EL DUELO PETROLERO DE LEONI Y JOHNSON
Luis Barragán
Importa y
mucho, la historia lo más contemporáneamente petrolera posible del país,
incluyendo los extraordinarios bombardeos dinerarios que nos estremecieron desde
principios de los años setenta del siglo XX, reapareciendo en el país
socialista del XXI; en todas las ocasiones, hubo una radical alteración o
pérdida de valores que auspició nuestro más evidente y todavía imparable
retroceso. Insospechado asunto que reivindica una etapa asombrosamente
satanizada de la vida republicana, Guillermo Guzmán Mirabal ha entregado un
título referido a la crisis generada por el programa obligatorio de restricción
de las importaciones petroleras y el tratamiento dispensado por los mandatarios
de Venezuela y Estados Unidos, país que lo decidió alegando razones de
seguridad nacional: “El duelo petrolero entre Raúl Leoni y Lyndon B. Johnson”,
prologado por Edgardo Mondolfi Gudat (Abediciones, Caracas, 2024); por cierto,
significativa etapa en la que fuimos considerados un país rico, según una lista
en la que no figuraba Japón (pág. 267).
En el marco de
la Guerra Fría, nuestra alineación política y estratégica con los intereses
occidentales y, particularmente, estadounidenses, no supuso privilegio alguno
respecto a la superpotencia del norte con la cual – inevitable – había que
lidiar, aunque ésta – sobre todo, bajo la administración Kennedy – contribuyó a
evitar el descenso de la inestabilidad política al caos que no obsto para la
reducción de las compras del crudo venezolano (86); imposible de simplificar y
hasta de caricaturizar tan extraordinaria dinámica económica y hasta democrática,
el autor nos hace partícipes de una lidia con las presiones y contradicciones
de los productores independientes de petróleo, la industria local del carbón,
los lobbyes, los traficantes de las licencias de importación, las
individualidades y grupos parlamentarios de Washington (“una verdadera maraña
de favores mutuos”, diferente al legítimo proteccionismo, juzgó el embajador
Enrique Tejera París: 257), como las restricciones medioambientales, la pugna
de los departamentos de Estado e Interior, incluyendo una poderosa opinión
pública y al propio Johnson, proveniente de una entidad federal petrolera con
las vinculaciones del caso, naturalmente evasivo para tratar personalmente un
problema que podía causarle y le causó, un “gran malestar” al momento que acá
aumentamos los impuestos a las transnacionales al mismo tiempo que allá subieron
las cuotas para nuestro fueoil,
aunque – finalizando su gobierno – el texano hizo un “reconocimiento explícito
del concepto hemisférico más favorable para Venezuela” y suspendió la
autorización a una determinada empresa que afectaba inmediatamente nuestros
intereses (113 s.,168, 279). Planteamos y demostramos la posibilidad y
conveniencia de un trato similar al recibido por Canadá y México, favorecidos
en relación a las restricciones programadas, formulando escenarios y propuestas
alternativas, conscientes del intento de varios congresistas en arrebatarle a la
Casa Blanca las facultades para decidir el programa (65, 102 ss., 141, 144,
256); argumentaba el gobierno demócrata que las medidas restrictivas tendían a
fortalecer el mercado internacional y la exención favorable a Canadá, nos
permitía preservar el mercado de la costa este, pero – importante énfasis –
reconoce que el “tema se ha convertido en el asunto político más importante
para el gobierno de Venezuela, para los partidos políticos y para la opinión
pública venezolana” (132).
