de número de bajas) pero no la ofensiva que le dio origen. Yo me había propuesto al comenzar la adolescencia el conocer mejor lo que había visto de manera segmentada en diversas películas y series de la Segunda Guerra Mundial. La oportunidad me la ofreció la serie The World at War (Jeremy Isaacs, 1973-1974) con 26 capítulos de 40 minutos cada uno y transmitida con gran regularidad a lo largo de más de 20 años por Venezolana de Televisión (canal 8). La esperaba todos los días con la misma emoción que sentía en mi niñez por cada nuevo capítulo de mis anime favoritos. Es en el noveno episodio titulado “Stalingrado (junio 1942 – febrero 1943)” en el que se explica Fall Blau, pero la mayor atención está en la gran batalla a las orillas del Volga, de allí su título. No es la única excepción porque en Youtube se puede ver cómo este esquema se repite en los documentales clásicos pero también en los nuevos que han elaborado los numerosos youtubers sobre la Segunda Guerra Mundial o historia militar.

Es muy probable que la perspectiva de explicar la ofensiva de verano dando mayor importancia a Stalingrado fue iniciada por sir Winston Churchill -¡una vez más estableciendo las líneas historiográficas de la Segunda Guerra Mundial!-, en su obra La Segunda Guerra Mundial (1948-1956). Dedica buena parte de los capítulos que comprenden el año 1942 a los contactos y encuentros con las máximas autoridades de  Estados Unidos y la Unión Soviética, junto a los Frentes del Desierto y el Pacífico, dejando para febrero de 1943 el análisis de la campaña que terminaría con la Batalla de Stalingrado. Al comenzar reconoce la demora y dice “ha llegado el momento de narrar la magnífica y decisiva lucha de los ejércitos rusos”, para después afirmar que “al principio todo salió bastante de acuerdo con el plan, aunque no al ritmo que estaba previsto”, logrando bordear el Don pero alcanzar un solo campo petrolero: Maikop (que estaba destruido). Hitler ante la resistencia de Stalingrado desviaría tropas del Cáucaso que era el objetivo central de Fall Blau, generando el desastre (“Capítulo XXI. Turquía, Stalingrado y Túnez” del “Libro III. La Gran Alianza”).

Al comenzar la ofensiva en julio, los soviéticos fueron sorprendidos una vez más, porque Stalin la esperaba en dirección a Moscú; a pesar de ello no cayeron en la trampa de ser cercados como les ocurrió al inicio de la “Operación Barbarroja” el año anterior. Al no poder detener a los alemanes huían siguiendo la política de tierra arrasada evitando el cierre de “las pinzas” de las divisiones Panzer. La lección fue aprendida, pero a finales de julio algo cambió para ambos jefes totalitarios. Una vez más Hitler modificaba los planes a medida que se desarrollaban, sin importar las advertencias del Alto Mando.

El 23 de julio establece la Directiva N° 45 que cambiaría la historia. En la N° 41 los Ejércitos que tenían como objetivo el Volga no consideraban la captura de Stalingrado sino proteger el flanco izquierdo de la operación principal: la toma del petróleo en el Cáucaso; ahora en la N° 45 era: “Aplastar las fuerzas enemigas concentradas en Stalingrado y ocupar la ciudad”. Stalin por su parte con la Orden N° 227 abandona la táctica de ceder terreno y ordena “ni un paso atrás”, y si alguno se atreve a rendirse sería tratado como traidor y por tanto fusilado. Para el Führer la toma de dicha ciudad generaría un efecto moral devastador (“4 de julio de 1941” en: H. R. Trevor-Roper, 2008, Hitler’s Table Talk 1941-44. His Private Conversations).

La lógica inicial del plan parecía perfecta salvo por unos cuantos detalles muy importantes: las distancias y los obstáculos geográficos agravarían los problemas logísticos; y la recuperación de la producción de armamentos soviéticos era ya un hecho, por no hablar del apoyo de los Aliados angloestadounidenses y el coraje del pueblo ruso. El Frente Oriental lo retomaremos a principios de agosto, aunque la semana que viene trataremos los convoyes de ayuda que recorrían el Ártico.

Gráfica: https://blogs.20minutos.es/la-claqueta-de-la-historia/2021/06/25/cine-historico-para-el-finde-stalingrado/

29/06/2022:

https://www.elnacional.com/opinion/stalingrado-el-invierno-que-comenzo-en-verano/

La desigualdad y sus balances

EL FANTASMA DE LAS ÉLITES

El sentimiento político de nuestro tiempo es el odio a las élites. Los Estados deben disponer de recursos para dividir el poder de sus grupos dominantes. Si las élites parecen inamovibles y ensimismadas, la democracia corre peligro.

Víctor Lapuente (*)

Para muchos, un fantasma recorre Europa (y Occidente en general): el fantasma de las élites. Y es que, más que corpóreas, las élites que atemorizan a nuestras ciudadanías son espectrales: a diferencia del pasado, cuesta identificarlas. Quizás por eso nos dan tanto miedo.

Pertenecer a la élite no da más rendimiento hoy que en otros momentos de la historia, pero sí genera más resentimiento que nunca. Es curioso, porque, para empezar, es difícil saber en la actualidad quién pertenece a la élite. No llevan togas purpuradas ni sotanas ni van a caballo con espadas al cinto, como ocurría en las sociedades tradicionales. Pero es que las élites tampoco están tan definidas como en las economías industriales que hemos conocido hasta hace pocos años. Y no es que los millonarios ahora vistan bermudas y camiseta en lugar de traje y corbata. Es que la complejidad socioeconómica ha fragmentado en cientos, miles, de categorías laborales lo que antaño fue la distinción entre patrones y obreros. Ya no hay una o dos jerarquías inamovibles. Las grandes pirámides sociales, en cuya cúspide se aposentaban unas élites muy definidas, han desaparecido. Sin embargo, en la historia reciente de las democracias nunca el sentimiento antielitista ha estado tan extendido. Cuando más difusas y fantasmagóricas son las jerarquías sociales, más terrores nos despiertan.

Durante décadas, había una estrecha coincidencia entre élite económica y cultural. Las personas con estudios superiores tenían claramente más ingresos. De hecho, el crecimiento de la desigualdad hasta más o menos el año 2000 quedaría explicado porque los graduados universitarios cobraban cada vez más que aquellas personas que solo tenían la educación obligatoria. Pero, como señala Paul Krugman, la desigualdad ha seguido aumentando desde principios de siglo a pesar de que el premio por ir a la universidad apenas se ha modificado. De hecho, muchos estadounidenses con educación superior han perdido poder adquisitivo.

Otra señal de que las élites se han vuelto líquidas es su desintegración política. Durante el consenso de posguerra y hasta la crisis financiera de 2008, los partidos de derechas se nutrían de los votantes con mayor nivel educativo y más ingresos. La CDU-CSU en Alemania, los tories en el Reino Unido, la democracia cristiana en Italia, los Moderados en Suecia o Republicanos en Estados Unidos eran los partidos de los patricios frente a unas formaciones políticas de izquierdas –SPD, laboristas, socialistas, socialdemócratas o demócratas– que recogían el voto plebeyo, las personas con menos dinero y menos educación. Pero esta identificación se rompió hace más de una década. Los partidos de derechas se mantienen como los partidos de los ricos, pero ya no lo son de las personas con mayor nivel educativo. Quien tiene dinero vota a la derecha, aunque hay ya algunas excepciones notables, como Italia, o parciales, como Estados Unidos. Y, quien tiene estudios, hoy vota a la izquierda. Esto ya no va de patricios contra plebeyos, sino de patricios económicos (la derecha) contra patricios educativos (la izquierda).

La descomposición de las élites ha venido paradójicamente acompañada de una mayor presencia de las élites en la discusión pública. El sentimiento político de nuestro tiempo es el odio a las élites. Y es la fuerza motriz de los movimientos populistas que sacuden a las democracias de todo el planeta. Inicialmente, los populismos más exitosos eran de izquierdas, como Syriza en Grecia o Podemos en España. Pero, como en los años treinta del siglo pasado, cuando fascistas y nacionalsocialistas acabaron imponiéndose en las democracias occidentales a los comunistas, los populismos que han acabado triunfando han sido los de derechas.

Los partidos de la llamada derecha radical o nacional-populista cosechan más del 50% de los votos en Polonia y Hungría, más del 20% en Eslovenia, Letonia, Italia o Francia, y más del 15% (y con perspectivas de crecer) en Suecia, Finlandia o España. Por no hablar de los dos grandes hitos del nacional-populismo de Occidente en esta década: la victoria del Brexit en el Reino Unido y de Donald Trump en Estados Unidos en 2016. Estos son dos casos paradigmáticos de cómo una protesta que se inició sobre todo contra las élites financieras, responsables de la crisis de 2008, y que llevó al Occupy Wall Streeto Occupy London, se fue tornando en una impugnación contra las élites urbanas y educadas, que desembocó en el triunfo político del UKIP–movimiento que transformó al Partido Conservador británico, el más antiguo y con más solera de las democracias modernas, en un animal político fervientemente populista– y del Tea Partyy el trumpismo –que ha parasitado al Partido Republicano en Estados Unidos, convirtiéndolo en un sombra siniestra del que fuera el partido de Abraham Lincoln. Una sombra enorme, y que posiblemente crecerá en las elecciones de noviembre.

