Diríamos que, a mediados de los setenta del veinte, descubrí que ahorrando podía saciar algunas curiosidades, como la de “escapar” a un concierto de Serrat, cuando venía con tantísimo y probado gusto, o comprar algún libro que no estaba en la biblioteca del liceo u otra pública, y cuyo precio no fuese tan elevado y prohibitivo. Vieja costumbre que mi hermana sigue, mamá escuchaba NotiRumbos, cuando estaba temprano en la cocina, pendiente simultáneamente de las noticias, siendo tan incansable la publicidad del libro “Gómez, el amo del poder” de Domingo Alberto Rangel, alguien que era tan familiar a la opinión pública, a través de los medios, conferencias y actos en reclamo de la más completa nacionalización del petróleo, con un uso particular, vehemente y enfático del lenguaje que también nos atraía.
De exitoso y reiterado tiraje en
1975, adquirí un ejemplar de la primera edición que forré con el llamado papel
contact transparente tan de moda para la época, creyendo así preservarlo por
siempre. Desde entonces, varias veces
leído, subrayadísimo, con el tiempo me causaba gracia algunas notas ingenuas de
aquel imberbe lector, pero no tanto el deterioro creciente y los hongos, a
pesar de tenerlo adicionalmente encapsulado. Tres o cuatro años atrás, luego de partirse en
dos el lomo que se suponía fuerte con una pega que demostró ser de mala
calidad, se resquebrajó definitivamente la obra. Y,
literalmente, buena parte de las hojas se quebraron, cambiaron de color,
alcanzando un marrón intenso. A simple vista, las páginas de ayer parecían
aserrín y astillas de madera. Irremediable, hubo que botarlo, implosionando el
volumen.
Ya para dos o tres años sin pasar
por el remate de libros que está debajo del puente de la avenida Fuerzas
Armadas, ahora, estuve cerca y decidí hurgar un poco de lo que fue un lugar de
referencia y prestancia. No recordaba cuál, pero sabía que tenía una cuenta
pendiente con un libro que jamás lo he visto en modo
digital. Y tropecé con el ya citado del
viejo Domingo Alberto, 5° edición de
octubre de 1975.
En días recientes había renovado el
deseo de releerlo, con toda la imaginación e invectivas propias de tan prolijo
autor, por cierto, devoto de la muy vieja prensa, como lo ha demostrado en sus
títulos históricos, o con aspiraciones historiográficas. Pendiente de leer
“Blonde” de Joyce Carol Oates, cuya versión digital nos espera desde hace meses
en el disco duro de la computadora, no olvidamos la apreciación que hizo Rangel
de la biografía que escribiera Norman Mailer de Marylin Monroe. Bastante
prepotente el tovareño, juzgó de parroquial, o ridículamente parroquial, la historia que
no fuese futo de la conjunción de la ciencia social, con la literatura y la
psiquiatría.
Lo cierto es que ha vuelto “Gómez,
el amo del poder” a nuestra estantería que, por cierto, la he reducido
bastante, añadidos varios títulos de Domingo Alberto, en una depuración general
y cíclica, necesaria y lógica, no sólo por razones de espacio, sino porque el tiempo
marca algunas pautas que nos resultan las más sustanciales, dejando otras para
la ocupación ajena. A veces, extrañamos no tener al casi todo Vargas Llosa que
leímos desde tan jóvenes, o los quince tomos del pensamiento político
venezolano del siglo XIX que regalamos. Y jamás imaginamos la quiebra del
mercado editorial en términos tan escabrosos, etc., etc.
LB
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