Domingo 4ABC-C Pascua 8 mayo 2022
“Mis ovejas escuchan mi voz” (Juan 10, 27-30)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Buen Pastor)
José Martínez de Toda, SJ.
Jesús tuvo un gran éxito con las
masas. Pero los escribas y fariseos lo odiaban a muerte. ¿Por qué esa
diferencia?
Efectivamente.
Las masas venían de lejos a escucharle: de Siria, de Jerusalén… Y decían
admiradas: “Nunca nadie ha hablado como Él.”
El evangelio de Juan
narra el ascenso en popularidad de Jesús con muchos milagros realizados desde
las Bodas de Caná (Juan 2) hasta la Multiplicación de los Panes (Juan 6).
Pero, después de tanto
prestigio popular, se produce un claro enfrentamiento entre Jesús y los líderes
judíos. ¿Envidia? ¿Miedo a perder poder?
¿Miedo de que los fuera a
reemplazar?
En este contexto Jesús les presenta la bella Parábola del Buen Pastor (Juan 19, 1-18).
¿Qué dice esta Parábola?
Hay
que recordar que en tiempo de Jesús, los pastores, que tenían sus propios rebaños,
los llevaban a pasar la noche a un gran redil, que
era custodiado por uno o varios guardas. Por la mañana, cada pastor llamaba en
el redil a sus ovejas, salían alegres con él, porque las conducía a los mejores
pastos.
En este contexto Jesús explica la
Parábola:
«Las ovejas escuchan la voz del Buen Pastor,
y él las llama una por una y las saca fuera a pastorear. Cuando ha sacado todas
las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
Pero no seguirán a un extraño y ladrón, sino que huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños… El ladrón no viene más que a robar, matar y
destruir…
Yo en cambio he venido para
que tengan vida y la tengan en abundancia.
Yo soy el buen pastor. El buen
pastor da su vida por las ovejas.
Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa.» (Juan 10, 1-18).
¿Por qué eligió la figura del Buen Pastor?
Este es un título bíblico. En la
Biblia se dice que
Dios es como el Pastor de su pueblo (Ez 34; 36; Jr 23 y
el salmo 23).
Este título se
aplicó primero a los jefes de Israel, como David, que debían actuar como un
Pastor puesto por Dios. Pero, como muchos reyes de Israel no se preocuparon
realmente de las ovejas, sino que se aprovecharon de ellas, Dios prometió que Él
mismo vendría como Mesías a cuidar a su pueblo, a proveer a sus necesidades y a
administrarle verdadera justicia (cf Ez 34,11-31).
Desde el profeta Miqueas (Miqueas 2, 12-13)
comienza a abrirse paso en la mentalidad israelita la idea de un mesianismo
de los pobres, en el que un «resto» del pueblo de Israel, cautivo en
Babilonia, es el portador de las promesas mesiánicas del Reino (Sofonías 3,
11-13).
Y Jesús se reconoció en ese mesianismo pobre
y no en el mesianismo triunfalista que esperaban otros sectores de la
sociedad de su tiempo, como los líderes judíos y muchos otros.
De esta forma Jesús, al llamarse ‘el Buen Pastor’,
reivindica para sí el lugar del Mesías y de Dios. Él es el pastor enviado por
Dios para visitar y buscar sus ovejas perdidas. Es Dios revestido de amor que
viene a recibir a todos los hijos pródigos. Y por extensión es el nuevo pastor
del nuevo pueblo de Dios, de su Iglesia, de todos, aun de los que viven fuera, de
los perdidos, de los que no tienen pastor. A todos los quiere salvar y cuidar.
¿Por qué los líderes judíos son
como los ladrones y asalariados? Es una acusación muy grave.
Los ladrones y bandidos no pueden
soportar a un buen pastor, porque un buen pastor no les deja cometer sus
fechorías.
Los líderes judíos vienen a Jesús no para buscar la verdad, sino para entramparlo, desprestigiarlo y condenarlo. Buscan su destrucción. No les interesa el bien de Jesús ni el de sus seguidores. Lo que pretenden es que los seguidores de Jesús lo abandonen.
Jesús dice también que hay otras voces distintas a la suya. ¿Cuáles son estas voces?
La voz del dinero, de la corrupción, del sexo
extramatrimonial, de la mentira, de los falsos amigos, de los miedos y
apetitos, la voz de la rabia y la rebeldía, de la injusticia y de la muerte, la
voz de los santeros…
Éstas son voces tentadoras, que desvían a la
gente, y no hay que hacerles caso.
<Cuentan que Ulises, cuando regresaba a su patria Ítaca, preparó a su tripulación para evitar la música de las sirenas tapándoles los oídos con cera; deseoso de escucharlas él mismo, se hizo atar a un mástil para no poder arrojarse a las aguas a oír su música. (Odisea (XII, 39).
¿Cuál es la
verdadera voz?
La de Jesús, que nos ama y nos llama.
Él es la Palabra. Este Hijo de Dios se hizo hombre (1,14) para dar a
conocer a Dios-Padre (1,18) y darnos vida en plenitud (10,10), la vida eterna.
Él se preocupa de los más débiles,
de los enfermos, de la oveja perdida, de cuando tenemos problemas.
Nosotros
obtenemos la
vida eterna creyendo en Jesús, y acogiéndolo en nuestra propia vida, teniendo
una duradera y fructífera relación
personal con él (15,1-17).
De esta forma nos capacita para convertirnos en
hijos adoptivos de Dios (1,12-13). Él nos habla.
El comienzo de una amistad y de un amor está
siempre en la escucha de una palabra, de un saludo, de una invitación.
La escucha es el abono que hace fértil una relación humana y también una relación divina.
Fuente: Correo electrónico.
Ilustración: Julia Stankova.
Fotografía: LB, vitrales de María (Iglesia de la Coromoto, Caracas, 08/05/2022).
Misa: Cardenal Baltazar Porras: https://www.youtube.com/watch?v=m_pLwyugygo
Homilía: Mons. José Ignacio Munilla: https://www.youtube.com/watch?v=3Dd8hJE7a7I


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