Aunque pocos ejemplos ilustran mejor el viaje de izquierda a derecha que ha hecho el antielitismo que España: del 15m al “Vox siembra”. De la ciudad al campo. La extrema derecha se ha llevado el descontento al huerto. Los populismos de izquierdas –tanto Podemos a nivel nacional como el independentismo de izquierdas en las periferias– mecen el árbol del odio a las élites tras la Gran Recesión, pero quienes recogen las nueces son los de derechas: Vox roza el 20% de los sufragios en todos los comicios y, en Cataluña, el separatismo irredento está dominado por la derecha que representan Junts y Puigdemont.

Este cambio tiene una explicación biológica de fondo. La evolución nos programó para responder a los miedos de forma tribal. La manera de sobrevivir en la sabana, frente a ataques de depredadores u otras tribus, era arrimarte a los tuyos. Con lo que nuestros cerebros vienen con un interruptor de serie: si alguien nos mete el miedo (por ejemplo, a unas élites hostiles), se nos activa ese tribalismo irracional, identificándonos con los “nuestros”, despreciando a los “otros”, y entregándonos a un líder fuerte. Resulta irónico que los urdidores de las nuevas izquierdas que surgieron al calor del 15m, conocedores muchos de ellos de estas dinámicas, corrieran a pulsar los interruptores tribales de los ciudadanos.

Es cierto que, recientemente, la desigualdad ha crecido dentro de muchos países. Entre países, las naciones pobres se han acercado a las ricas. Pero, dentro de nuestras sociedades, ha crecido la brecha entre los más y menos favorecidos en términos de ingresos. Cuando los escalones –en la jerarquía económica– se vuelven más altos, aumenta la competición por el estatus social. Pero el problema no es que los escalones se hayan vuelto más infranqueables objetivamente –de hecho, no está claro que la movilidad intergeneracional haya disminuido–, sino que son vistos como más infranqueables. La evidencia en psicología indica que, cuando a los sujetos de un estudio se les dice que la desigualdad ha aumentado, tienden a adoptar actitudes más irracionales, autoritarias y de extrema derecha.

Eso es lo que ha ocurrido: las percepciones sobre los abusos de las élites, ciertos o no, se han extendido por todo el mundo. De Líbano a Bolivia y Chile, pasando por Francia o Estados Unidos, la desigualdad objetiva en 2019 no difería de la existente una década antes, pero en esos y otros países se produjo una movilización de las percepciones ciudadanas que alimentó protestas y revueltas antielitistas. Según el experto en psicología política Michael Bang Petersen, esta agitación está facilitada por tres recursos muy abundantes en nuestros tiempos. En primer lugar, la moralización del discurso. Hemos sustituido los debates factuales con nuestros adversarios por la estrategia de descalificar su postura como inmoral. Un estudio que analiza el léxico en los libros publicados, de ensayo y ficción, descubrió que, desde aproximadamente 1980, el lenguaje se ha vuelto menos racional, con menos palabras ligadas a las argumentaciones basadas en hechos, como “determinar” o “conclusión”, y más términos con carga emocional, como “sentir” o “creer”. Segundo, las redes sociales y medios online permiten compartir más rumores que en el pasado, azuzando el pensamiento conspirativo y tribal. Y, tercero, han proliferado emprendedores del descontento, que se aprovechan de la crisis de las viejas instituciones de intermediación, como los medios de comunicación tradicionales y los partidos, y se encumbran con mensajes más directos e inmediatos.

Ante este diagnóstico, ¿qué podemos hacer? Dada la naturaleza parcialmente subjetiva del problema, impregnado de prejuicios y estereotipos, el primer paso sería que todos los ciudadanos nos demos un baño de realidad. Que interioricemos que las élites son inevitables. Como recuerda la economista Deirdre McCloskey, no ha habido civilización en el planeta sin algún tipo de desigualdad. Lo cual no quiere decir que debamos tolerar una desigualdad extrema o una surgida del robo o la coerción. Pero, desde los inicios de las democracias modernas, que implicaban una igualdad política, la aceptación de (cierta) desigualdad ha sido difícil de digerir para muchos. Los trabajos de Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Robert Michels, que teorizaron sobre la inexorabilidad de las élites en los albores de la democracia en Europa, resultaron incómodos para sus contemporáneos. Pero si, por ejemplo, hubiéramos tenido más presente la “ley de hierro de la oligarquía” de Michels, según la cual toda organización democrática acaba ineludiblemente en manos de una oligarquía tanto por necesidades tácticas como técnicas, no nos habría sorprendido tanto la transformación de movimientos inicialmente asamblearios, como Podemos, en disciplinadas jerarquías controladas por el líder. La paradoja de pasar de los círculos de Podemos a la pirámide de Unidas Podemos.

El segundo paso sería que intelectuales y científicos sociales nos enfrascáramos más en el análisis de datos sobre las élites. Siguiendo el ejemplo de Martin Gilens y Benjamin Page para Estados Unidos, deberíamos examinar su poder efectivo: ¿cuánto poder tienen realmente las élites?, ¿y está creciendo o decreciendo? Gilens y Page observan si la evolución de las opiniones de los ciudadanos estadounidenses –en infinidad de políticas, de la edad de jubilación al aborto, pasando por la posesión de armas o la inmigración– que recogen las encuestas en un periodo determinado se traducen, poco después, en cambios legislativos. Su principal hallazgo es que, si una clara mayoría de estadounidenses ricos –el 10% o el 2% con más ingresos– desea una modificación normativa –la legalización de la marihuana o la eliminación del impuesto de sucesiones–, esta probablemente se llevará a cabo. Esto no sucede con las opiniones de los estadounidenses medios. Por mucho que una inmensa mayoría esté a favor de la política X, la posibilidad de que x se adopte no aumenta significativamente. Quedan muchos interrogantes por contestar. Para empezar, ¿se reproduce este patrón fuera de Estados Unidos? La democracia estadounidense puede estar particularmente dominada por el dinero, dada la financiación privada de las campañas de los políticos. En otro conocido experimento en el que fueron contactados 191 representantes del Congreso, Joshua Kalla y David Broochman mostraron que una organización política cuyos miembros se identificaban como contribuidores a la campaña electoral tenía tres o cuatro veces más probabilidades de conseguir un encuentro con el parlamentario que las que no.

El tercer paso concierne a los políticos, que deben lanzarse al agua con medidas valientes para evitar la concentración de poder en las élites de cualquier ámbito, del sector bancario a la universidad. Desmantelar el excesivo dominio del que unos individuos gozan en un determinado terreno se puede hacer a través de medidas antimonopolio, que, para el erario público, son más baratas que las costosas políticas redistributivas de las que solemos hablar para luchar contra la creciente desigualdad, como dar 120.000 euros a cada ciudadano cuando cumple veinticinco años (la propuesta del economista Thomas Piketty) o una renta básica universal de 1.000 a todas las personas durante toda la vida (la eterna propuesta de muchos idealistas). Estas iniciativas son interesantes y merecen discusión, pero son tremendamente onerosas. Más eficientes son las medidas que intenten romper el poder de las élites –aunque, eso sí, políticamente son más costosas, porque nuestros representantes se enfrentan a los intereses establecidos.

Es por eso que, en cualquier ámbito, desde el teóricamente más altruista mundo de la ciencia y la educación a los teóricamente más avariciosos mercados financieros o de las telecomunicaciones, los gobiernos deben garantizar una continua competencia y evitar la creación de élites oligopólicas. Porque incluso los más fervientes defensores de la libre competencia han sido advertidos, desde Adam Smith, de que los productores de un bien intentarán proteger sus rentas con prácticas monopolísticas. Lo que es menos conocido es que la misma lógica se aplica también a cualquier servicio público, desde una facultad de filosofía a un cuerpo de policía local. En cualquier esfera de interacción hay que buscar medios para evitar que quienes ocupan la cúspide bloqueen el acceso a la misma.

Y esta lógica se debe aplicar con particular fuerza a los poderes públicos. Los Estados deben disponer de resortes automatizados para dividir a sus élites dominantes –ya sean los partidos gobernantes o los cuerpos de funcionarios autónomos– porque, a diferencia de lo que ocurre en el mercado de los teléfonos móviles o los pepinos, en el Estado no hay un “árbitro externo” que vele contra los monopolios. El árbitro es el propio Estado. Con lo que si una élite, como los miembros del partido político en el gobierno, ocupa puestos de responsabilidad en todas las instituciones públicas de relieve, incluyendo los órganos de control formal e informal, como la televisión pública, es muy difícil evitar su enquistamiento. Nadie puede destronar a quien se entroniza en todos los tronos del país. Como destaca uno de los mejores conocedores de la historia política mundial, Francis Fukuyama, la decadencia de todas las grandes civilizaciones, de Egipto a China, pasando por el Imperio otomano, está asociada con la incrustación en las capas dirigentes de una élite que se autorreproduce de forma nepotista y corrupta.

