LAS VIGAS DE UNA ECONOMÍA QUE YA NO DICE DE SÍ
Luis Barragán
El
insustancial incremento salarial recientemente
anunciado, preámbulo de la
seguidilla característica de todos los años, constituye una afrenta para el
venezolano del que se burlan incansablemente, aunque está muy consciente de una
medida que sólo agrava su situación.
Siendo éste el propósito, huelga comentarlo, se extiende la soporífera retórica
constitucional y legal que contrasta con una radical flexibilidad laboral ya en
los confines del Estado Criminal que levanta sus cañones por doquier, con
desprecio de la economía y de sus oficiantes.
El deliberado ocultamiento de la
realidad, la temeraria tipificación penal que ensaya para dar cuenta de quienes
logren apenas decodificarla, incluye la sospecha de todo esfuerzo académico,
sistemático, coherente y profundo de reflexión que, además, sea útil para la
vida cotidiana. De modestas o
extraordinarias dimensiones, el comerciante,
industrial o banquero deberá navegar a perpetuidad por aguas inciertas, sin
noción de las más elementales cifras
oficiales, o el exitoso demandante en materia laboral tendrá que esperar ad infinitum por la información
requerida al Banco Central sobre la tasa de inflación, haciendo inejecutable la
sentencia, recorriendo el circuito
absurdo de las mafias que se tienen por científicas
ellas mismas.
Así como prácticamente no los hay en
términos políticos, carecemos cada vez más de un pensamiento y un discurso
económicos, faltando poco, alternativos. Atrás
quedan los periodistas especializados en la fuente, como los propios
economistas que solían publicar sus columnas y conceder largas entrevistas en
los medios impresos, sin complejo alguno por los términos empleados: al menos,
antes, aún en los mercados municipales, se escuchaban expresiones como crawling
peg, intentando refutar el vendedor al comprador que se le resistía con un
cierto gesto de corredor de bolsa, por cierto, tan socialmente cotizado por
entonces.
No contamos con una industria
editorial que ancle determinados temas en la opinión pública, engavetadas
centenares de tesis de (post) grado y de ascensos, por siempre, presumidas como
novedosas. Por airadamente marxista que se diga el régimen, la escuela vive su
peor y quizá postrera etapa, reinventándose galáctica: ni siquiera el
investigador puede recurrir a los registros y notarías para identificar a la
augusta y actual oligarquía del dinero, como alguna vez lo hizo Domingo Alberto
Rangel, por lo que debemos esperar al reporte esporádico de la banca
internacional (v. gr. Credit Suisse), víctima de las filtraciones o de la
llamada inteligencia de código abierto, trastocado el socialismo en un asunto
exclusivamente criminológico y criminalístico.
Esta centuria es la de una pobreza inaudita que asoma distintos cañones, como las vigas visibles de una casa de barriada, en la carretera vieja de Caracas a Los Teques, eternamente en construcción, esperando por más habitaciones para alquilar, dejando atrás la parcela por la que pagaron, quemaron y limpiaron sus dueños para el rancho precursor. O las invisibles que se suman al insólito tráfico inmobiliario en las áreas marginales, hechas por todos los ministros de hacienda o finanzas, incluso, de nombres olvidados, algunos seguramente esperando por regresar al país en reclamo de sus luchas contra un régimen al que tanto contribuyeron a estructurar, empobreciéndonos moralmente aún más.
Fotografía: LB (15/02/2022).
08/03/2022:
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