Domingo 33C TO 13 noviembre 2022
“No tengan miedo” (Lc 21, 5-19)
(Diálogo sobre el Evangelio
de hoy:
Destrucción del templo)
José Martínez de Toda, SJ.
Era importante para los judíos el
Templo de Jerusalén. ¿Quién lo destruyó?
Hubo tres templos en
Jerusalén, que fueron destruidos uno tras otro:
El primero lo construyó Salomón, pero fue destruido por el segundo
ataque babilónico en 587 a.C. Cuando los judíos volvieron de su cautividad
en Babilonia, construyeron el segundo
templo – una tremenda obra de fe, pero inferior al templo original.
Herodes destruyó este templo en el año 20 a.C. para construir el tercer templo, el del tiempo de Jesús, que no se completó hasta el año 63 d.C. Estaba situado en un lugar prominente en Jerusalén, tan alto como un edificio de quince pisos. Josefo dice: “Todos los lados del templo estaban cubiertos con planchas de oro; por ello brillaba como una bola de fuego en cuanto salía el sol. Cuando la gente intentaba mirarlo, tenían que apartar la vista, como la apartarían de los rayos directos del sol.”
¿Y los judíos estarían
orgullosos de su templo?
Así es. Además los judíos estaban obligados a ir al templo a orar y a hacer sus sacrificios. Lo veneraban porque allí estaba la Presencia de Dios. Era el edificio y el lugar más importante para ellos, el más lleno de historia. Era algo muy querido. Pero Jesús siempre comentaba todo lo que se decía a su alrededor y dio su opinión sobre el templo.
¿Y qué comentó aquí Jesús
sobre el templo?
Él ya había aclarado a la
Samaritana, junto al Pozo de Jacob, que llegaría un día en que a Dios no se le
veneraría ni en el templo de Jerusalén (de los judíos) ni en el de Garizim (de
los samaritanos). Se le veneraría sin necesidad de templos ‘en espíritu y en verdad’.
Y anuncia que el templo judío
no era un supremo valor. Anuncia que sería destruido:
-
“Días vendrán que no
quedará piedra sobre piedra” (v. 6).
Lucas, en los Hechos de los
Apóstoles, describe tres levantamientos contra los romanos: Theudas dirigió una
insurrección desastrosa de cuatrocientos seguidores (Hechos 5:36). Judas
el galileo hizo lo mismo (Hechos 5:37). Un egipcio, que quedó sin nombrar,
también dirigió cuatro mil seguidores en una insurrección (Hechos 21:38).
La profecía de Jesús de que Jerusalén caería, se cumplió en el año 70 d.C., cuando los judíos se sublevaron otra vez contra los romanos, que asediaron la ciudad. Ésta al comienzo servía de refugio para sus ciudadanos, pero se convirtió en una trampa a medida que se apretó el asedio. Hubo canibalismo. La mayoría de ellos murió; el resto fue tomado en cautividad; y el templo quedó completamente destruido por las tropas de Tito Flavio.
¿Quedan hoy algunas ruinas?
Hoy sólo queda el Muro de
las Lamentaciones. Y en la TV vemos a los judíos orando frente a ese muro, y meten
sus oraciones escritas entre las grandes piedras cuadradas.
Esos días de revueltas y asedios fueron de mucho sufrimiento y tensión, también para los cristianos.
¿Qué recomienda Jesús, cuando habla de la
destrucción de Jerusalén y de su templo?
En el
reino de Dios que Él inaugura, ya no se necesitará templo, ni ciudad santa,
ni sacrificios, porque toda la humanidad es el gran templo de Dios. Dios está en el Templo, pero también en la gente de carne y hueso. S.
Pablo nos recuerda: “¿No saben que Vds.
son templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en Vds?” (1Cor 3:16). “¿No saben Vds. que su cuerpo es templo del Espíritu Santo dentro de ti?”
(1Cor 6:19).
Así
pues, somos tan sagrados como el templo. Dios habita en nosotros.
¿Qué consejos da Jesús para el tiempo de
persecución y para los días de sufrimiento y tensión?
Jesús no
responde a los discípulos a su pregunta de cuándo iba a ocurrir todo aquello.
Jesús se preocupa más por ‘cómo’ vivir, sobre
todo antes del encuentro definitivo con el Padre, qué hacer en tiempo de persecución. Y Jesús nos
da estas seis recomendaciones:
1ª “Cuidado con los falsos profetas, que tratan de engañarles”.
2ª “Cuando oigan de guerras y revueltas, no se espanten, no teman”. (v. 9).
Aunque el templo haya sido
destruido, Dios no deja de construir su Reino, no permite que su pueblo,
reunido por Cristo, sea presa del pánico.
3ª “Les echarán mano, les perseguirán, entregándoles a los tribunales y a la cárcel, y les harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre; así tendrán ocasión de dar testimonio”.
Pero, ¿son perseguidos hoy los cristianos?
Ahí están los jesuitas de
El Salvador, Lucho Espinal sj en Bolivia, Vicente Cañas sj (1987) y la Hna. Dorothy Stang (2005) en Brasil,
Dietrich Bonhoeffer en Alemania, y otros muchos en Sudán, en Irak y en la
India.
Lo importante es ser
testigos del verdadero Señor de la historia, sus siervos fieles que saben
esperar, soportar, perseverar en el trabajo humilde y sencillo de cada día (Lc
17, 10).
Sin perder de vista el futuro de Dios,
tenemos que enfocar el presente y vivirlo en el servicio y en el compromiso, en
la lucha y en la oración.
4 “Les daré boca y sabiduría, a la cual no podrán resistir ni contradecir
todos los que se les opondrán” (v. 15). Los cristianos no deben preocuparse por lo que dirán,
porque Jesús les dará palabras invencibles de sabiduría, a las que los verdugos
no sabrán qué responder.
5 “Ni un cabello de
su cabeza se perderá” (Lc 21, 18; cf 12, 7). Es una palabra de aliento. La
capacidad de aguante se hará manifiesta en la del martirio (cf Esteban en Hech
7, 59), en la paz a la hora de la disidencia doméstica y en el deseo de dar la
vida por el Señor.
6 “Con su perseverancia salvarán sus almas”. Jesús promete que Él estará con nosotros en nuestro sufrimiento y que el “orden”
actual de las cosas puede cambiar.
Fuente: Correo electrónico (Román Mendoza).
Ilustración: Laur Iduc,
Misa Cardenal Porras: https://www.youtube.com/watch?v=Nbeedaa7n7E
Padre Peraza: https://www.facebook.com/arperaza/videos/1071325236821109
Padre Martín: https://www.youtube.com/watch?v=-f_Fuo0AaO4

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