La solución pasa por inyectar dosis elevadas del que, en estos momentos, es probablemente el producto intelectual más denostado en Occidente: la meritocracia. Es decir, normalizar mecanismos que aseguren que los altos cargos de las instituciones públicas estén ocupados por las personas más cualificadas, y no por quienes tienen los contactos políticos o personales adecuados. Es difícil mantener los sistemas meritocráticos, pues incluso los más longevos, como los exámenes para entrar en la administración imperial china, que llegaron a celebrarse durante dos mil años de forma casi consecutiva, acabaron torciéndose, porque muchos mandarines intentaron perpetuar a sus estirpes familiares en el poder. Este dato es interesante, porque mientras solemos hablar de cómo China sigue, o no, la evolución política occidental, olvidamos cómo quizás somos nosotros quienes estamos siguiendo la senda administrativa china, transitando de manera lenta pero segura de la meritocracia al nepotismo. Debemos recordarnos que, si sus élites administrativas se herrumbran, un Estado deja de tomar medidas para dinamizar el desarrollo social, económico y cultural, y el país entero se oxida.

Pero mientras sea posible tener sistemas meritocráticos de acceso a la función pública, generaremos dentro de las administraciones del Estado una competencia entre la élite burocrática, que asciende por meritocracia, y la élite política, elegida por democracia. Cuando ambas élites están equilibradas, y una élite no se impone a la otra, los países tienen mejores resultados en políticas públicas, en desarrollo económico, en estabilidad democrática y en la lucha contra la corrupción, tal y como mostramos Carl Dahlström y servidor en Organizando el Leviatán (Deusto, 2018).

Utilizando la expresión de Fukuyama, el “fin de la historia”, entendido como meta deseable a alcanzar por la humanidad, no es un mundo sin élites, pues eso es imposible, sino un mundo con élites en permanente competición, entre sí y dentro de sí mismas. Si se extiende la percepción de que las élites son monopolios inamovibles, su espectro seguirá atormentando a nuestras democracias. 

(*)  Profesor de ciencia política en la Universidad de Gotemburgo.

ILustración: Guy Billout.

 01/06/2022:

https://letraslibres.com/uncategorized/el-fantasma-de-las-elites/

lunes, 27 de junio de 2022

Ilusión quebradiza

ARTICULACIÓN POLÍTICA Y ARRAIGO SOCIAL

Luis Barragán 

Ilusión quebradiza, infinita e interminablemente quebradiza, frecuentemente sentimos que la política en Venezuela comenzó con Chávez Frías, pasando por debajo de la mesa el efecto devastador de tamaña creencia. Quienes finalmente se apropiaron del poder, desplazando a aquellos que se echaron la parada del ya antiguo febrero, parasitando así el inaudito esfuerzo, no sólo demolieron una mínima tradición de  convivencia, sino un modo de proceder, entender y desempeñar el oficio público, a favor de la improvisación que siempre espera que le rían la gracia, el cinismo prestigiado por sus vivezas y las ajenas, y de la deshonestidad que irradia una perversa pedagogía en la acera oficialista y, no faltaba más,  en la de sus adversarios. 

            El dominio absoluto del presupuesto nacional, unifica tanto o más que el empleo de las armas que juran forzarla, por lo que los sectores de la oposición que apuestan a imitar la consagrada conducta oficial terminan buscando una sociedad imposible con los opresores que mucho bregaron para serlo, o los que exigen una conflagración inmediata, al menos, no demuestran algún talento táctico y estratégico para que todos sobrevivamos al evento.  La política devenida espectáculo crónico,  fundada  en las circunstancias más efímeras, únicamente se sustenta desde la cima del poder capaz de profundizar en las veleidades narcisistas de sus agentes, en contraste con la de aquellos opositores que no dudamos sean tan reales, genuinos y valerosos como los que más, pero les contenta un latoso histrionismo de las redes digitales que conduce a una situación expresada muy bien por un venezolanismo: si no hay leal, no hay lopa.

            Numerosas sus definiciones, infinitas las controversias que suscita, sí de sus partículas elementales tratamos, la política es – ante todo – una experiencia de articulación creciente,  y mal puede decirse que la hacen quienes   la profesan a través de una vulgar secta religiosa, donde cada quien tramita su salvación eterna y hasta busca que le colaboren para lograrlo exclusivamente. Y esto implica a la política concernida por el inquilino atrincherado en Miraflores, como a la del  dirigente que pastorea nubes en la universidad que está perdiendo, desheredados de todas las artes acumuladas de la conducción política que pueden resumirse en la necesidad y la meta deseada de ampliar el campo de todas las coincidencias posibles, en celosa defensa de los valores y principios proclamados.

            Tal articulación jamás tendrá éxito de no alcanzar una básica representación social y hasta institucional, buscando y encontrando una audiencia palpable y sonante de muy distintas maneras, venciendo los obstáculos de un oficialismo que se jura dueño de la voluntad de los que les ha permitido sobrevivir en el país. La política – digamos – cuántica, necesita de un indispensable arraigo social que no es igual al conteo patológico de los seguidores en las redes, por lo que la oposición ha de explicarse y vivenciarse en la profundidad de los estratos  que todavía se resisten al poderoso virus lumpemproletarizador.

            Siendo voz de otras voces, la política también está urgida de una reflexión sobria y permanentemente actualizada que evite, otro ejemplo, el tropiezo y la fatalidad que significó suponer o asegurar que habitábamos un país democrático aun cuando el régimen molía a los pacíficos jóvenes protestatarios que anegaban las calles, malhiriéndolos, asesinándolos o apresándolos, en 2014. De presumir la buena fe, hubo una dirigencia demostrativa de un monumental atraso teórico, como también se nota, ahora mismo, por cierto, en el  otro vecino que no logra explicar el republicanismo o las transformaciones ciudadanas de cara a la realidad cursante, tan orondo al replicar una clase de pregrado para los reporteros que se atreven a pedir una interpretación alternativa.

            De no contar con las principalísimas tareas de la articulación política y del arraigo social, las demás se convertirán en una experiencia esotérica, acaso, redondeando el novísimo modelo de negocios de los alacranes,  constituidos en un aporte universal al neototalitarismo. Por ello, el llamado a todos los cuadros de conducción para que sean tales, reivindicada la política que todavía se la explica como  toda una obviedad en Venezuela.

            Por supuesto,  adelantar una decidida política opositora de múltiples dimensiones, requiere de un valor y de una persistencia admirable, como ciertamente se ha evidenciado en el curso del presente siglo, a pesar de todos los pesares y,  además, como no lo esperaron en La Habana. Tratándose de una experiencia radicalmente humana, todos sentimos miedo ante el cruel régimen, pero no debemos permitir jamás que el enemigo se apodere de él, como nosotros debemos hacerlo con el suyo, parafraseando un poema de Carlos Ochoa que nos acompaña desde que lo leímos la primera vez, bastante tiempo atrás.

18/06/2022:

https://www.elnacional.com/opinion/articulacion-politica-y-arraigo-social/

domingo, 26 de junio de 2022

De una faceta radicalmente humana

DEL OFICIO POLÍTICO Y LA ESPECIALIDAD

Luis Barragán

Forzados a hacerlo periódicamente, aunque sarna con gusto no pica, según la expresión venezolana, surgió del reacomodo de libros y papeles en casa, uno de los títulos que guardamos con gran cariño al representar una etapa lectora de la vida, así como una canción delata alguna remota etapa sentimental.  De título justiciero, diserta el viejo líder gallego para la coincidencia y la discrepancia, como pocos ahora suelen hacerlo, quizá porque la banalidad y el espectáculo se hicieron del oficio, o, siendo lo mismo, la posmodernidad lo ha teñido por completo: “El cañón giratorio. Conversaciones con Eduardo Chamorro” de Manuel Fraga Iribarne (Argos Vergara, Barcelona, 1982).

            Consumado constitucionalista al que le correspondió jugar también roles estelares para abrir y mantener a España en una transición sostenida, el entrevistador lo acusó de tener  el Estado en la cabeza, después de ejercitar la cátedra y publicar varios libros de la especialidad.  No obstante, extendiéndonos en las citas, expresó: “Yo creo que la creación humana en política asciende, más bien, de la dificultad permanente, de que no siempre lo que es real es racional, y de que intentar racionalizar la realidad es una empresa muy difícil  […] Porque pensar que el problema de la relaciones entre el poder civil y el poder militar se arregla con leyes es una equivocación. Se arregla con grandes decisiones políticas, se arregla con el prestigio y con la autoridad” (15, 83).

Siguiendo a Fraga Iribarne, podemos profundizar en el fenómeno militar, dominarlo al extremo,  suscribir los más sesudos ensayos, y elaborar magníficas leyes, siendo lo aconsejable, mas no, lo imprescindible, ya que lo crucial reside en el acierto de las decisiones adoptadas, materia prima irreemplazable de la política y de toda política aún capaz de negarse a sí misma. Por supuesto, existe la tentación de cultivarla como una de las bellas artes, pero no es posible ocultarla como una de las facetas más crudas y radicalmente humanas: aceptarlo, facilita el reto de hacerla éticamente eficaz.  

