CÓNCLAVE, CONCLAVEOS Y CONCLAVISTAS, O LA POLÍTICA IRREEMPLAZABLE
Luis Barragán
Teniendo la
fortuna de acceder al libro, leímos “Cónclave” de Robert Harris (Barcelona,
2016) antes de ver la película homónima de Edward Berger (2024), una mejor y más lograda
versión artística, cuyo protagonista - Ralph Fiennes – luce como un fuerte
candidato al Oscar. De trama, por
cierto, revelada por diferentes medios, incluyendo la Wikipedia, el espóiler
(término ya acogido por la Real Academia), es la mejor arma defensiva de
quienes – por ejemplo – nunca leyeron “Cien años de soledad”, ya saben aquello
del rabo de cerdo, importándoles un bledo la maravillosa construcción de sus
tramas, el tejido de sus vicisitudes y el buen humor que pavimenta la novela.
Lejos de
pretender un ejercicio crítico de la obra, deseamos señalar la más importante
característica de la interpretación de un novelista que ha tenido grandes
éxitos en el género de la política-ficción, y un cineasta que muy bien la
simplifica con escasas diferencias en relación a pieza que la inspira. Y es que
la política que fundamentalmente nos impone del irreprimible conflicto y la
búsqueda perpetua de soluciones, quizá por aquello de que un error suele
resolver otros errores, es el fenómeno ineludible: un esfuerzo metódico, con la
mayor pureza posible, demandando el auxilio del Espíritu Santo, para que los
cardenales elijan al nuevo sucesor de Pedro, es la tarea..
El cónclave
cuenta con una remota tradición de procedimientos para que sus miembros,
individual, secreta y solemnemente elijan al Papa, prohibiéndoles el inicial
intercambio de opiniones. Sin embargo, a medida que las distintas votaciones
fracasan, además, extremadamente formales por la gravedad de la materia que las
ocupan, progresivamente exigen del intercambio de información y pareceres, la
evacuación de las denuncias que el narrador sugiere (siendo y demasiado tarde
para la octava y definitiva consulta), la lógica aparición de aspiraciones
(añadida la tentación narcisista, como cualquier otra), y la conformación de
las tendencias que suelen cambiar en el curso de los sufragios.
Los cónclaveos
– permítanme la expresión – tienen el más transparente y firme propósito de una
limpia selección de compararlo con las miles que se hacen en la vida familiar y
ciudadana, respecto a las personas, el mundo y las cosas. Entonces, valga el
mensaje para los antipolíticos del patio, mal que bien la Iglesia Católica, con
sus errores y aciertos, ha ideado e implementado, en no pocos siglos, una
fórmula cónclava que, lejos de satanizar, reivindica el camino de una
democrática composición de las diferencias; e, importa anotarlo, anima a los conclavistas,
los pretendidos especialistas que urden en la opinión pública hasta las más
absurdas conjeturas, como si la institución eclesiástica fuese el territorio
exclusivo de todas las maldades frente a la bondad del resto de la humanidad
que la juzga desde una moralina despiadada.
El libro juega
con un desenlace sorprendente de muy escasas páginas, a tono con los temas de
una moda que se prolonga, previendo la sustitución de Francisco I que ojalá
tarde y mucho, compaginando con una prolija literatura de ficción y no ficción
de un pasado próximo, como “Vaticano 2035” de Pietro de Paoli, (Grijalbo, 2006), o más reciente,
como los libros de Vicens Loza (“Intrigas y poder en el Vaticano”, 2021; y “Vaticangate.
El complot ultra contra el Papa Francisco y la manipulación del próximo
cónclave”, 2023), publicados por Roca Editorial de Libros, Barcelona. En todo caso, el asunto en cuestión
constituye una oportunidad para ejercitarse en la lidia de la política
irreemplazable, esta vez, en Ciudad del Vaticano.
02/02/2025:
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