MÍNIMA ESCOLARIDAD
Huelga preguntar, ¿quién puede negar el extraordinario
progreso de la educación y de la profesión docente en la era del puntofijismo? ¿O, acaso, la
alfabetización, el dominio de las operaciones aritméticas básicas y los propios
modales de un civismo necesario, no tendieron a dominar en aquella Venezuela ya
definitivamente urbana?
En una ocasión, alguien muy indignado tomó un video de
los recolectores que recogieron la basura de la calle con una bandera nacional
para echarla al camión. Y, aunque la indignación se justificaba y la viralidad
resultó en el apresamiento de los humildes y desesperados trabajadores, nadie o
muy pocos se detuvieron a pensar no sólo en las precarísimas condiciones con
las que realizaban sus labores, sino en la directa exposición a cualesquiera bacterias
tan desprovistos de mascarillas, y la segura como temprana desescolarización de
quienes no tuvieron oportunidad de asumir la importancia y trascendencia de un
símbolo patrio.
Además, no por casualidad, es muy frecuente tropezarse
en los espacios públicos y comunes, pues, no todos los transitan por la derecha
como una elemental garantía de efectiva circulación, por no mencionar a las
personas atravesadas, las que se paran a conversar obstaculizando el paso y,
esto, ocurre aún – así no lo crean – en las pistas para el entrenamiento
deportivo. Sin lugar a dudas, algo pasó en las aulas de una infancia no tan
remota que no enseñó, al menos, con suficiente terquedad para garantizar un
mínimo de convivencia.
Nos sorprende cuán lejos llegan los hurtos menores,
por decirlo de alguna manera, porque es todo un pendejo aquél que no pueda
estirar la mano y quedarse con algo perteneciente a otro, desde un llavero o un
par de cambures hasta el chip de un celular que le permita operar una cuenta
bancaria ajena. Es nuestra la impresión de una reinante moralina que esconde la
cruda realidad de una conducta también perversa, no corregida en el hogar y, a
lo sumo, simulada en la escuela.
Viene al espíritu la preocupación con motivo de la homilía del primer día de los corrientes, durante la Misa en la Solemnidad de Todos los
Santos por el Jubileo del Mundo Educativo en la que León XIV proclamó a san John Henry Newman como Doctor de la Iglesia y copatrono de la educación junto
a Santo Tomás de Aquino. Y, específicamente, la Carta Apostólica intitulada “Diseñar
nuevos mapas de esperanza” (*), con la cual se puede coincidir y discrepar,
pero mal síntoma sería la generalizada indiferencia que suscita su aparición al
igual que otras noticias sustanciales desechadas por las miles de falsas conjeturas
políticas que se cuelan en el natural debate venezolano.
Nada casual es el incremento de la matrícula escolar
en el sector privado que nos permite presumir a pepa
de ojo que hay padres y
representantes que no son creyentes, pero procuran una escuela católica o afín
para la prole. Hasta donde es posible pagar el colegio, inscriben a los
muchachos y se verá después cómo hacer hacer con las mensualidades: así no
asistan a las misas dominicales, como es de suponer al tratarse de una institución
religiosa (la obligación moral de hacerlo), lo importante es que los muchachos tengan una
formación mínima en principios y valores que no da tiempo de dar o es imposible
darla en un hogar de sobrevivientes.
El resto de los que no pueden costear la educación de
los niños como quisieran, los arriesgan expuestos a los antivalores enmascarados,
al aparente aprendizaje de los conocimientos indispensables, a una emocionalidad
frágil y cómoda. Prevost marca un rumbo para un debate necesario de legos y
entendidos en la medida de lo posible, capaces de proyectar y responder al caso
venezolano.
02/11/2025:
https://lapatilla.com/2025/11/02/luis-barragan-una-minima-escolaridad/
Ilustración: Kyoung Hwan Kim.
Cfr. Texto de Isabel Pereira Pizani en torno a la educación y el pronunciamiento del papa León XIV:
https://www.elnacional.com/2025/11/leon-xiv-la-tarea-educativa-en-busqueda-de-verdad-y-de-sentido

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