            Significa que el oficio político tiene una naturaleza que le es muy propia y, a la vez, no está reñida con alguna disciplina que lo complemente, le dé soporte, e, incluso, e permita cubrir un vacío en la sociedad. Así, ciertamente numerosos, recurrimos a un par de ejemplos: Rómulo Betancourt se hizo experto en materia petrolera en el país que no los tenía en los partidos, ni en la opinión pública; y Rafael Caldera lo fue en el derecho del trabajo, en tiempos desconocedores de la misma clase trabajadora.

            Por ello, hoy, hacer la política es también repensarla en el contexto de una sociedad castigada por la ignorancia que deliberadamente irradia el poder establecido, por lo que no entendemos al dirigente que, combatiéndolo, simultáneamente no se entere y denuncie con fundamento, los apagones, porque conoce con determinada profundidad de la industria eléctrica; la inseguridad alimentaria que nos embarga, enterado a fondo del mundo agropecuario; o la violación de los derechos humanos, porque sabe de los derechos fundamentales y sus dimensiones procesales, dentro y fuera del país. Vale decir, el conocimiento al servicio de la acción impostergable que legítima la política, lo políticos y a los políticos.

27/06/2022: 

http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/37483-oficio

Caza de citas

 




La activación del estereotipo depende, entonces, de ía capacidad del lector para construir un esquema abstracto y de su saber enciclopédico, de su doxa, de la cultura en la que está inmerso”

Ruth Amossy -  Anne Herschberg Pierrot

(“Estereotipos y clichés”, EUDEBA, Buenos Aires, 2010: 75)

Ilustración: Etel Adnan. 


Noticiero retrospectivo



- Israel Peña. "Edvar Grieg, semidiós nórdico". El Nacional, Caracas, 06/09/1948.

- Cristóbal Guerra. Entrevista a Trino Mora. El Nacional, 24/08/88. 

- David Morales Bello. "Estado de Derecho y promesa electorales". El Nacional,  08/10/68.

- Ramón Hernández y la generación de 1928. Entrevista Jóvito Villalba. Últimas Noticias, Caracas, 04/02/78. Suplemento Cultural. 

- Orlando Galofre Amador. "El fantasma de la desmilitarización". Entrevista José Machillanda.  El Globo, Caracas, 08/01/98. 

Reproducción: Diputado (URD) Enrique Betancourt y Galíndez. Momento, Caracas, nr. 484 del 24/10/1965.

sábado, 25 de junio de 2022

Del dólar que se devalúa frente a sí mismo

HOY NO FÍO (Y MAÑANA TAMPOCO)

Luis Barragán

Raro fenómeno, en Venezuela el dólar se devalúa frente a sí mismo. Y, cual moneda de curso   legal, las grandes mayorías no tienen acceso a los bienes y servicios indispensables, mientras una extraordinaria minoría quema sus divisas en los locales que arquean nuestra aparente, como artificial, prosperidad.

            En el país del crédito hipotecario y del pago a plazos del mobiliario y los electrodomésticos al despedir el siglo XX, ya hoy no encontramos a quien pedirle prestado.  Para el que tiene un familiar fuera, no alcanza la remesa que tan sacrificadamente le envían, imposibilitada una cuota extraordinaria,  olvidando pronto la infructuosa y desesperada venta de una licuadora o un televisor de vieja marca, porque – simplemente – nadie tiene para comprarlo de segunda o tercera mano por ridículo que sea el precio.

            Conversábamos un amigo y el suscrito, en días pasados, sobre el “fíao” tan acostumbrado y estrictamente lógico de nuestras antiguas bodegas de barrios y urbanizaciones, ya que no todos tenían para pagar de contado y no todos los comerciantes podían prescindir del crédito. De modo que en el país de una baja y establece situación inflacionaria de varias décadas, hubo consumo y comercio sustentables que pocos ya imaginan.

            Claro, sacar ”fíao” no era fácil y, casi, como una entidad bancaria y el rigor de sus requisitos, el aspirante debía con el tiempo demostrar su condición de cliente regular y amistoso capaz de honrar sus iniciales y modestos compromisos de pago hasta avanzar hacia gastos mayores. A veces, podía conseguir el préstamo de cierta cantidad de dinero en el que la palabra, como siempre, era la única garantía, pues, el incumplimiento podía significar la suspensión de todo suministro y el consiguiente desprestigio local del comprador.

            En el presente, está rota toda relación personal con los bodegueros que no existen y, de sobrevivir, es poco lo que les queda con la cercanía ensombrecedora de un gigantesco supermercado con precios y calidades que también arrasa con los mercados municipales y sus productos “no puyados”, porque pagan los debidos aranceles de importación, por ejemplo. Así, el fiado ha desparecido, a menos que se tenga como tal la morosidad tan frecuente del pago del condominio en el marco de una continua devaluación.

Fotografías: LB (Caracas, 22/04/2022).

26/06/2022:

https://www.lapatilla.com/2022/06/26/luis-barragan-hoy-no-fio-y-manana-tampoco/

Breve nota LB: Inminente el cierre del supermercado Central Madeirense (Multiplaza, El Paraíso), tomamos rápidas fotografías no sin dificultad, dizque por motivos de seguridad,  impedidas de proseguir.  Antes, vistoso y abundante, en tres o cuatro años, redujo paulatinamente sus espacios e hicieron grandes esfuerzos por "tapar" la estantería con grandes bolsas de de golosinas. En los últimos tiempos, la escasez de productos se acentuó. El reemplazo del CM lo hará presuntamente una empresa iraní. 

26/06/2022:

https://www.lapatilla.com/2022/06/26/luis-barragan-hoy-no-fio-y-manana-tampoco/

De la memoria y el olvido

LABORATORIO FILIPINO

Luis Barragán


Quizá ni tan consabido, no hace mucho ganó las elecciones realizadas en la lejana Filipinas, una fórmula bastante particular encabezada por “Bongbong”,  apodo del hijo homónimo de Ferdinand Marcos, antiguo y universalmente despreciado dictador,    seguido  por Sara Duterte-Carpio, hija del otrora presidente Rodrigo Duterte, adalid de la antipolítica todavía en auge por aquellos predios.  Puede decirse de una novedosa fórmula dinástica que a la postre probará con la alternancia del poder que finalmente monopolice.  

          Para nuestro asombro, versamos sobre un país cercano a los 300 mil Kms2, conformado por más de siete mil islas, para más de cien millones de habitantes  también bajo el asedio del narcotráfico que, por cierto, sirvió de pretexto al ex - presidente Duterte para incurrir en delitos de lesa humanidad bajo  investigación de la Corte Penal Internacional.  Acotemos, afectando la vanidad petrolera de los venezolanos, según una fuente de libre acceso como Wikipedia, Filipinas tiene un PBI nominal de USD 402.638 millones (2021), con un ingreso per cápita de USD 3.646, mientras Venezuela tiene un PBI nominal de USD 44.893 millones (2021), con un ingreso per cápita de USD 1.627.

          The Washington Post, recibido regularmente por la generosidad de nuestro amigo Luis Velásquez, ha dedicado importantes reseñas a la situación que afecta al país del sudeste asiático, incluyendo el regreso de toda la familia Marcos que ha provocado un profundo impacto, dividiendo a los filipinos. Añadida la corrupción administrativa y el despilfarro extravagante de las élites del poder,  fueron demasiados los crímenes impunes.

          El asunto debe llamar nuestra atención, porque toda reconciliación nacional que no consigamos por virtud de la justicia realizada, es y será un artificio que contaminará y agravará una convivencia sostenida, además, por escasos alfileres. Creemos en el arrepentimiento y en la inmensa bondad del perdón, mas no en el craso olvido que más temprano que tarde pasará factura, con notales y crecientes abscesos del proceso político.

          Hay herederos de perseguidos, torturados y asesinados por el dictador Marcos, ahora entusiastas ante ese aparente reencuentro de los filipinos. Y también los que, poco a poco, ya no podrán siquiera reclamar, pues, era de suponer, la familia Marcos cuenta con una celosa protección oficial.

          La noticia nos tienta a indagar sobre el regreso de los herederos de muchos dictadores latinoamericanos al país que arteramente sojuzgaron y saquearon, aunque – en el caso venezolano – creemos que jamás suscitó escándalo alguno. Recordamos sólo haber visto, por ejemplo, una que otra nota de curiosidad con la visita a Venezuela de las hijas de Pérez Jiménez y, suponemos, la estancia anónima de familiares directos y contemporáneos, acaso, posiblemente con alguien de la tercera o quinta generación deseoso de conocer  brevemente al país de sus orígenes; posiblemente, ocurrió algo semejante en el resto de América Latina, aunque debamos observar el fenómeno tan peculiar del peronismo que, faltando poco, encontró expresión en un sector de la izquierda subversiva.

Lo cierto es que, Filipinas, es un importante e interesante laboratorio político y social al que debemos prestarle atención, camino a convertirse en un satélite chino cuando lo fue de Estados Unidos. Pudiera convertirse en una suerte de región especial dependiente de Pekín (todavía nos cuesta escribir Beijing), cual Puerto Rico en versión mejorada, o desoccidentalizarse a largo plazo, bajo influencia musulmana, pero importa no perderla de vista.

