CANONIZACIÓN PARA UNA ESPERANZA REALIZADORA
Varias fueron las generaciones que tuvieron por empeño la promoción de José Gregorio Hernández a los más elevados altares, sin desmayar por décadas consecutivas. Los venezolanos mantuvimos intacta nuestra devoción hacia el trujillano a pesar de la tardanza y, aunque no hubiese sido reconocido jamás en el santoral oficial, puede asegurarse que, añadidos los no creyentes, seguiría intacto el respeto, seguimiento y admiración hacia el trujillano como viva expresión de la solidaridad personal, tozuda y diligente.
Mal haríamos con un burdo uso político de la canonización
que incluyó a la hermana Carmen Rendiles, por cierto, cuyo ascenso – si se
quiere – injustamente coincidió con la del médico andino, incomparablemente más
conocido en el país. Asistimos ahora a la reafirmación de un imaginario que refleja
la profunda riqueza espiritual que todavía nos mantiene en pie frente a las
numerosas y consabidas adversidades, mereciendo todo el cuidado y la
transparencia posible que no puede mancillar afán propagandístico alguno.
El testimonio de vida del Dr. Hernández ha perdurado
gracias a la consecuencia activa de sus admiradores y seguidores, agregados los
aportes de las televisoras locales muy antes de una masiva audiencia al
competir con representaciones que se hicieron famosas, como las de Mariano
Alvarez y Flavio Caballero, entre otras, por ejemplo. Empero, la labor actoral
de muchos años de Américo Montero, recordando una serie de la infancia remota,
seguida en casa, quizá contribuyó decisivamente a la construcción de un sentido,
una identidad, un símbolo, una imagen, un ánimo y una esperanza del país que
transitó del predominante ámbito rural al urbano, de la dictadura a la
democracia.
La personificación de la fe, del servicio desinteresado,
de la bondad, del paciente esfuerzo por realizar una vocación definitiva, caló
en el sentimiento popular, convertido en un referente ineludible, invocado aun con
el extravío de nuestras creencias en el curso de una emergencia doméstica o
colectiva. No hubo modo de bolivarianizarlo, como ocurrió descomunalmente con
el propio Bolívar, porque tuvo un magnífico soporte en el humanismo y en la
cristiandad que cualquier fórmula barata no alcanzó a mellar.
Toca descubrir a santa Carmen Rendiles y redescubrir a
san José Gregorio Hernández, como pivotes de una sociedad que ha de confiar en
el porvenir sustentada por una esperanza realizadora. Significa actualizar
nuestro afán de trascender más acá o más allá de la muerte, revitalizar nuestra
preocupación por los todavía más pobres y desiguales del siglo XXI, explicarnos
en un contexto de libertades que incluye la religiosa, bregar por la salvación
de la universidad, lidiar por la recuperación de la medicina en Venezuela.
Fotografías: Inicial,
Américo Montero, tomado de un ejemplar de la revista Momento (Caracas, 1968).
Posterior, LB, La Pastora (CCS, 2025).
21/10/2025:
https://www.elnacional.com/2025/10/canonizacion-para-una-esperanza-realizadora/
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