martes, 1 de marzo de 2022

Texturas

CONSECUENCIAS DEL VIRUS CHINO

Nicomedes Febres Luces

He perdido varios kilos en esta pandemia, lo cual me alegra pese a que he dejado de lado mis caminatas matinales por la cuarentena que me he impuesto para no contaminar al espacio público. Pasando el día con solo un bol de ensalada de frutas y acaso un par de galletas por todo consumo en 24 horas. Me alegra mucho pero no es consecuencia de mi fuerza de voluntad sino de la anorexia (falta de apetito) causada por el coronavirus. Quizás he tenido la suerte que el síntoma más llamativo que he sufrido es el cansancio y la somnolencia, cosas poco usuales en mí a quien educaron con los deberes de madrugar y bregar.

Por otro lado, el virus chino debe tener algunas consecuencias colectivas hasta ahora no descritas como es la indiferencia de la oposición contra los desmanes del régimen de maduro, es tanta que no dudo que ahora fortalecidos por la inoperancia de esa oposición, el chavismo se divida y alguien crea que hay un ala peor que la otra cuando todas las alas son unas lacras morales. Cada día estoy más convencido que la salida es militar y desde fuera, pues estamos ya al nivel de los sandinistas de ortega, la cual es peor que la peor tiranía bananera de Somoza o Trujillo que al menos no pretendían engañar a nadie.

Lo cierto es que la sensación que uno percibe es que los socialistas antidemocráticos de China y Rusia le están ganando la partida a los norteamericanos en su propio continente y eso es grave por cuanto ni la moral ni la reciedumbre son plantas que se desarrollan frondosas en unas sociedades tan estratificadas, de moral acomodaticia y mestizas como las nuestras, pese a que estos forajidos que gobiernan siempre tratan de culpar de nuestros males a las llamadas “elites” que ahora son ellos por el dinero y el poder que han acumulado favorecidos por el emigración de muchos venezolanos de bien y por el voto de los eternos arrechitos por todo y que siempre niegan su responsabilidad en todo.

Desde tiempo inmemorial tengo afición por el pueblo de El Hatillo, en la foto, cuando mi padre tenía allí su cuerda de cientos de gallos de pelea y yo era un niño. El pueblo tenía el tamaño actual pero rodeado de haciendas. Luego regresé en mi primera juventud acompañando a mi hermano en el afecto Manolo Álvarez que tenía allí un levante mayor que él y que era una fiera, pero tenían un par de hermanas también muy atacables. Luego vendría el desarrollo de la urbanización La Lagunita y perdí el contacto con los hatillanos. La carretera que le unía a Baruta era hermosísima rodeada de bambusales de cada lado que daban una hermosa sombra y con la chicharronera y la venta de cachapas en la entrada. Era una época sencilla y grata. 

Fuente:

https://www.facebook.com/photo/?fbid=10226074189022013&set=a.2324650196458

LA CUARENTENA

Nicomedes Febres Luces

No pocos autores clásicos han escrito sobre la vida en las diferentes epidemias de la historia, desde las Geórgicas escritas por Virgilio en la antigüedad clásica griega, hasta Petrarca que escribió El Decamerón sobre la vida y la cuarentena de un grupo de florentinos que huyen de la ciudad para escapar de la epidemia de peste negra del siglo XIV y se refugian en una hacienda cercana a Florencia, entonces el libro narra las peripecias del grupo integrado por siete mujeres y tres hombres y las historias que ellos narran e inventan. El otro que recuerdo haber leído sobre las epidemias es La Peste de Albert Camus, un libro atormentado que leí en la adolescencia y una de las columnas vertebrales del Existencialismo de la década de 1950. Recuerdo que lo leí con fruición, más por simpatía por Camus o por mi aversión a Sartre, un escritor comunista de aquella época que se dejaba querer por el Partido Comunista Francés y acusado de ser espía nazi quien mandó a varios intelectuales a los campos de concentración, según cuentan sus detractores, y luego fue exaltado por el marxismo europeo de la postguerra. En la literatura venezolana creo que quien mejor escribió sobre la coyuntura de la epidemia y la cuarentena fue Teresa de la Parra en Ifigenia, cuando María Eugenia Alonso y su familia se refugiaron en una hacienda en los Valles del Tuy para huir de la epidemia de Gripe Española de 1918 que asolaba a Caracas. Como renuncié con dolor hace muchos años a la literatura por razones de tiempo, espero que se me perdone alguna imprecisión pues escribo de una memoria de hace décadas. Lo cierto es que estoy también en cuarentena, más por responsabilidad con mis vecinos, al punto de ni entrar en el ascensor lo hago y me traen la comida y la colocan en el ascensor y yo la subo llamándolo. Vista las expectativas parecía suculento quedarse una semana leyendo a voluntad, pero lo cierto es que dormite mucho, leí ensayos y vi la peor televisión que recuerde. Desde la centésima vez que pasan a mi programa favorito que es Cazadores de Tesoros, o los programas de Quién da Más, o unos tipos que fabrican cuchillos y espadas, tema por lo demás detestable. La verdad es que la televisión por cable es pésima desde los programas sobre animales, o de veterinarios hasta los de carros, que son aún más detestables con unos tipos de aspecto delictivo que apuestan y corren carreras ilegales. Casi que me sé de memoria el nombre de los principales animales del Zoo del Bronx o el de San Diego. Y de los programas dedicados a Alaska que son los más frecuentes. Casi que adivino siempre que van a indicar el doctor Pol o la doctora Oakley a los animales enfermos que los visitan. Que mala está la tele por cable.

