ELEFANTES ROJOS
Luis Barragán
Muy antes, a
las grandes y más vistosas edificaciones caraqueñas dejadas al abandono, se les
denominó elefantes blancos. Prácticamente, materializados los inmuebles, por
alguna falla estructural detectada o alguna providencia judicial efectivamente
ejecutada, quedaban como un estorbo del paisaje urbano, en oportunidades,
identificadas con algún gobierno.
El Helicoide
perezjimenista, aunque construida por iniciativa privada, fue una de esas piezas solitarias y desguarnecidas,
varias veces invadida por los más menesterosos, sobre la cual pesó una grave
sentencia geológica y la quiebra de la empresa promotora. Hoy, la Roca Tarpeya
sigue en pie, sobreviviente a duros terremotos, como la odiosa referencia actual de lo que fue La Rotunda en los tiempos de Gómez.
Ya son
múltiples los elefantes del régimen socialista que no ha tenido por
característica la de ser un gran constructor, pero sí la de afectar renombrados
complejos metropolitanos: los abandona, como el Centro Simón Bolívar, inconclusa
la remodelación por varios siglos, o los expropia, igualmente abandonados,
devolviéndonos mucho más tarde, como el Sambil de La Candelaria. No obstante,
deseamos llamar la atención sobre un inmueble, por cierto, muy cercano, en la
avenida Urdaneta, tristemente célebre: la torre de Confinanzas.
Recordemos,
una torre muy alta, coronada por un helipuerto, bajo decisión tribunalicia, fue
invadida en los inicios del chavismo hasta conformar una poderosa, densa, compleja
e infranquiable barriada vertical, sin equivalentes en otras latitudes. Por
supuesto, la pesada colmena humana durante años prometió una desgracia que
afortunadamente no ocurrió, tolerada por el régimen que, una vez que falleció
el que le contamos, Nicolás Maduro se vio forzado a desalojar poco a poco, a
cambio de viviendas ubicadas en el lejano interior.
Ya son varios
años los del desalojo, y la torre se alza triste, enmudecida y sola, como testimonio
de viejos esplendores, desde varios ángulos confundida con otras edificaciones,
e imaginamos de la existencia de varios estudios y propósitos para aprovecharla
total o parcialmente, aunque seguramente acarreará inversiones muy grandes para
conseguirlo. Y, si fuere el aso, la demolición sería de las más costosas,
debido al particular e inmediato entorno.
La
arquitectura del socialismo del siglo XXI es la de una ruindad injustificada,
perdidas las bonanzas petroleras de las que disfrutaron los prohombres del
régimen. Están las edificaciones de la Misión Vivienda, las interesadas remodelaciones que pasan por
restauración, y asimismo los incontables elefantes rojos. Hay que aguzar el ojo a la distancia, para
descubrirlo y saberlo a través de la torre de Confinanzas.
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