Ilustración: Ghee Beom Kim.

26/06/22:

https://guayoyoenletras.net/2022/06/26/laboratorio-filipino/

El Evangelio según San Lucas

"SÍGUEME" (SAN LUCAS, 9: 51-62)

Domingo 13C TO 26 junio 2022 (Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Vocaciones)

José Martínez de Toda, S.J.  /  martodaj@gmail.com 

Al principio de este evangelio los samaritanos no dejan entrar a Jesús en su aldea. ¿A qué se debió esta negativa? La enemistad entre samaritanos y judíos era muy antigua. El rey judío Juan Hircano había destruido el templo samaritano de Garizim 129 años antes de Jesús, y los judíos acusaban a los samaritanos de herejes y de tener matrimonios con personas de los pueblos vecinos paganos.

Por su parte los samaritanos, con ocasión de las fiestas de Pascua, subieron un año a

Jerusalén y echaron huesos de muerto por todo el Templo. Por todo ello mutuamente se negaban el saludo y la hospitalidad, algo muy grave en su cultura.

Para llegar a Jerusalén, los galileos tenían que ir a través de Samaria o tomar una ruta más larga y difícil hacia el este por el río Jordán. Jesús había decidido subir a Jerusalén por Samaria.

Pero primero “Jesús envió mensajeros delante de sí” (v. 52a.) para tantear el ambiente.  El famoso Jesús era conocido por los samaritanos, pero éstos hubieran preferido que fuera al templo de Garizim en vez de ir al de Jerusalén. Y, dándoselas de patriotas, no quisieron recibir a Jesús, porque subía a Jerusalén” (vv. 52b-53).

Su admiración por Jesús se convirtió en oposición. ¿Se vengó Jesús de los samaritanos? Elías había pedido fuego del cielo para consumir a los samaritanos (ver 2 Reyes 1). Y ahora los discípulos de Jesús, Santiago y Juan, le dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, como hizo Elías?” (v. 54). Y “Jesús los reprendió” (v. 55). Él los ha instruido para amar a sus enemigos (6:27- 36), para no juzgar a otros (6:37-42), y solo a lo más, para sacudir el polvo de sus pies, cuando son rechazados (9:5).  

A partir de entonces Jesús llamó a Santiago y a Juan “Hijos del trueno”, por sus personalidades escandalosas y violentas (Marcos 3:17). Jesús reacciona al revés que nosotros. Tiene un corazón grande, donde no cabe la venganza. Inclusive después hablará muy bien de los samaritanos: contará la parábola del

Buen Samaritano (10:25-37), curará al leproso samaritano (17:16), conversará con una mujer samaritana (Juan 4), e incluirá a Samaria en su mandato a los discípulos de predicar el evangelio (Hechos 1:8). “Y se fueron a otra aldea” (v. 56). Y en el camino hubo tres discípulos, que querían seguir a Jesús, pero les faltó la entrega total. ¿Qué pasó con ellos?

Le dijo uno a Jesús: Te seguiré donde vaya. Jesús le respondió:

– Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza.

A otro le dijo: – Sígueme. Él respondió:

– Déjame primero ir a enterrar a mi padre.

Jesús le contestó:

– Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.

Otro le dijo a Jesús: Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi Familia.

 Jesús le contestó:

– El que echa la mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el Reino de  Dios.

 ¿Qué nos enseñan estas tres historias?

Las tres aclaran que seguir a Jesús requiere un compromiso completo y radical hasta las últimas consecuencias, sin condiciones.

Si dices: “Seguiré a Jesús con la condición de que…”, no sirves para seguir a Jesús.

Jesús no acepta ser segundo en nuestras vidas. No anteponer nada a Jesús. Él debe estar en primer lugar por encima de todo: o el primero o nada. Todo para Jesús y nada sin Él.

Él también dio todo por nosotros, muriendo en la cruz.

Jesús no acepta que ninguna voz hable más fuerte que la de Dios.

También hay profesiones, que exigen un compromiso total, como ésta del “Faro de mar”.

Al cuidador de un faro de mar en una costa peligrosa se le dio suficiente aceite para tener encendido el faro cada noche durante un mes. Un día una señora le pidió aceite para que sus hijos no pasaran frío. Otro vino un campesino, que necesitaba aceite para que su hijo pudiera estudiar en la noche. Otro necesitaba aceite para una máquina. A todos les dio aceite.

Pero antes de acabar el mes, el depósito de aceite estaba vacío, y en la noche tres barcos chocaron contra las rocas, porque el faro estaba apagado. Más de cien marineros murieron. El cuidador explicó lo que había hecho y por qué. Pero el fiscal contestó:

- “Se te dio una sola tarea: mantener la luz encendida. Todo lo demás es secundario. No tienes ninguna excusa”.

A veces ‘lo bueno’ se convierte en enemigo de ‘lo mejor’. Uno debe decir ‘no’ a una buena cosa, para decir ‘sí’ a la única cosa necesaria.

Cuando se conquistó el Oeste, había tres clases de viajeros:

Los de primera, pasara lo que pasara, permanecían sentados durante todo el viaje. Los de segunda, cuando surgía un problema, tenían que bajarse hasta que el problema se resolvía. No tenían que mancharse las manos, simplemente miraban. Los de tercera tenían que salir de la diligencia, empujar, arreglar la rueda rota o solucionar cualquier otra avería. ¿Cómo es nuestro compromiso con el evangelio, con la Iglesia?

 Así mismo, ¿somos meros ‘oyentes’ del Maestro o discípulos ‘fielmente comprometidos’ con Él?

Lecturas, domingo 26/06/2022:  1 Reyes 19, 16b. 19-21,  Gálata 5, 1. 13-18 y San Lucas  9, 51-62:

https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy/2022/06/26.html

Ilustración: Liviu Dumitrescu. 

viernes, 24 de junio de 2022

El rockstar salvadoreño

LA VERDAD DETRÁS DEL POPULAR GOBIERNO DE BUKELE: PACTO CON PANDILLAS, CENSURA Y FRAUDE DEL BITCOIN

El mito. El rockstar. Todo es, al final, ficticio. Lo que oculta el Gobierno de Bukele es mucho más oscuro de lo que reseña la prensa

Orlando Avendaño

De fondo sonaba AC/DC a todo volumen. Fuegos artificiales iluminaban la arena de la playa El Zonte. La audiencia de miles de personas gritaba, eufórica. No era un concierto de rock sino el festival Labitconf, sobre Bitcoin. Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, anunciaba el 20 de noviembre del 2021 el lanzamiento de la Bitcoin City, su apuesta por una ciudad tecnológica en la que el único impuesto sería el IVA y la criptomoneda reinaría.

Varios meses después, el proyecto que Bukele anunció en inglés ante una audiencia de extranjeros en las playas de El Salvador se ha diluido. La idea de una ciudad tecnológica, hub de los seguidores del Bitcoin, quedó enterrada por la realidad de un país en crisis, acosado por la delincuencia, la pobreza y la inflación.

Pero nada empaña la percepción internacional que hay sobre Bukele. En los círculos de apasionados del Bitcoin, el polémico presidente de El Salvador es casi que un mesías. Y no es por nada. Bukele es el único jefe de Estado del mundo que decretó al Bitcoin como moneda de curso legal, detrás del dólar. Ha buscado forzar a los salvadoreños a adoptar la criptomoneda, pese a que las verdaderas condiciones del país centroamericano se terminan imponiendo. Y, desde el Estado, sacó su propia billetera digital, la Chivo Wallet, que vendió a los salvadoreños ofreciéndoles un bono de $30 con la suscripción.

Aunado a sus políticas monetarias, Bukele es reconocido fuera de las fronteras por su poca corrección política, su franqueza al denunciar la hipocresía de los países que le critican sus formas, su impecable y muy astuto manejo de las redes sociales y, también, su aparentemente exitosa guerra contra las pandillas y la delincuencia en el país.

Una de las políticas de las que Bukele más se jacta fue la de su cruzada contra el crimen. Sin una explicación evidente, lo logró, y El Salvador, un país tradicionalmente violento y con una fuerte historia de pugna con las pandillas, empezó a registrar días sin un solo homicidio. Nadie entendía qué ocurría, mientras Bukele lo presumía en su cuenta de Twitter.

La pax de Nayib Bukele lo catapultó como un líder eficiente y duro contra las pandillas, principalmente la Mara Salvatrucha, que reina en El Salvador. Pero, de pronto, todo llegó a su fin. Y de durar meses con históricas tasas de homicidio —a casi ningún asesinado por día—, El Salvador registró su fin de semana más violento en las últimas décadas: 87 personas asesinadas entre el 25 y 27 de marzo de este año. Solo el 26 de marzo, fueron asesinadas 62 personas. El día más sangriento de la historia reciente del pequeño país centroamericano.

