DE LA VULGATA GENERACIONAL
Luis Barragán
El cada vez mayor
ensanchamiento de la brecha generacional, constituyó – antaño - el discurso militante
y agitador por excelencia en los países desarrollados. Estado de bienestar mediante, autorizado por
el definitivo triunfo y desenlace de la segunda contienda mundial, convirtió al
occidente más próspero en vanguardia de una protesta rápidamente industrializada
y que arrojó uno de sus mejores frutos, por ejemplo, con la industria
discográfica aportante a la contracultura.
Una poderosa
ilusión de inmortalidad, anegó a las más
recientes generaciones de entonces. Teniendo por epicentro al París estremecido
por la rebelión de mayo de 1968, tendió a banalizar profundamente los dramas
propios y ajenos: sin lugar a dudas, contribuyó a la más amplia legitimación de
la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos al mismo tiempo que
facilitó en su decisiva opinión pública, el triunfo político de las fuerzas comunistas
en Viet-Nam, prometida la multiplicación de una guerra similar en América
Latina por el Che, como si la de Cuba castrista hubiese sido una gesta limpia
en su pretendida expansión continental.
Esos afanes
generacionales, llegaron a nuestras costas y la realidad se impuso frente al
etéreo, generoso y voluntarista mensaje de entidades más o menos espontáneas,
surgidas al calor de nuestras más específicas y concretas circunstancias. El llamado Poder Joven y entidades semejantes,
apartando la buena intención de sus propulsores, no lograron sobrevivir a los
retos y desafíos de un sistema político todavía existencialmente amenazado por
la subversión armada reacia a aceptar la derrota política y militar infringida
desde años anteriores, catalizado por el despliegue de las juventudes
políticamente organizadas de signos contrapuestos, o después devorado
lentamente por los antivalores de las irresistibles bonanzas petroleras, entre
los años ´60 y´70 del ´XX.
Eso de darle
un chance a la paz, justificadísima consigna que tuvo un alcance planetario al
proferirla John Lennon, no era suficiente y ameritaba de una vocación, un
esfuerzo, un talento y una persistencia extraordinaria para hacerla posible.
Los Beatles pasaron, apuntalaron magníficamente a la industria del
entretenimiento, pero fue en el terreno netamente político en el que dirimimos
nuestra suerte común: unos problemas fueron solventados ante los muchos que se
agravaron, y, en fin, la dictadura cubana todavía muestra su gigantesco
desacierto y la civilización occidental y sus valores, confronta a temibles
enemigos que se aprovechan de la democracia liberal misma.
Herencia
segura de los ´60, la vulgata generacional poco o nada abona a las tesis más
firmes como la de un José Ortega y
Gasset, en mucho ya superada, aún en pie las consideraciones que hizo Mario
Torrealba Lossi sobre nuestros muchachos de 1928, aplicables a los de 1810 o
1958. Claro está, duradera la consigna, tras una modesta y puntual conferencia
que dictamos a los alumnos del amigo profesor de un disminuido curso de
postgrado (o del curso de un disminuido postgrado), nos causó mucha gracia y desinhibida sonrisa
que una persona de treinta y tantos años, reclamara - a través de una pregunta
- el urgente relevo generacional en todos los ámbitos, comenzando – no faltaba
más – por el político.
De atender la fórmula de renovación de los ciclos, cada treinta años, además, visada en la prensa por José Giacopini Zárraga en muchas oportunidades, falta poco para cumplir con el nuestro en un idéntico siglo XXI. Sin embargo, forzados todos a la misma y ya perpetua contemporaneidad, como los cubanos, se anuncian otros ciclos de un signo distinto como la tarea pendiente desde hace añales: la transición política.
Composición gráfica: Tomada de la red.
18/06/2024.
https://opinionynoticias.com/opinionpolitica/41416-de-la-vulgata-generacional
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