En la foto una imagen de la Sociedad de Damas de la Cruz Roja Venezolana durante la epidemia de Gripe Española de 1918 que se distinguieron por su abnegación en el ejercicio de la solidaridad social. 

Fuente:

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SOBRE ESCRIBIR

Nicomedes Febres Luces

La época de navidad es poco propicia para escribir cosas serias, luego seguida por la preparación de una conferencia sobre un tema inédito e importante como es la obra del doctor DeBellard, o el descalabro de la conservación del agua por una llave de paso en mi hogar y ahora con el Covid han hecho que me visiten poco las musas en estos días. Esta semana de enfermo he dormido más y he visto más la tele mientras pasa la epidemia. Ni siquiera revisar o alterar el orden de las colecciones de fotografías y documentos me ha inspirado. Leo viejas cartas de amor, manuscritos anónimos, recibos de hace más de un siglo, publicidades de volantes donde los archivos siguen creciendo. Esto de escribir y coleccionar pruebas de la vida corriente de la gente corriente en tiempos del general Gómez nunca se han escrito y no es lo mismo creer u opinar que saber y demostrar. Por ejemplo, esto de tener a mano la lista de socios del Club Venezuela o el Club Unión en documentos de época y su crédito es más importante para conocer la movilidad social de nuestra élite hace un siglo. Por supuesto, buscar, conseguir y ordenar y probar están lejos de ser igual a decir lo que uno cree. Por ejemplo, es más importante saber la historia del papel tualet en Venezuela que las crónicas del general Vergara Bolaños, personaje creado por mi para mostrar la exaltación del machismo. Acaso la historia de la poceta en Caracas no es más importante que la toma de la alcaldía de un pueblo lejano del interior a manos de unos facinerosos? Por ejemplo, ayer mientras pensaba sobre el adormecimiento del país en manos de maduro y la inexistencia de oposición la contrastaba con la cotidianidad de las dificultades de cada día que padecemos los venezolanos. Hay que desperezarse.

Por ejemplo, fue muy importante para las caraqueñas de entonces un personaje llamado Clementina Joud directora de la Compañía Francesa, una de las más importantes tiendas de ropa en una época cuando no se vendían vestidos sino telas para confeccionar trajes pues aún no existían ni siquiera las medidas esas de Large, Medium y Small. Caracas tenía entonces más costureras francesas que cualquier otra ciudad de Latinoamérica. O como a la bailarina Pavlova le regalaron hasta el apellido cuando vino a Caracas por ser la más afamada de entonces. Hasta el general Gómez le envió de regalo una pulsera de morocotas de oro que le entrego en su suite el presidente encargado de entonces Márquez Bustillos.

Fuente:

