DE LA (DES)INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Luis
Barragán
Razonamiento
exageradamente simple y potencialmente simplista, en este lado del mundo no
creamos la inteligencia artificial (IA). Y, aun siendo increíblemente más
elementales, requerimos de la digitalidad y ésta, consabido, depende de un
organismo estatal que enteramente la autoriza y fija sus alcances.
Cuestionando
el mito, hay encuestas indicadoras de una brecha digital que no es tan grande
como solemos creer, quizá debido a la masificación de la telefonía móvil en
todos los estratos sociales e, incluyamos, la mínima asistencia tecnológica
para realizar los trámites gubernamentales, por cierto, más de las veces
rentable al darle otra dimensión a la gestoría como oficio. No obstante, mañaneros, algo reveló observar a
un par de escolares que evitaron dañar lo que evidentemente fue su tarea, en
medio de una atestada unidad de transporte público: excepto que la intención
haya sido la de adiestrarlos manualmente, sus láminas de anime informaban de la
IA con pequeñas cajas, ni siquiera de colores, adheridas y trazadas por
marcadores con letra de personas adultas.
De
un modo u otro, abaratándose, la IA llegó al país asociada a distintas y
accesibles aplicaciones que también tienden a evitar la contratación de un
diseñador gráfico, por ejemplo. Y, muy probablemente, dispensará a muchos de
sus obligaciones académicas, añadidos los más avispados tecnócratas que la
dirán necesaria para solventar todos los problemas del mundo propio y ajeno.
Apenas,
concluimos la lectura pedefeana del
último libro de Javier Cercas llamado “El loco de Dios en el fin de mundo”
(Random House, Barcelona, 2025), y no resistimos la tentación de consultar al
dispositivo inteligente: no sólo nos ofreció un extraordinario resumen, sino
que éste varió de acuerdo a la perspectiva solicitada. E hicimos el ocioso
ejercicio de vincularlo con un clásico como Jack Copeland y su introducción
filosófica a la IA de 1993, dándonos pistas sin mayores detalles, en torno a la
trascendencia, consciencia y el sentido de la existencia, pero –muy natural –
resultó extraordinariamente superior la lectura del libro que, valga la
necesarísima acotación, fue algo así como IA en físico de otros tiempos.
Hay
una experiencia y vivencia de la lectura profunda y derivante,
extraordinariamente sugestiva, en comparación con la muy concreta y práctica, útil
y compacta versión que el actual mecanismo de la IA aporta. Y, es de suponer,
que así como a los seres humanos puede faltarnos y nos falta un tornillo, a la
herramienta digital ha de ocurrirle algo similar, comenzando por el sentido, la
orientación, el propósito que le concedan sus numerosísimos y continuos
programadores, voluntaria e involuntariamente.
Igualmente,
lo que podríamos llamar la desinteligencia artificial puede
conducir a errores, confusiones, falsificaciones, sesgos u otras fallas del
sistema que nos lleve a respuestas, enfoques y consideraciones inesperadas,
absurdas o francamente delictivas. Sentimos que la opinión pública en
Venezuela, todavía no acusa recibo de la IA y, menos, discute su naturaleza y previsibles
consecuencias, pareciéndonos normal que haya niños que se enteren del asunto
por una metáfora artesanal antes que por el manejo de unas redes distintas a
las que telefónicamente distraen a los adultos en casa.
Ilustración: Karen Barton, "Gold Screw".
14/04/2025:
https://opinionynoticias.com/opinioncultura/42747-de-la-des-inteligencia-artificial
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