HISTORIA PARLAMENTARIA DE VENEZUELA
Luis
Barragán
Ratificamos
una ya vieja preocupación en torno al desconocimiento de nuestra larga y rica
tradición parlamentaria, dolosamente olvidada en el presente siglo después de
la intensa campaña de desprestigio que tan injustamente fulminó al Congreso de
la República (“buque hundido”, festejó su último presidente), otrora referente
y testimonio cabal, eficaz y convincente del pluralismo político
venezolano. Solemos obviar que nacimos a
la vida republicana e independiente, gracias a la deliberación; ahora, víctimas
del proceso deconstituyente que ha entronizado el socialismo del siglo XXI, a
la caricaturización del texto constitucional se suma la asamblearia de probada
vocación subalterna, como tuvimos ocasión de denunciar en el hemiciclo (https://www.youtube.com/watch?v=tnbWq-tA_pQ).
Desde siempre, el dirigente político
y social estuvo formado en el debate libérrimo escenificado en los partidos y
gremios fundados principalmente sobre la razón esgrimida, siendo frecuente el
caso de un tránsito por los órganos deliberantes parroquiales, municipales y
parlamentarios, convertidos en escuela del compromiso y de la claridad a exigir
a nuestra representación ciudadana; y, aunque sabemos del quorum deficitario
que impuso la guerra de independencia a varios de los congresos convocados por
entonces, igualmente nos imponemos de una vigorosa opinión pública que nos hizo
contestatarios aún en las circunstancias más difíciles.
El bicameralismo venezolano lo
hicieron distintas generaciones coincidentes y confrontadas, andando los mismos
rieles de la violencia y de la búsqueda del desarrollo institucional,
incluyendo las constituyentes veraces y las simuladas, configurando sendos
temarios, enfoques y perspectivas que requirieron de la tribuna parlamentaria
para protocolizarse. Hubo continuidades
de las prácticas administrativas, así fuese traumática la ruptura política de
finales del siglo XIX, la de 1945 o 1958, sin llegar al asombroso quiebre de
2005, mal reinventando el parlamentario, hasta llegar a la reforma
administrativa de agosto de 2013 que extremó la centralización presidencial
asamblearia, perfeccionando la herencia de la constituyente de 1999 al zanjar
una distinción entre el cuerpo y la poderosa junta directiva.
A modo de ilustración, en distintas
épocas era inevitable que la materia militar rompiera también tabúes, a propósito
o no de los ascensos, como ocurrió con los debates de la cámara baja en las
postrimerías de 1969; se hiciera escuela con la discusión del Tratado de
Límites de 1941, o, en la misma década, confrontaran los dentistas prácticos y
los odontólogos que demandaron una exigente regulación del ejercicio de la
profesión; señalara un hito la polémica de la Ley de Hidrocarburos de 1943,
como ocurriera con la reformas penales y procesales de los ´50; la primera
suspensión de las garantías de la reciente y celebrada Constitución marcara
pautas para los congresistas que concluyeron la sesión al día siguiente, sin
que triunfara la táctica de agotamiento contra la coalición oficialista, en
1961; el intenso intercambio de pareceres que no dio con la aprobación unánime
del Acuerdo de Ginebra, por 1966, el mismo año en el que hubo una suerte de
huelga de brazos caídos al pretender el gobierno imponer la reforma tributaria;
la extraordinaria pedagogía proyectada por la sola consideración de las leyes
nacionalizadoras del hierro y del petróleo, a mediados de los ´70; la
espectacularización de la asonada de 1992 en ambos hemiciclos, deslizándonos
hacia la monumental y bien orquesta difamación del Congreso, borrando por
completo una superior instancia para la
recepción y tramitación de las denuncias de violación de los derechos humanos y
de la corrupción administrativa. Digamos que las más variadas materias supieron
de la experticia de la corporación legislativa, por cierto, con más de ciento y
tanto de años de una fuente periodística especializada que hoy olímpicamente
ignoramos, por no hablar de las diferentes comisiones permanentes y especiales:
alcanzamos una perfectible doctrina parlamentaria que desafiaba las agresiones
a la sede, como ocurría frecuentemente con los grafiteros de la insurrección
que no comprendieron a tiempo la derrota, garabateándola enfermizamente, como
en 1967.