Transcurrido
el tiempo, los hechos apuntalan el nada estridente liderazgo del presidente
Leoni de una extraordinaria sencillez, austeridad y honradez con la espontánea
proyección de genuinos valores familiares, cuyo gobierno fue objeto del
perdurable vilipendio de los
insurrectos de entonces, reacios a aceptar el evidente fracaso de la
aventura castrista; subrayemos, expresión de un sobrio y fiable modo de
gobernar con las indispensables formalidades que ameritaba, a través de algunos
rasgos que Guzmán Mirabal esboza: capacidad de trabajo, concentración en el
asunto petrolero al relacionarse con la embajada estadounidense en Caracas, atrevimiento
(SIC) de sugerirle a Johnson una solución definitiva al problema que, faltando
poco, expone a través de un texto publicado por una prestigiosa revista del
norte, al igual que pondera correctamente la necesidad e importancia del
conocimiento personal con el presidente que nació y representó fielmente a
Texas (122 s, 136, 195). El guayanés encabeza un equipo de comprobado
profesionalismo, sagacidad, capacidad negociadora, notable habilidad al
propulsar simultáneamente a la OPEP que ya provocaba expectativas distintas a la subestimación
original en el mundo desarrollado; sobresalientes colaboradores que
impresionaban a los norteamericanos, por ejemplo, Andrés Germán Otero (72 s.,
295 s.), igualmente se debe al incentivo de un Leoni que “estuviera tan metido
en su trabajo, conociendo los temas importantes y teniendo una visión práctica
de la política en lugar de la teórica”, según testimoniara - en 1965 - Maurice
Bernbaum, embajador norteamericano en Caracas (cit., 123).
La
acuciosa investigación histórica en cuestión, contradice el imaginario que
cultivó y consolidó por décadas la izquierda perdedora, tercamente guevarista,
voluntarista y afanosa del lenguaje anti-imperialista, en torno al gobierno de
un adeco laboralista de la vieja guardia, como Leoni, por lo demás, indolente
lacayo de los más altos intereses de las transnacionales, y, apuntemos, cuya
gestión supo de los recurrentes sabotajes a los oleoductos por un
guerrillerismo pertinaz; gobierno que interpretó adecuadamente el embargo
petrolero a raíz de los acontecimientos del Medio Oriente en 1967, aumentando
la producción a tono con el correspondiente Plan de la Nación (214, 217),
implementó exitosamente los reparos fiscales a las compañías petroleras,
estableció los precios de referencia, intentó una reforma tributaria, y logró
el reconocimiento explícito del concepto hemisférico más favorable. Agreguemos,
constatable en la prensa de la época, reforma tributaria que soportó una
implacable contracampaña, paralizó las actividades parlamentarias, forzó al
gobierno a una profunda rendición de cuentas, con el protagonismo de un
interesado sector de la clase media luego abandonado por los más altos estratos
de la economía privada que los financiaban, descolocados al acordarse las
principales compañías petrolera con el gobierno (183, 185); así las cosas, por
una parte, la tentativa de la reforma todavía está pendiente de un estudio más
pormenorizado a propósito de su impacto y dimensión política, y, por otra,
tampoco es de imaginar que un hipotético gobierno de aquella izquierda pudiera
soportar estoicamente tamaña presión, dándole continuidad a un régimen de
libertades y, al mismo, tiempo gobernando en su más amplia y generosa acepción.
La
obra de Guzmán Mirabal es de indispensable lectura para detallar el itinerario
de una provechosa experiencia política que corrió el gravísimo riesgo del
olvido, a pesar de sus magníficas lecciones, las que todavía desprecian
aquellos creyentes en la política y la vida que la explica, acunan una vulgar
simplicidad y tanto que cualquiera puede gobernar con un poco del sex-appeal que, convencidos estamos, no
tuvo ni lo requirió Leoni, cuyos esfuerzos se orientaron a una defensa de
nuestros mercados en lugar de arriesgarlos y cederlos; el hábil investigador
accede a inéditas fuentes extranjeras, añadidas las curiosas transcripciones
telefónicas, una bibliografía confiable, y al archivo del presidente Leoni que exigen
de personas expertas y capaces para armar el magnífico rompecabezas que ha
entregado Abediciones; somos portadores de una tradición política de gran
valía, borrada o pretendidamente borrada por oficialistas y hasta opositores
que, en el presente siglo, imponen una sesgada versión de la política misma, y,
por ello, siempre es bueno tener a un historiador a la mano.