Las revelaciones en torno a la pax de Bukele han expuesto la verdadera naturaleza de su popular Gobierno. Todo lo construido. El mito. El rockstar. Todo es, al final, ficticio. Lo que oculta el Gobierno de Bukele es mucho más oscuro de lo que reseña la prensa, que no puede hablar demasiado. Al final, nada es lo que parece. Los fuegos artificiales o AC/DC solo adornan un complejo entramado de corrupción, criminalidad e incapacidad.

El pacto con las mafias

Mientras disminuían considerablemente los homicidios, aumentaban las desapariciones. En todo el 2020, desaparecieron en El Salvador unas 200 personas. Para finales del 2021, la cifra se había duplicado. El Estado aparentó su búsqueda, pero los familiares de los desaparecidos han denunciado varias veces que nadie los está ayudando. En febrero de este año, varias fosas comunes fueron encontradas por la policía. Para César Reyes, diputado por San Salvador del partido de derecha ARENA y director de Asuntos Electorales, es claro lo que venía ocurriendo.

“Aunque los homicidios se redujeron, la percepción de inseguridad se mantenía intacta”, dijo Reyes a El American. Y es importante contextualizar: mientras los homicidios se reducían no solo aumentaban las desapariciones. En 2021 también repuntaron otros delitos, como las extorsiones, hurtos y violaciones. De acuerdo con la Policía Nacional, hubo un “aumento en ocho de diez delitos de impacto” con respecto al año anterior. Por ello, era natural que la percepción de seguridad, aunque el Gobierno tratara de mercadear lo contrario desde Twitter, se mantuviera intacta.

“Y entonces, empezaron las desapariciones. Cadenas de personas buscando a sus familiares. Madres buscando a sus hijos. Es clara la correlación entre reducción de homicidios, desaparecidos y fosas comunes. Lo que ocurría era que los grupos criminales tenían estas fosas clandestinas para que el Gobierno no contabilizara las muertes como homicidio”, dijo Reyes a El American.

“Se estaban contando como desaparecidos, no como homicidios”, agregó Reyes. Luego, a finales de marzo de este año, empezaron a contarse los asesinatos.

Para entender cómo Bukele logró neutralizar prácticamente los homicidios en el país y, luego, de un día a otro, todo se salió de control, es importante escuchar a los periodistas del medio El Faro, quienes se han dedicado a la valiente labor de alumbrar lo que el Gobierno de Bukele quiere que no se sepa. Y uno de esos episodios que el Gobierno pretendía ocultar era el del pacto con las pandillas.

La periodista de investigación de El Faro, Gabriela Cáceres, dijo a El American que para entender los acuerdos entre el Gobierno y las pandillas hay que remontarse a 2015, en la campaña de Bukele para la alcaldía de San Salvador, capital del país. Entonces, dijo Cáceres, “gracias a información que pudo recopilar El Faro, de fuentes de su propio equipo y de las pandillas, revelamos que él entregó dinero a las organizaciones criminales para que no boicotearan las elecciones”.

Mientras fue alcalde también surgieron denuncias, pero Bukele consolidó todos los acuerdos con la Mara Salvatrucha y otras pandillas ya como presidente de El Salvador. De acuerdo con lo que ha revelado el Faro, “Bukele pactó la reducción de homicidios a cambio de beneficios carcelarios”, dijo la periodista.

Según las revelaciones del medio, un funcionario de Bukele, Carlos Marroquín, director de “Reconstrucción del Tejido Social”, y el viceministro de Seguridad Pública y director de Centros Penales, Osiris Luna, se reunieron en varias ocasiones con líderes pandilleros para pactar los beneficios. El Faro reveló fotografías de Luna entrando a cárceles de máxima seguridad junto a personas encapuchadas, que presuntamente serían “enviados por el Gobierno para negociar”.

El medio en el que trabaja Gabriela Cáceres reveló audios y fotografías que respaldan la denuncia.

“El Gobierno del presidente Nayib Bukele sostuvo en 2020 negociaciones con las tres principales pandillas del país dentro de penales de máxima seguridad, con la finalidad de conseguir que el número de asesinatos en El Salvador mantenga su histórico desplome. A cambio, las organizaciones han planteado una serie de demandas que incluyen mejoras en las condiciones de vida carcelarias y beneficios para sus miembros en libertad”, se lee en un artículo publicado en El Faro el 23 de agosto de 2021.

“Los audios confirman que hubo una negociación. Cuando esto lo publicamos por primera vez en agosto del año pasado”, dijo Cáceres a El American, “Bukele negó todo y se burló de la prensa. Pidió fotografías y audios. Publicamos las fotografías y los audios. Se siguió burlando. Pero aquí lo que realmente hay es una negociación bajo la mesa”.

“Y la negociación quedó expuesta cuando el pacto se rompió en marzo”, agregó la periodista de El Faro.

Un líder de la Mara Salvatrucha lo explicó con sus propias palabras a El Faro: “[Se rompió el acuerdo] porque [el Gobierno] hicieron cosas que no tenían que hacer. Por eso se levantaron esos 80 muertos de esas fechas, ¿me explico? Incumplieron. Capturaron cuando no tenían que hacerlo. Ellos dijeron ‘lleguen a tal lugar, vamos a dialogar’, y en lugar de dialogar, capturaron”.

En ese artículo, el medio también reveló un audio del funcionario de Bukele, Carlos Marroquín, confirmando que el pacto se había roto y que él esperaba que se pudiera retomar.

“Bukele les permitió a las pandillas operar con plena libertad. Les mejoró las condiciones e incluso evitó la extradición de algunos líderes criminales”, dijo el diputado César Reyes a El American.

Viceministro y director de Centros Panales, Osiris Luna, ingresa a cárcel de máxima seguridad en julio de 2019 junto a varias personas encapuchadas. Según información revelada por El Faro y que venía investigando la Fiscalía de El Salvador, los encapuchados eran funcionarios del Gobierno de Bukele que iban a visitar a las pandillas para pactar. Uno de los encapuchados era Carlos Marroquín. (La foto es de El Faro). 

El poder del Estado para impulsar el pacto y para ocultarlo

Una escena quedará registrada para siempre en el recuerdo de los salvadoreños: cuando aún no tenía la mayoría legislativa, Nayib Bukele irrumpió en el Congreso, escoltado por militares armados hasta los dientes, para exigir a los diputados la aprobación de un préstamo de $109 millones para financiar su política contra las pandillas.

Custodiado por decenas de hombres que empuñaban un rifle, Bukele amenazó con una “insurrección” si los diputados no acataban. Invocó el derecho divino para justificar el atropello: “Dios, tú me pediste paciencia, pero estos sinvergüenzas no quieren trabajar para el pueblo”.

Entonces, el Congreso calificó el episodio como un “golpe de Estado” y se negó a aprobar el préstamo. Pero los días de ese Congreso estaban contados. Las elecciones legislativas estaban a la vuelta de la esquina y el partido de Bukele, Nuevas Ideas, se perfilaba como el favorito.

El 28 de febrero de 2021 el partido Nuevas Ideas logró el 66 % de la votación, con un total de 56 escaños, de 84 en total. Le siguió el partido de derecha ARENA, con apenas 12.18 % de los votos. Unos 14 escaños. Era un triunfo sorprendente, casi histórico, con el que Nayib Bukele lograba la mayoría absoluta en el Congreso. Ahora, Bukele dominaba otro de los poderes del Estado, y con holgura. Era imparable.

“Nuevas Ideas + GANA [partido que le apoya] tendrán más de 60 diputados en la Nueva Asamblea. Gracias al pueblo salvadoreño. Gracias a Dios”, tuiteó Bukele la noche del 28 de febrero.

Graciela Rajo, presentadora del Canal 12 en El Salvador, dice a El American que el presidente sí goza de mucha popularidad: “Realmente es muy popular. Sus políticas cuentan con una aprobación alta, según diferentes encuestadoras. La aceptación es tanta que incluso la misma población arremete contra los periodistas que denuncian al mandatario”.

“Sí, Bukele es tan popular como parece. En El Salvador, durante la campaña legislativa para diputados, el slogan para que la gente apoyara a Nuevas Ideas era ‘Vota por la N de Nayib’. Y mucha gente en todo el país votó por diputados de los que no conocía sus nombres, cargos o historial en política, solo porque eran los candidatos de Nayib. Había diputados cuyas campañas presentaban el rostro de Bukele grande en las pancartas; y el rostro de ellos en una esquina, pequeños”, cuenta a El American la periodista salvadoreña Karla Arévalo.

“No solo ocurre en El Salvador. La comunidad salvadoreña en Estados Unidos también lo apoya bastante”, agrega Arévalo.

Según varias encuestas, Nayib Bukele es el candidato mejor valorado de todo el continente. La consultora Mitofsky le da un 81 % de aprobación. Una investigación del diario La Prensa Gráfica concluyó que el 85 % de los salvadoreños aprueba la gestión de su presidente, a más de dos años de mandato.

Rajo dice a El American que “muchos analistas consideran que la aprobación es debido al discurso populista”.

Y sí, Bukele es populista. Pero es más que eso. Es astuto y ha venido construyendo una base que lo adora. Él mismo se ha deificado, justificando cada decisión en la voluntad de Dios. Es, al final, el derecho divino. Y el derecho divino fue lo que, según Bukele, lo guió a él y a sus diputados en el próximo paso.

