martes, 21 de octubre de 2025

Solidaridad personal y diligente para un imaginario social

CANONIZACIÓN PARA UNA ESPERANZA REALIZADORA

Luis Barragánj

Varias fueron las generaciones que tuvieron por empeño la promoción de José Gregorio Hernández a los más elevados altares, sin desmayar por décadas consecutivas. Los venezolanos mantuvimos intacta nuestra devoción hacia el trujillano a pesar de la tardanza y, aunque no hubiese sido reconocido jamás en el santoral oficial, puede asegurarse que, añadidos los no creyentes, seguiría intacto el respeto, seguimiento y admiración hacia el trujillano como viva expresión de la solidaridad personal, tozuda y diligente.

Mal haríamos con un burdo uso político de la canonización que incluyó a la hermana Carmen Rendiles, por cierto, cuyo ascenso – si se quiere – injustamente coincidió con la del médico andino, incomparablemente más conocido en el país. Asistimos ahora a la reafirmación de un imaginario que refleja la profunda riqueza espiritual que todavía nos mantiene en pie frente a las numerosas y consabidas adversidades, mereciendo todo el cuidado y la transparencia posible que no puede mancillar afán propagandístico alguno.

El testimonio de vida del Dr. Hernández ha perdurado gracias a la consecuencia activa de sus admiradores y seguidores, agregados los aportes de las televisoras locales muy antes de una masiva audiencia al competir con representaciones que se hicieron famosas, como las de Mariano Alvarez y Flavio Caballero, entre otras, por ejemplo. Empero, la labor actoral de muchos años de Américo Montero, recordando una serie de la infancia remota, seguida en casa, quizá contribuyó decisivamente a la construcción de un sentido, una identidad, un símbolo, una imagen, un ánimo y una esperanza del país que transitó del predominante ámbito rural al urbano, de la dictadura a la democracia.

La personificación de la fe, del servicio desinteresado, de la bondad, del paciente esfuerzo por realizar una vocación definitiva, caló en el sentimiento popular, convertido en un referente ineludible, invocado aun con el extravío de nuestras creencias en el curso de una emergencia doméstica o colectiva. No hubo modo de bolivarianizarlo, como ocurrió descomunalmente con el propio Bolívar, porque tuvo un magnífico soporte en el humanismo y en la cristiandad que cualquier fórmula barata no alcanzó a mellar.

Toca descubrir a santa Carmen Rendiles y redescubrir a san José Gregorio Hernández, como pivotes de una sociedad que ha de confiar en el porvenir sustentada por una esperanza realizadora. Significa actualizar nuestro afán de trascender más acá o más allá de la muerte, revitalizar nuestra preocupación por los todavía más pobres y desiguales del siglo XXI, explicarnos en un contexto de libertades que incluye la religiosa, bregar por la salvación de la universidad, lidiar por la recuperación de la medicina en Venezuela

Fotografías: Inicial, Américo Montero, tomado de un ejemplar de la revista Momento (Caracas, 1968). Posterior, LB, La Pastora (CCS, 2025).

21/10/2025:

https://www.elnacional.com/2025/10/canonizacion-para-una-esperanza-realizadora/

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