“La paz les dejo, mi paz les doy” (Juan 14, 23-29)
José Martínez de Toda, SJ.
En este evangelio Jesús parece
que se está despidiendo. ¿Qué les dice a los Apóstoles?
Eso fue en la Última Cena. Había un ambiente
tenso. Jesús dice que alguien lo va a traicionar…, y que su muerte es inminente. Pero Él se preocupa más de sus discípulos que de sí
mismo. Jesús les había dicho:
- “Ya no les llamaré siervos, sino
amigos”. (Juan 15:15). “No les dejaré huérfanos.” (v. 18).
Ahora les concretiza cómo responder a ese amor. Y les dice:
-“El que me ama, guardará mi palabra”.
¿Y qué es lo más importante en
la Palabra de Jesús?
El amor. El nos dijo:
“Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros”.
Amor es el centro de la palabra
de Jesús. Guardar la palabra de Jesús significa, al mínimo, amarse uno a
otro.
Y nos promete a Alguien, que nos ayuda a
amar, a actuar según su Palabra y a actuar como Jesús
actuaría en nuestro lugar. Él es el Espíritu
Santo:
-
“Él les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he
dicho.”
Jesús ha enseñado mucho a los discípulos, pero ellos solo lo comprenderán por completo después de la resurrección. Entonces el Paráclito, el Espíritu Santo, les ayudará a recordar las enseñanzas de Cristo y a interpretar esas enseñanzas según la situación que se presente. El Paráclito, que está a su lado día y noche, clarificará todo. Esto no significa que hará nuevas revelaciones, sino que les recordará a los discípulos todas las cosas que Jesús les había enseñado.
Pero, en un grupo de cristianos,
habrá opiniones diversas. ¿Cuál será la del Espíritu Santo?
Jesús no habla aquí a individuos
en singular, sino en plural: a la comunidad, a la Iglesia. El Espíritu Santo ha
sido dado en primer lugar a la comunidad, a la Iglesia, y a través de ella a
cada individuo en el bautismo.
La 1ª Lectura de hoy nos dice cómo se
resolvió el primer conflicto de la Iglesia primitiva. La pregunta era: ¿Se debe
circuncidar a los paganos, que se conviertan al cristianismo?
¿Qué es la circuncisión?
Es
remover la piel que cubre la punta del pene. Se hacía
generalmente a todos los niños judíos. En el Antiguo Testamento era el signo de
la Alianza de Dios con su Pueblo.
La discusión surgió, porque muchos
no comprendían todavía que, en el Nuevo Testamento ya no funcionaban leyes como
la de la circuncisión, pues Dios nos había dado la salvación en su Hijo Jesús,
a quien recibimos por la fe independientemente de las obras de la Ley. Por eso
exigían a todo el que quisiera convertirse a la fe en Jesús que fuera
circuncidado.
Por ejemplo en Antioquía, lejos
de Judea, crecía el número de paganos, que se convertían al cristianismo. Y
estos nuevos cristianos lo que querían era ser de Cristo, no hacerse judíos.
Para complicar las cosas, <vinieron
algunos cristianos de Judea que repetían a todos: ·"Si no se circuncidan
según la ley de Moisés, no pueden salvarse">.
En aquella Iglesia de Antioquía
estaban Pablo y Bernabé, que se oponían a tales planteamientos, y no se llegaba
a un acuerdo.
Entonces la Iglesia de Antioquía
decidió enviar a Jerusalén a Pablo y Bernabé, que defendían la no circuncisión,
y a algunos de los que la defendían. Allí consultarían a los Apóstoles y
presbíteros para resolver la cuestión.
¿Y cuál fue la
respuesta?
En Jerusalén se celebró lo que se
conoce como el “Concilio de Jerusalén”.
Después de fuertes discusiones, hicieron
oración y respondieron así:
"Es decisión del Espíritu Santo y nuestra también no imponer ninguna
carga innecesaria".
Y la circuncisión de la carne
quedó abolida como obligación para siempre entre los cristianos.
Eso pasó hace casi dos mil años. Y
de ahí podemos concluir que, en los conflictos, lo importante es buscar siempre
la unidad en lo esencial. Y lo esencial es Cristo. Él es el fundamento de
nuestra vida y la piedra angular de nuestra comunidad.
Si eliminamos a Cristo, todo el edificio se viene abajo. Cristo es la cabeza del cuerpo, de la iglesia, dice San Pablo.
¿Cómo resolver hoy día en la Iglesia los desacuerdos?
Antes que nada no
asustarse de que haya diferentes opiniones en la Iglesia. Y se acude a la oración humilde, al discernimiento comunitario, al respeto mutuo, al
diálogo y a la paz.
En la Iglesia no puede haber odio, división… Eso no es cristiano.
El mismo Jesús nos trae la paz: “La paz les dejo, mi paz les doy”.
Es parte de su
testamento. Jesús tenía poco que dejar.
Hasta sus ropas pronto se las sortearán los soldados durante la
crucifixión. Pero había una cosa que sí podía dejar: la paz, un regalo verdaderamente poderoso.
Pero no es una paz
de los sepulcros, una paz impuesta.
En tiempo de Jesús, en
el mundo estaba la Pax Romana. Pero era una paz fundada en la
fuerza militar y en la represión. Y el pueblo se callaba por miedo, se hacía
autocensura, porque, si decía lo que pensaba, era encarcelado o eliminado.
En cambio, Cristo
ofrece la paz verdadera; una paz fundada en la justicia, una paz que realmente
promueve la dignidad de la persona y que se construye mediante la verdad y su
expresión libre.
Fuente: Correo electrónico.
Ilustración: Paulo Medina.
Fotografía: Santa Rita de Casia, Iglesia de La Coromoto (Caracas, 22/05/2022).
Reflexión del P. Arturo Peraza: https://www.facebook.com/arperaza/videos/573778547671931/
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