“El año pasado, en agosto, revelamos que la Fiscalía estaba investigando que el Gobierno de Bukele negociaba, no solo con la Mara Salvatrucha, sino con Barrio 18 Revolucionarios y Barrio 18 Sureños [las otras dos principales pandillas del país]”, cuenta Gabriela Caceres de El Faro.

“Hasta abril de 2021, la Fiscalía dirigida por Raúl Melara llevaba un proceso de investigación criminal contra varios funcionarios del Gobierno de Bukele […] esta serie de negociaciones fueron documentadas por la Fiscalía a través de audios, fotografías, documentos y testimonios”, se lee en El Faro.

“Los fiscales encargados de la investigación bautizaron el caso como Catedral, e incautaron documentos oficiales de centros penales”, continúa el reportaje.

El artículo publicado por El Faro está robustecido por varias fotografías, escritos y documentos.

La Fiscalía de Raúl Melara, entonces independiente, llevaba investigando a los funcionarios de Bukele desde que empezó su Gobierno. Era claro que para el presidente la Fiscalía era un problema. Había que hacer algo. Era urgente detener los esfuerzos de Melara.

El primero de mayo del 2021 la nueva Asamblea controlada por Nayib Bukele se juramentó. Los diputados asumieron y lo que se esperaba que fuera simplemente una ceremonia protocolar terminó convirtiéndose en una agresiva pugna política y una ocupación veloz del resto de los poderes del Estado.

Ya con mayoría absoluta, los diputados de Nuevas Ideas y de GANA se saltaron el protocolo y, sin haber estado en la agenda ni discutirse por alguna comisión, sesionaron hasta altas horas de la noche para destituir, primero, a los magistrados de la Corte Constitucional y, luego, al fiscal general Raúl Melara.

Con 64 votos en el Congreso, Bukele logró posicionar estratégicamente adeptos fieles en la Corte y la Fiscalía de Justicia. Ahora todo el Estado estaba bajo la voluntad de Nayib Bukele. Su control sobre el Gobierno era pleno; y había logrado quitarse de encima a Melara, que llevaba meses investigándolo.

“Desde que Bukele llegó al poder se han violentado los principios de la democracia. Es un hecho. Ese primero de mayo hubo una violación clara del Estado de derecho. Apenas se estaba instalando la Asamblea y la primera decisión fue acomodar el Estado a su conveniencia”, dice a El American el activista salvadoreño Nicolás Noyola.

“Luego de la toma de posesión de sus magistrados y fiscales, la Asamblea de Bukele adoptó medidas contrarias a la Constitución. Aunque nuestra Constitución prohíbe la reelección, ellos la modificaron para que Bukele pudiera reelegirse”, agrega Noyola.

Y Nicolás Noyola acota que la reelección en El Salvador apela a un recuerdo amargo. Es inevitable relacionar la reelección con autoritarismo, pues el último gobernante en reelegirse fue el dictador Maximiliano Hernández Martínez.

Ya con el Estado moldeado a su conveniencia, correspondía dar el siguiente paso. Para Bukele, con la Fiscalía y el Poder Judicial bajo su control, solo un ala de la sociedad continuaba siendo incómoda. La prensa, naturalmente contrapoder, seguía firme, dispuesta a exponer los abusos autoritarios del presidente y, sobre todo, el pacto con las mafias, aunque el Estado usara todo su poder para ocultarlo.

Que se calle la prensa

“No ha sido fácil. En lo absoluto. Y aquí, entre nosotros, te confieso: yo voté por él; pero tengo que hacer mi trabajo”, contó a El American en condición de anonimato un periodista de un reconocido medio de noticias en El Salvador. A él le da miedo que lo detengan, o que engrose la lista de desaparecidos. “Por eso estoy pensando en irme al exilio”.

Corre peligro, porque todos los periodistas en El Salvador, de alguna u otra manera, corren peligro. O, mejor dicho, ninguno corre peligro, hasta que hace su trabajo. Porque solo toca ejercer el oficio, para convertirse en una amenaza. Y ello está tipificado, porque la prensa pasó a ser objetivo del Estado a partir de varias reformas impulsadas por el partido de Nayib Bukele.

Ya con el Congreso bajo su control, y los jueces y fiscales silenciados, los diputados de Nuevas Ideas armaron su embestida contra el cuarto poder.

“La bancada afín a Bukele aprobó varias reformas. Y estas reformas introdujeron una tipificación directamente en contra de los periodistas. Esto se llama dictadura”, dijo Nicolás Noyola a El American.

El 6 de abril de este año los 63 diputados oficialistas votaron una reforma propuesta tanto por el presidente Bukele como por su Ministerio de Seguridad. La modificación de la Ley de Prescripción de Maras y Pandillas permitía al Gobierno castigar a cualquier medio de comunicación o periodista que reprodujera mensajes “alusivos a las pandillas”.

“La medida alcanza a cualquiera que divulgue textos, imágenes o cualquier forma de expresión visual que haga alusión a pandillas (…) [se castiga] con hasta 15 años de cárcel a quienes elaboren o reproduzcan ‘mensajes, denominaciones o propaganda'”, se lee en La Voz de América.

En concreto, la ley reza: “Queda prohibido a los medios de comunicación radial, televisivo, escrito o digitales la reproducción y transmisión a la población en general de mensajes o comunicados originados o presuntamente originados por grupos delincuenciales que pudieran generar zozobra y pánico en la población”.

Por supuesto, qué entra dentro de estos tipos de “mensajes” y qué no queda a criterio del Gobierno. Se trata de un game changer para la prensa, y de un atentado directo a las libertades de expresión.

“Yo no puedo dejar de escribir sobre el pacto con las mafias. Y lo seguiré haciendo, aunque sea desde el exilio”, contó el periodista bajo anonimato a El American.

“Los medios están maniatados, ya que no pueden escribir sobre la violencia de las maras y las pandillas. Hay mucha autocensura, mucho miedo. Hace meses se hizo público cómo el Gobierno negoció con las pandillas. La última ola de asesinatos ocurrió porque ese pacto se rompió. Eso fue revelado por el medio El Faro, pero ningún medio que no fue parte de la investigación pudo reseñarlo. Antes, hubiera estado en todas las portadas de El Salvador. Ya no”, dijo la periodista Karla Arévalo.

“Se está limitando la libertad de prensa. Nunca se había visto una censura así de alarmante”, insistió Arévalo a El American.

Pero El Faro, pese a los riesgos, continúa. Gabriela Cáceres, quien ha sido una de las principales periodistas en denunciar los pactos, cuenta a El American que dentro de la sala de redacción “ha habido una discusión muy larga, pero la respuesta es que hemos decidido enfrentar los riesgos que implica seguir ejerciendo”. Ella continúa en El Salvador.

Karla Arévalo contó a El American cómo Bukele ha construido su aparato de propaganda, gracias al financiamiento con fondos públicos de varios medios, la coacción y el acoso. Son muchos los medios de propaganda del Estado, que solo reproducen lo que sale de la Casa Presidencial.

“Los periodistas independientes ya no podemos acceder a la información oficial o a los canales institucionales. Las comunicaciones institucionales se han centralizado en Casa Presidencial”, dijo Arévalo.

Persecución, no solo contra la prensa

Según la Revista Factum, son más de 50 los exiliados del Gobierno de Nayib Bukele. La publicación recoge todo tipo de testimonios, de gente que tuvo que huir de El Salvador por acoso y amenazas.

“Me sentí amenazada. Me mandaron a decir con la comisionada suplente que me preparara, porque me iban a meter presa”, contó a Factum la excomisionada del Instituto de Acceso a la Información Pública, Liduviana Escobar.

Escobar tuvo que buscar asilo junto a sus hijos y esposo. Salió de El Salvador luego de que el Congreso de Bukele desmantelara la Sala Constitucional de la Corte Suprema. Fue separada de su cargo por denunciar en una entrevista irregularidades en el proceso de acceso a la información pública. Como ella, más de 40 personas.

Y, quienes no pudieron escapar, sufrieron en carne propia los atropellos y la persecución de Nayib Bukele.

“A mí me fabricaron un proceso judicial y estuve detenido”, cuenta el diputado César Reyes. Reyes, el 24 de noviembre de 2020, cuando era director de la Junta de Vigilancia Electoral de San Salvador, fue secuestrado por el Estado. Según la Policía Nacional, Reyes cometió el delito de “expresiones de violencia contra la mujer”. Justo antes de la detención, Reyes había denunciado atropellos por parte de activistas del partido de Bukele.

El partido ARENA denunció el secuestro y su presidente, Erick Salguero, aseguró que se trataba de un “arresto ilegal”. “Queremos expresar nuestra condena sobre esto”, dijo en el momento.

“También está el caso de Ernesto Muyshondt, exalcalde de San Salvador, preso supuestamente por corrupción. Pero no le han respetado su debido proceso y hoy hay denuncias de que a este señor lo han golpeado, está amarrado y le han violado todos sus derechos”, cuenta Karla Arévalo.

