miércoles, 15 de enero de 2025

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¿DE UN REGRESO ARREPENTIDO A LA POLÍTICA?

Luis Barragán

Demoledora la embestida contra la institucionalidad partidista en el presente siglo, luce aparentemente inevitable  el regreso a la más genuina fórmula, permitiéndonos realizar la vida en común no sólo libre y pacífica, sino productiva y justa.  Aquellas organizaciones creadas o fundadas desde el poder, tendieron y tienden  a extinguirse automáticamente una vez que lo abandonan, o, en todo caso, son  susceptibles de una patética agonía.

Cebados los más duros prejuicios contra los partidos, algo que fue mucho más allá de la descalificación política e ideológica u otras de un extenso repertorio, sin dudas, preelaborado, por supuestísimo, no hubo otra instancia, dispositivo o mecanismo capaz de reemplazarlos, entre otras razones,  por la más paradójica: destruir a los partidos significaba y significa la inexorable desaparición de las más legítimas organizaciones de la sociedad civil.  Tempranamente detectado el asunto en el curso de las discusiones que suscitó el Seminario Internacional de Política y Antipolítica, celebrado en Caracas por abril de 1997, quizá sorprendida la opinión pública por la novedad del debate,  el espectáculo y sus efímeros efectos,  el nepotismo, o la sola apuesta por las circunstancias que tercamente se empeñan positivas a pesar de las evidencias, todavía no constituyen respuesta alguna. 

Excepto los parapetos electorales de ocasión, el partido históricamente promediado en Venezuela, de un modo u otro se hizo escuela de civismo, a veces, místico, generador de un importante sentido de altruismo, transmisor fiable de experiencias e ideas, y perfeccionamiento de las habilidades para ganar adherentes y destrezas para no morir en el intento. Empero, en la división interna del trabajo partidista, más allá de los afectos y vivencias, la dura realidad obligaba a un despliegue estratégico que convocaba a los naturalmente más aptos para la tarea, dándole una definitiva conducción política a la organización, u organizaciones en el caso de coincidir bajo determinadas banderas unitarias.  

Después de la enorme molienda de los prejuicios, es necesario regresar a la política allende las emociones que fáciles surgen y desaparecen, pensándola e implementándola desde las instancias estables y colegiadas, suficientemente confiables por el significativo hecho de integrarlas, informadas y creadoras, convincentemente sensatas para concebir y permear un línea de acción definitivamente trascendente.  Algunos de estos elementos existenciales, nos llevan  a la indispensable reconstrucción de la institución en un aspecto que le es tan vital: el estratégico, pues, por un lado, no en vano el partido promedio formó y reconoció a militantes o afiliados por largos años, cuyo aprendizaje frecuentemente comenzaba en los comicios estudiantiles de liceos y universidades; y, por el otro, el liderazgo o la jefatura política se explicaba por el concurso del otro y los otros que se comprometían y también arriesgaban en la dirección.

Valga la parábola histórica, durante la II Guerra Mundial hubo insignes y emblemáticos generales tácticos y estratégicos  al lado de otros que fracasaron, precisamente, donde tenían el deber de no hcerlo: “Los peores generales de la segunda guerra mundial” (https://www.youtube.com/watch?v=N0wzfOVKbeU&t=95s), es una pieza de divulgación que así lo comprueba. Los hubo asombrosa y sonoramente fracasados a pesar de contar con superioridad numérica de soldados, buen apresto operacional e instrucciones claras y precisas para los eventos decisivos que los ocuparon.

A modo de ilustración, el estadounidense Marc Clark, por entonces, tuvo importantes ejecutorias severamente cuestionadas entre sus pares, cultivaba la prensa con el esmero de un ego hollywoodense y tomó apresuradamente Roma al concluir la gran contienda, intentando modelar un acto heroico y legendario. Gozando del favor de los medios, hizo promesas, produjo enormes expectativas, adelantaba una epopeya en cada gesto, pero – afortunadamente – de él no dependió el saldo final de la gran conflagración mundial.

Así en la guerra, como en la política, cultivar la incertidumbre en las propias filas cual extraño objetivo táctico devenido estratégico, irradiándolo hacia el enemigo, o adversario, tiene efectos contraproducentes, pues, antes de tiempo, habrá los que quieran caer antes de permanecer guindando por siempre luego de una explosión casi festiva de expectativas y promesas forjadas en no pocos ciclos de inactividad.  Cuestión meridional, ¿cómo hacer política, haciéndola? 

07/01/2025:

https://www.elnacional.com/opinion/de-un-regreso-arrepentido-a-la-politica/

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