DE LA NO-POLÍTICA
Luis Barragán
"Los señores
políticos, supuso, llegarían
más tarde para
hacerse cargo de todo.
Sin duda andaban
preparando, en el
comité oficial de
recepción del
Palacio Nacional,
sus discursos,
sus demagogias y sus
ambiciones"
Arturo Pérez Reverte [*]
Principiando
el presente siglo, los adjetivos ayudaban a amortiguar las intenciones reales
de Chávez Frías: la revolución pacífica, por ejemplo, gozó de buena cotización,
al igual que otros términos, como proceso constituyente. En los tiempos inaugurales del régimen, los
simplificaron e insistieron más en el “proceso” que en la “revolución” para
darle identidad y sentido a los acontecimientos propulsados.
E, igual, todo ascenso burocrático
reclamaba la condición de “chavista” antes que de “revolucionario” para el
aspirante. Sin embargo, comenzando por
el confiscador de Miraflores, en las más altas esferas se vieron a sí mismos
como irremediables rebeldes y novedosos inconformes, capaces de cualesquiera
sacrificios para mantener siempre firme el ideario y combatir decididamente al
oponente.
Para reforzar cierto imaginario
social originado en los tempranos sesenta del siglo pasado, quizá para la
cautela o el disgusto de Luis Miquilena y Luis Alfonzo Dávila, incinerados
políticamente con prontitud, luego de asumir el rol de altísimos funcionarios,
Chávez Frías se confesó como un subversivo irreductible, versionando sus
antiguos deberes militares, y, sabiéndolo, en la entrevista que le hiciera,
José Vicente Rangel lo satisfizo con un título que lo juraba el mismo
subversivo entre la cárcel de Yare y el palacio de gobierno.
E, incluso, la postrera publicación
de los discursos de Willian Lara por la Asamblea Nacional, la intitularon
“discursos insurgentes”. Por cierto, aunque respondiese lealmente como una
sucursal del Ejecutivo, a la larga
resultó el más serio y el más parlamentario del oficialismo, pues, al menos,
procuró guardar un poco más las formas al presidir la corporación.
Por supuesto, sobre todo en el
período asambleario entre 2010 y 2015, con absolutas libertades en el hemiciclo
frente a la minoría opositora de entonces, los oficialistas se autodenominaban
fundamentalmente como chavistas, maduristas, patriotas y revolucionarios, y,
desde el PSUV, una que otra vez se identificaron abiertamente como comunistas. Quizá, ahora importa menos las definiciones
y, como de intereses consolidados y emergentes se trata, se dirán “zoneros”
(clásicos del Caribe), en el caso de ganarse el premio de regentar una zona
económica especial que, vaga acotar, no
arranca con las dimensiones prometidas en la ilegítima Asamblea Nacional.
Las cómodas autodefiniciones
comenzaron a relevarlos a la vuelta de década y media de hacer la antipolítica que los llevó, al poder que no es otra cosa que hacer
política versionando el desprecio hacia los partidos, entre otros factores, un
fenómeno continental que muy bien se expresó en las largas dictaduras militares
arrastradas desde el siglo XIX. El caso está que, por esa disyuntiva schmitteriana
de amigo y enemigo, el régimen manipula, simula negociaciones con la oposición,
o invierte y se crea una su medida, aplastando toda seria disidencia. Vale
decir, niega la política, a favor del espectáculo.
El mayor de los peligros es el de su
descomposición, pues, por una parte, paulatinamente, Miraflores asume y presume
que cada vez menos ha de entenderse hacia el interior del movimiento y, así
como muelen a Elías Jaua que ha de padecer en silencio, el poder brutalmente
ejercido se siente entre los más antiguos camaradas, comenzando por los cuadros
del PCV; y, por la otra, los círculos palaciegos celebran literalmente el
espectáculo, aplaudiendo in situ a actores y cantantes que, luego, confiesan
sus honorarios, en clara burla al país. El poder establecido se basta a sí
mismo, decide fechas comiciales, distribuye privilegios, reconoce y desconoce
ejemplarizantemente, pero los prohombres del régimen se sienten rebeldes,
subversivos, o insurgentes, dándole la espalda a toda articulación política y
arraigo social, siendo otros los demagogos y ambiciosos.
[*] "Revolución. Una novela", Alfaguara,
Barcelona, 2022: 283
Ilustración: Ganduz Aghayev.
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