Ejercicios
pendientes
Guzmán
Mirabal escribe bien, algo que agradecemos inmensamente los aficionados a la historia,
como también que suscite inquietudes, interrogantes y, en definitiva, misterios
que suma a los que nos pueblan y hemos tardado en despejar respecto a
acontecimientos, situaciones y actores de la vida pública que ejercitamos
consciente o inconscientemente, como – a título de ilustración – Juan Pablo
Pérez Alfonzo, un poderoso mito en el buen y en el mal sentido que pervive en
las nuevas generaciones; éstas, desconocen su nombre, pero hay una moralina de
derecha e izquierda que lo invoca, generalizando un poderoso e inexplicado
sentimiento de culpa a propósito de la renta petrolera como elemento existencial.
Varias veces, perdemos de vista al protagonista político, al enfant terrible de los años sesenta y
setenta del XX que profesaba y profetizaba desde su casa de Los Chorros, leal
amigo y compañero de causa que fue capaz de inventar o aceptar la invención de
una consulta médica para no asistir a la reunión de los presidentes Betancourt
y Kennedy en Caracas, por muy ministerial que fuese el fundador de la OPEP, previendo
así cualquier malentendido por su consabida y vehemente postura, o evita viajar
a Washington con el guatireño, se apersona a una reunión del secretario de
Estado norteamericano Dean Rusk con el presidente Leoni, a quien asesora por
una relación de “sincera camaradería” (59, 66, 142 ss., 237, 240).
Demasiado
evidente, el texto en cuestión reporta un elenco virtuoso de servidores
públicos formados bajo un ideario partidista, e, incluso, con un anterior y ya
lejano tránsito por el poder, cuya honestidad no ha desmentido la historia:
algunos se vieron obligados a incursionar en el área petrolera con una
estupenda solvencia y, otros, se especializaron gustosamente en ella; por citar
dos nombres, está el consabido Pérez Alfonzo, y el de Manuel Pérez Guerrero de
una brillante hoja de servicios, como otros citados por Guzmán Mirabal y, luce
lógico, en la oposición había otros tan dirigentes políticos como estudiosos de
las políticas públicas, sumada la específicamente petrolera, que bregaban desde
el parlamento o los medios de comunicación por alcanzar el poder. Un elemental
ejercicio de sociología política respecto a aquellas distantes décadas, revelan
un fenómeno inherente a una sana dinámica institucional, a través de connotados
y reconocidos expertos petroleros de diferentes banderías, comprometidos políticamente, como Leonardo
Montiel Ortega, Rafael Tudela, Arturo Hernández Grisanti, Celestino Armas,
Humberto Calderón Berti, Andrés Sosa Pietri, Alvaro Silva Calderón, Alí
Rodríguez Araque, Bernardo Alvarez; en los días que cursan, respecto a la
oposición, únicamente conocemos a Elías Mata de Un Nuevo Tiempo y a William
Hernández, líder regional emergente de Encuentro Ciudadano.
Post-data
Un mensaje a
nuestros amables lectores: nos tomaremos un breve receso vacacional, pues, ya
son muchos los años consecutivos en los que, incluso, nos ocupamos del generoso
espacio concedido por Opinión y Noticias, en estas fechas. Les deseamos a todos
que 2025 sea escenario seguro de fructíferas realizaciones.
Post-data
Un mensaje a
nuestros amables lectores: nos tomaremos un breve receso vacacional, pues, ya
son varios los años consecutivos en los que, incluso, nos ocupamos del generoso
espacio concedido por El Nacional, en estas fechas. Les deseamos a todos que
2025 sea escenario seguro de fructíferas realizaciones.
Composiciones gráficas: LB.
30/12/24: https://www.opinionynoticias.com/opinionhistoria/42294-de-un-aleccionador-reto-petrolero
31/12/24: https://www.elnacional.com/opinion/el-duelo-petrolero-de-leoni-y-johnson/
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