Varios de los consultados por El American coinciden en que el Gobierno de Bukele ha impuesto una política de terror, amparada en el estado de excepción, que le permite neutralizar a la disidencia. Bajo la excusa de la lucha contra las pandillas, el Gobierno ha detenido a casi el 2 % de toda la población adulta de El Salvador, según denuncia Amnesty International.

“Se limitan las garantías. Se prohíben las reuniones. Ha habido detenciones ilimitadas, sin debido proceso. Se violan los derechos fundamentales. Incluso propios funcionarios oficialistas, que se apartan de la línea de Bukele, han sido perseguidos”, cuenta el activista Noyola.

“Hemos descubierto un caso gigante de espionaje contra disidentes. Periodistas, académicos, columnistas, dirigentes gremiales… Yo también he sido espiado por el software israelí Pegasus, que utiliza Bukele”, continúa Noyola.

“Sí, hay persecución política. Se viola el debido proceso”, coincide Karla Arévalo.

El fraude del Bitcoin

En grandes círculos conservadores del mundo no importa todo lo anterior o que Nayib Bukele guarde excelentes relaciones con China, haya pedido al régimen cubano cooperación médica o que se haya peleado con Estados Unidos —que ha sancionado a varios funcionarios de Bukele por su complicidad con las pandillas. Nada de eso importa, porque Bukele es el hombre que habla duro en redes sociales, les canta sus verdades a los políticos hipócritas del mundo y, más importante, impulsa al Bitcoin, que es el gran tótem de la libertad económica y los mercados descentralizados.

Sin embargo, la insistencia de Bukele con el Bitcoin no trasciende sus palabras y, en la práctica, es un caos. El Salvador, un pequeño país centroamericano con una economía sumamente frágil, fue forzado a abrazar una revolución tecnológica y monetaria para la que nunca estuvo preparado. Y el resultado ha sido decepcionante.

No solo la quiebra del país es inminente debido a la caída del Bitcoin, que desde otoño del año pasado es moneda nacional en El Salvador. El país ha gastado millones de dólares en la adopción de la criptomoneda y, en cuestión de semanas, el dinero se devaluó. Pero también ha gastado millones de dólares en construir una infraestructura que aún hoy no opera como se esperaba.

En junio de 2021, Nayib Bukele les prometió a los salvadoreños que la adopción del Bitcoin “digitalizaría la economía, disminuiría la dependencia del dólar estadounidense, reduciría las tasas de remesas e impulsaría la inversión”. Nada ha ocurrido.

Según un sondeo del Centro de Estudios Ciudadanos de la Universidad Francisco Gavidia, el 77.5 % de los salvadoreños rechaza la adopción del Bitcoin. Ante los riesgos de la volatilidad, el 95 % de los encuestados valora más el dólar estadounidense que la criptomoneda.

Una encuesta de la Cámara de Comercio e Industria del país confirma que a la mayoría de los empresarios les preocupó la ley del Bitcoin. Un amplio reportaje de la revista Rest of the World expone detalladamente “las grietas en la criptorrevolución salvadoreña”. Y, principalmente, una de las fragilidades es la billetera digital.

“Hay que recordar que la política monetaria del Bitcoin se aprobó en el Congreso sin siquiera debate previo. En 45 minutos en una sesión plenaria y ya. ¿Cómo es posible que una ley de este tamaño no haya tenido ningún tipo de debate o argumento técnico? ¡Es que ni siquiera pasó a una comisión para estudiarse!”, dijo César Reyes a El American.

El 25 de junio de 2021, poco después de anunciar la adopción de la criptomoneda, Bukele dijo que regalaría $30 a cada salvadoreño que descargue y se suscriba en la billetera digital creada por el Gobierno, la Chivo Wallet. “Con solo bajarla y registrarse recibirá 30 dólares equivalentes en Bitcoin para su consumo”, dijo en una conferencia de prensa desde la Casa Presidencial.

Para estas dádivas, el Gobierno dispuso de $250 millones. Y, de alguna manera, funcionó: el 56.6 % de la población se descargó la Chivo Wallet. Sin embargo, el 55.1 % lo hizo por los 30 dólares y, de todos los que descargaron la billetera digital, menos del 20 % continuó utilizándola.

Durante los primeros cuatro meses del 2022 no se registró una sola descarga nueva de la aplicación en todo el Salvador. Un estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos ofrece los datos, que no favorecen en nada a la ley de adopción de la criptomoneda. Casi nadie mueve su dinero en Bitcoin hoy; y casi el 80 % de los salvadoreños se abrió la billetera digital solo por el bono de los $30. Por último, solo el 20 % de las empresas del país aceptan la criptomoneda (de estas, solo el 11.4 % ha vendido en Bitcoin).

En concreto, la política ha sido un fracaso. “¿Pero es que cómo se va a aplicar algo así en un país pobre como este, en el que todavía hay mucha gente que no tiene acceso a internet?”, le plantea Adriana Barrientos, maestra de colegio y residente de San Miguel, en El Salvador, a El American.

“Yo me la bajé por los 30 dólares. Pero usar la aplicación es un dolor de cabeza”, cuenta Barrientos.

Según se lee en el reportaje de la revista Rest of the World, “algunos de los inscriptos se han quejado de problemas técnicos con la aplicación Chivo, como cuentas creadas con identidades falsas, pérdida de transacciones y códigos de error al intentar realizar el pago”.

“Ha habido varias denuncias de estafa, de suplantación de identidad y de violación a la privacidad. La verdad es que la billetera arrancó con muchos errores”, cuenta Karla Arévalo.

Según denuncia César Reyes a El American, “detrás del Chivo Wallet hay un entramado de corrupción con funcionarios y la familia de Bukele”.

“Es fácil hacer la deducción, además. Si esto no tiene ningún tipo de utilidad ni impacto económico positivo; ¿para qué está creado?”, insiste Reyes.

Para Nicolás Noyola, la adopción del Bitcoin por parte de Bukele tiene propósitos estratégicos: “Probablemente se explica por el uso de las transferencias internacionales sin costo alguno, quizá lo hizo pensando en evitar futuras sancionados de Estados Unidos”.

“Detrás de este sistema hay mucha opacidad y se creó una sociedad anónima privada que funciona con fondos públicos. De todo ese mecanismo no hay mayor información. Y las últimas semanas, tras la caída del Bitcoin a nivel internacional, se ha evitado hablar de este tema”, agrega Noyola.

EL ZONTE fue denominada por Bukele como “la playa Bitcoin”. Esa noche de noviembre de 2021, el cielo de la playa se llenó de fuegos artificiales. Con camisa blanca, jeans y una gorra de béisbol, Bukele les anunció a todos los seguidores de la criptomoneda que lo aplaudían con euforia la creación de la “Bitcoin City”. Pero el entusiasmo chocó con la realidad cuando el Fondo Monetario Internacional le dio un jalón de orejas en enero de este año: instó a Bukele a que eliminara al Bitcoin como moneda de curso legal, ante los riesgos que eso implicaba para El Salvador. El presidente respondió en su cuenta de Twitter con un meme de Los Simpsons.

Un par de meses después del jalón de orejas, El Salvador se posicionó como el segundo país con más riesgo de inversión de Latinoamérica, solo detrás de Venezuela, según el indicador de Emerging Markets Bonds que realiza JP Morgan. En un año, superó a Argentina.

Asimismo, según un análisis de Bloomberg Economics El Salvador es uno de los cinco países del mundo con mayor riesgo de caer en default. De la lista, El Salvador es el único país latinoamericano y es acompañado por Turquía y Egipto a la cabeza como los mercados emergentes con riesgo del impago de la deuda.

Aunado a ello, la agencia de calificación de riesgo Moody’s degradó la calificación de riesgo a El Salvador y “lanzó una advertencia a los inversores: las potenciales pérdidas excederían a las que usualmente sufren con otros deudores en similar situación crediticia”, según se lee en Bloomberg en un artículo publicado este 4 de mayo.

“La posibilidad de un ‘evento crediticio’ en El Salvador es altamente grave, ya sea un impago, reestructuración o canje de deuda”.

De acuerdo con Moody’s todo recae en la irresponsabilidad financiera del Gobierno de Nayib Bukele. Son una serie de problemas, generados por las políticas de Bukele, los que asoman la inminencia de un impago. No hay un “plan de financiación creíble”, según la agencia.

Al final, la noción de estabilidad y eficiencia que ha construido Nayib Bukele gracias a su astuto manejo de las redes sociales no es más que una ficción, que choca con la realidad de un país en crisis. You Shook Me All Night Long de AC/DC, a todo volumen, aturde. Los fuegos artificiales enceguecen; pero cuando la música pasa y la pólvora cae, queda expuesto El Salvador: un país en crisis económica, acosado por las pandillas y un Gobierno que le ha declarado la guerra a la prensa y al disenso.

“La realidad es otra. Bukele es como la Coca-Cola. Su publicidad es buena, pero sabes que en realidad es dañina para la salud”, dijo Nicolás Noyola.

Fotografías: Rodrigo Sura / EFE. 

13/06/2022:

https://elamerican.com/verdad-gobierno-bukele-pacto-corrupcion/?lang=es

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