Concebir
y ensayar una historia parlamentaria de Venezuela reclama del especialista un
compromiso desde temprana edad para tan compleja tarea que significa profundizar
en las más decisivas motivaciones de nuestra vida política institucional e
institucionalizable, incompatible con el pretorianismo, según la vertiente
teórica que adopte. Los diarios de debates resultan naturalmente fundamentales
para el escrutinio, forzando a la complementación de otras fuentes
documentales, convertidos el Archivo General de la Nación y, el hasta el
momento, los intocables expedientes de todos y cada uno de los partidos que
llevan los organismos electorales, en un elemento clave para desentrañar la
dinámica oculta del poder y sus aspirantes. Son harto numerosos los aspectos a
tocar, como la nómina de los senadores y diputados que hemos tenido, asimilados
los asesores y empleados de reconocida trayectoria; las
mayorías simples y calificadas, con la
contabilidad de las asistencias; la labor en las sesiones plenarias y en las
comisiones permanentes y especiales; los
discursos, la representatividad social, el traslado y hospedaje en la ciudad
capital, la formación académica, la correlación de fuerzas políticas, el
quórum, la consistencia de los recursos materiales disponibles, el audio y disposición del mobiliario en los hemiciclos,
las fracciones parlamentarias, son otros de los aspectos específicos a tratar.
Sumemos los casos de allanamiento a la inmunidad parlamentaria: todo sugiere
una pesquisa de los más rigurosos procedimientos que no son precisamente los
que caracterizan la materia en esta centuria; o la suerte de los taquígrafos
que gozaron de gran estabilidad laboral, sin que, desde hace varios años, el
transcriptor esté presente en la cámara para apreciar hasta las anécdotas e
interjecciones proferidas. Desconocemos
la actual suerte de los archivos administrativos acumulados por más de un
siglo, aunque infructuosamente intentamos accederlos tiempo atrás (https://www.youtube.com/watch?v=daAf18tfy2M).
Hasta finales del ´XX, distintas
instituciones académicas y organizaciones no gubernamentales, nacionales y
extranjeras, acostumbraban a contactar a los legisladores para encuestarlos,
apreciar sus trayectorias, develar
iniciativas legales, constatando una ciertamente escasa literatura en torno a
la corporación legislativa, su naturaleza y alcances, exponiendo un completo
mapa sociológico que los cruciales jefes de las diferentes bancadas tenían
igualmente claro para el desenvolvimiento táctico y estratégico en la
respectiva cámara de sus tormentos. En el ´XXI, parece no haber interés en el
perfil de la membresía asamblearia, acaso, por la radical simplificación
derivada de un régimen de comprobadas aspiraciones totalitarias, entre otros
factores que apuntan a un desmejoramiento generalizado de los cuadros
dirigentes.
Importa también la sede legislativa y
su ubicación, pues, ella que también albergó las fracciones parlamentarias
hasta que las mudaron al edificio La Perla y luego al de Pajaritos, y ostentó
una barbería a principios de los ´60, nos advierte el gravísimo problema de la
custodia que ha sabido de varias etapas (http://www.estudiosconstitucionales.com/REDIAJ/1225-1234.pdf). Por siempre y aún en los períodos de
mayor violencia, fue libre el tránsito entre las esquinas de Las Monjas y San
Francisco que albergan el histórico Capitolio Federal Legislativo;
significativamente, hoy, el otrora bulevard no lo puede transitar el ciudadano
común, convertido en un estacionamiento de los privilegiados, con la fealdad de
barreras antes inconcebibles.
Imposible de lograr una versión absolutamente
neutral, el estudioso que tenga a bien adentrarse en el proceso histórico del
parlamento nacional o estadal venezolano, suscribirá una determinada corriente
epistemológica que ojalá alumbre a la ciudadanía en la lucha infatigable por
reconquistar la libertad y la democracia. Por lo pronto, en nuestro caso,
apenas, aficionados a la historia, ha de significar la interminable
construcción del sentido común (http://www.estudiosconstitucionales.com/REDIAJ/209-247.pdf).
Valga acotar, Pedro Emilio Coll fue
presidente del Congreso Nacional en los tiempos de Juan Vicente Gómez. Así,
Paul y su diente roto también ocupó una curul.
Fotografía: LB, Caracas (2017).
06/12/2022:
https://www.elnacional.com/opinion/historia-parlamentaria-de-venezuela/
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