UN RÉGIMEN ENLATADO AL VACÍO
Luis Barragán
A pesar del elevadísimo porcentaje de la
población que se encuentra fuera del país, dando testimonio del inminente
peligro de una conflagración nuclear, la
innovación de los actos terroristas o de un posible derrumbe económico y
financiero al más distraído y modesto traspié, el venezolano tiene por
arraigada convicción que cualesquiera de estos problemas lucen demasiado ajenos
y lejanos, tardando en llegar a nuestras
costas, si es que algún día logran perforar la muralla oceánica que dice
protegernos. Además, entendido como una
desafortunada excepción, gracias al aislamiento, la censura y el bloqueo
informativo propiciado por el régimen que no vela precisamente por la salud de
todos, ha desmayado el interés por combatir al infiltrado coronavirus, reimponiéndose
la indisciplina de una tradición reforzada por el poder anómico y anomizador
que todavía exhibe la viruela del mono como una curiosidad lingüística.
Quizá
haya razones históricas que alimentaron esa convicción en las generaciones
posteriores a las que diligenciaron y suscribieron sendos tratados de
desnuclearización de la región, gestionados por expertos muy discretos, sobre
todo al empinarse la posibilidad de una guerra de consecuencias impredecibles
contrabandeados los cohetes soviéticos en Cuba. A tiempo, se detuvo el vil y
aleatorio asesinato de los humildes policías municipales, cuando no volaban un
oleoducto en nombre y representación de los ideales de una década tan extraña,
como la de los sesenta del veinte, o supimos pegar el grito al cielo al arribar
a los cien puntos de inflación en los
noventa, ahogado prácticamente en sangre al batirnos en duelo silencioso,
resignado y perdedor con cinco mil puntos para esta centuria.
Treinta
y tres años después de sentenciado a muerte por la teocracia iraní, el escritor y solo escritor
britano-estadounidense de origen indio, Salman Rushdie, ahora, culpable de no haber muerto, resultó muy malherido por Hadi Matar, cuyo
fracasado degüello neoyorkino lo atormentará aún más allá del día que le
corresponda tener por natural la muerte, si es que no está prevista también la
venganza hacia el fallido vengador.
Recientemente, los talibanes que se hicieron de nuevo con el poder en
una Afganistán abandonada a su suerte, disolvieron a tiro limpio y al filo de sus
dagas, una atrevidísima protesta de las mujeres que por muy musulmanas que
sean, entienden y exigen respeto por sus más elementales derechos humanos,
valga acotar, una invención tan
occidental como aquello de la prescripción de la acción penal.
El
régimen venezolano que celebra y profundiza su alianza con la República Islámica de Irán,
por supuesto, no se pronuncia ni se pronunciará sobre lo que ha ocurrido por estos días, alegando aquello
de la soberanía y autodeterminación de los pueblos, por muy integrista o
fundamentalista que sean los persas, hermanados ya con una revolución tanto o
más integrista o fundamentalista que se ha inventado una marcial deidad con
Chávez Frías, el eterno comandante al que le falta teólogos y le sobra
liturgia. La Venezuela literalmente libertadora, republicanizadora y
liberalizadora del continente, en la versión de aquél siglo, tuvo en su haber desde el propio XIX, el
frecuente conflicto con la Iglesia Católica, incluso, yendo más allá de sus
prelados.
El
socialismo del XXI puede entenderse con absoluta comodidad con las más obscuras
teocracias que experimentaron un magnífico empuje con la multipolaridad,
exponiendo una liberalidad y una tolerancia inaceptables respecto a las
sociedades y gobiernos realmente liberales.
E, incluso, muchos de los
críticos o comentaristas de “Sumisión” de Michel Houellebecq (2015), devotos socialistas de la centuria, halagan el nivel de apertura e indulgencia del novelista, pero
callan y muy bien que el musulmán moderado ya en ejercicio del poder haya
convertido a La Sorbona en una universidad islámica y que la mujer francesa ni
remotamente tenga ocasión de hacer vida social, por decir lo menos.
Salvo
el tardío aspaviento que demostró radiotelevisivamente con el consabido caso
del avión venezolano varado en Argentina, forzando a todos sus diputados sin
excepción alguna a superarlo en una reunión de varias horas después, Maduro Moros calla, no razona ni razonará sus
posturas frente a la Irán con la que compromete su presente, como su futuro,
arrastrándonos a todos los venezolanos, simplemente, porque queda muy lejos y
eso es asunto de ellos, aunque le haya cedido el huerto de un millón de
hectáreas en territorio nacional. No hay medios, instituciones y expresiones
que lo hagan deudor del más modesto argumento, y si de la noche a la mañana
aparece por ahí, en cualquier rincón de América Latina, un artefacto nuclear, una cadena de atentados
masivos o un colapso económico en serie, serán cosas del azar, de los cálculos imperiales que todo lo
pretextan, o un llamado a la mismísima conversión al Islam.
Todo
ocurre por esta farragosa desindustrialización política que hemos
experimentado, retrocediendo a las formas y fórmulas más elementales de
supervivencia. Por ello, también, la
indiferencia, el desinterés y desprestigio de toda discusión que se diga
política, ideológica y programática, pues, todo, se supone, fatal y
preconcebido, a veces, regado silvestremente, y, otras, enlatada al vacío, como
la usurpación misma.
Fotografía: https://nypost.com/2022/08/14/mom-of-salman-rushdie-stabber-hadi-matar-says-she-wont-speak-to-son-again/
16/08/2022:
https://www.elnacional.com/opinion/un-regimen-enlatado-al-vacio/

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