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LO QUE FALTA POR HACER

Nicomedes Febres Luces

Aparentemente ya estoy saliendo del Covid 19 gracias a Dios, posiblemente adquirido por la señora que trabaja por días en mi casa. Ella es una trujillana muy seria, muy correcta y muy tozuda de sesenta y tantos años, achaparrada, analfabeta que se niega a aprender a leer y escribir y es el centro de su familia. Intachable y cuidadosa, y limpiar mi casa no es tarea fácil. Nadie más diligente y seria que recuerde como empleada y estaba saliendo de una gripe, pero tenía que venir a trabajar pese a que Anapina le había pagado las semanas anteriores que estuvo de reposo para que estuviese tranquila. No se quitó el tapabocas nunca, ni yo me lo quité cuando la busque en el barrio Las Minas donde vive desde hace muchos años y yo me lo quité después que saber el resultado de su prueba. Viendo que estaba fañosa decidí llevarla a la clínica para hacerle la prueba de Covid, la cual salió negativa, pero aprovechando que estaba allí y por ser asmática hice que el doctor Qarisho mi neumonólogo de confianza la viese por el asma, en la zona habilitada a la entrada de la clínica y le mando su tratamiento, que compré antes de devolverla a su casa inmediatamente. En la tarde comencé a sentirme con una gran flojera y un pequeño escozor de garganta y 38 grados de fiebre. Al día siguiente regresé a la clínica y el examen nasal de la peste china salió positivo por lo que Qarisho me ordenó un tratamiento muy fuerte con un coctel de fármacos y reposo. Lo del reposo vino porque la flojera y el cansancio eran los síntomas principales, al igual que el insomnio. No puedo describir como es la flojera, porque es algo de otro mundo si el voltearte de lado en la cama es sentido como el gran esfuerzo del día, o bañarte cada día es una epopeya por el esfuerzo que significa. Súmele a eso el estar solo pues Anapina había salido de viaje por pocos días el día anterior, por lo que mi hermana, que es mi otro ángel guardián, me envió la gente de laboratorio y trajo comida que dejaba en el ascensor, que no uso sin mascarilla desde que está la epidemia del virus chino hace dos años, o cuando lo uso no respiro dentro de él.

En la vieja farmacopea de comienzos del siglo XX existían pocas medicinas como tal y sobraban los menjurjes de todo tipo. Casi todas las especialidades médicas tenían un arsenal mínimo y fue la aparición de la penicilina y el afán de lucro capitalista de Norteamérica y Europa lo que permitió elevar mucho el promedio de vida de la población en todo el planeta. Como aspiro a recrear aquella vida centenaria de la Venezuela de hace un siglo busco los medicamentos de entonces y algunos equipos médicos de época. En la foto está la Guía Terapéutica Astier originaria de Francia editada en 1928 donde se muestra el arsenal terapéutico de la época que me regaló mi estimado amigo Amado Villegas. Una suerte de guía terapeutica fundamental de la época. Gracias a todos mis amigos que me han llamado pendientes de mi salud. La lucha continúa. 

Fuente:

https://www.facebook.com/photo/?fbid=10226046658053756&set=a.2324650196458

EL SANTORAL

Nicomedes Febres Luces

Por estar en ese cruce de vías que son el arte, las antigüedades, la indagación histórica y en especial el curucuteo del cual soy magister me he topado con viejas y originales imágenes de nuestro santoral incluyendo las vírgenes, no las once mil, pero si algunas, en especial las advocaciones de la virgen del Carmen y la de El Valle. También de la Virgen de Coromoto, casi todas imágenes muy antiguas y muy bellas donde hay del siglo XIX muy grande con un par de indígenas topándose con ella apareciendo en la corteza de un árbol hasta reconocer la conversión de la Coromoto de virgen rubia en virgen mestiza. Hay imágenes también de santas que parecen haber pasado de moda como Santa Eufemia o Santa Irene. Algunas provienen de la colección de Chuchú y Beatriz Mayz que me las dieron. Por supuesto de José Gregorio Hernández hay varios objetos y de una manera tan particular que me conmueve. Al único que no le doy espacio es a San Gerónimo por haber sido inclemente con la sexualidad y en contra el disfrute de la mujer en el acto y el grupo incluye hasta una imagen de la virgen de los motorizados. Mi última adquisición fue de una imagen barroca de la coronación de la virgen del siglo XVII que se la compré a una amiga que se fue del país y tan bella que pude incluirla con dificultad cerca de mi cama, amén de escapularios antiguos comprados a Amado Villegas. También hay advocaciones de los santos que arribaron a Caracas hace un siglo como el Padre Claret, san Luis Gonzaga, la Madre Cabrini o Don Bosco.

La imagen del día es una vieja y muy grande imagen de la Virgen del Carmen para que nos bendiga a todos nosotros y nos proteja a los enfermos y desesperados de tantas asechanzas en la Venezuela de hoy. 

Fuente:

https://www.facebook.com/photo/?fbid=10226006307605020&set=a.2324650196458

Breve nota LB: Nicomedes Febres escribe a diario en Facebook. Es difícil seguirle el ritmo por dos o tres problemas básicos, como la señal intermitente y, desde hace  un tiempo para acá, el propio servicio eléctrico; la lentitud de la señal, y la falta de tiempo para traer los textos al blog. Así como hemos perdido archivos en esa red, ojalá no ocurra con los aportes de Nicomedes, quien - por cierto -  intentó trabajar durante el Covid-19 que le aquejó. 

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