EMOCIÓN, JUVENTUD Y TRANSICIÓN
Luis Barragán
Creído un
impune descenso por todos estos años, el régimen ha quedado atrapado en el
lodazal populista, e, inevitable, después de sufrirlo tanto, suscita el rechazo
de las grandes mayorías, creciendo galopante en los círculos de su militancia más cercana. Ya son harto
conocidas, las mil y una estratagemas y ardides
publicitarios y propagandísticos de un continuismo no sólo enfermizo, sino que enferma.
La angustiosa devoción por el efectismo, añadida la selección de una fecha que coincide con la natal del fundador de la estirpe, cual secta mágico-religiosa que aspira a una profunda experiencia mística, no promete nada distinto a un fracaso electoral anunciado por los más variados estudios de opinión. Convengamos en el formidable voto castigo, apuntando a un reto para la oposición democrática encaminada a la reconstrucción de todo su liderazgo con el deber ineludible de acertar en su interpretación del momento histórico.
Liderazgo que
ha de vivenciar la más legítima y sana emoción, la necesaria y fuerte
emotividad, el espontáneo y legítimo afecto que hace el fenómeno político, como
la acción y el pensamiento mismos. Por cierto, elementos imposibles de
confundir con los artificios, las manipulaciones y artimañas que generan
ansiedades, exasperaciones, depresiones, y otras manifestaciones tan notables
del presente siglo sintetizadas por un término que acuña a diario la realidad:
tristeza.
Sugiere,
igualmente, el regreso arrepentido a la
razón, al debate y el compromiso personal y ciudadano para una etapa
transicional sustentada en la confianza y la unidad versátil y eficaz de todos
los sectores políticos y sociales, más allá del
mesianismo que tienta y martiriza como un dato cultural. Por estos días,
con motivo del 80° aniversario del primer y consabido desembarco de Normandía, entre
nosotros, se hizo común la referencia a los gigantescos sacrificios que
comportó para proseguir la feroz lucha, alcanzar la victoria y ganar la
libertad; e, inmediatamente, el asunto nos condujo a las juventudes venezolanas
que les han arrebatado el presente siglo: reconquistarlo significa no pocos esfuerzos
y peligros para un desafío que es existencial, asociado a la defensa de la civilización
occidental y a sus más caros valores. Por ello, la pertinencia y también
urgencia de una generación histórica, o que prepare el advenimiento de otra que
lo sea, frente a la generación indiferente, agotada por las emociones fáciles
que teje el mundo digital, devenida delincuente.
Una generación
que ha de levantar todas sus antenas y radares, aún los más silvestres, para
ser, sentir y hacer la historia ante la embestida maniquea de una vulgar y
barata emocionalidad populista. Así, finalmente, luce oportuno citar a un autor
de imbatible y grato estilo, cuya célebre tesis generacional cuenta con una parcial e
impresionante vigencia, precisando la fuente en caso de suscitar alguna
curiosidad del amable lector: “No se puede esperar nada de una juventud que no sienta la urgencia
de adquirir un repertorio de ideas claras y firmes” [José Ortega y Gasset
(1923) “El tema de nuestro tiempo”, en: “Obras completas”, Alianza Editorial –
Revista de Occidente, Madrid, 1994: III, 527].
Composición gráfica: tomada de la red.
11/06/2024:
https://www.elnacional.com/opinion/emocion-juventud-y-transicion/
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