ÍNDICE DE ESTATALIDAD
Luis Barragán
Luce demasiado
evidente la debilidad del Estado venezolano aún para las más modestas tareas
que jura monopolizar, desprestigiándose irremediablemente. Ladra con afanosa persistencia, perdiendo
cada vez más decibeles, colmado por una paradoja que alecciona: la
superestatización conduce a la desestatización, sobreviviéndole la población
como mejor puede en un territorio en el cual es difícil preservar el hogar y
transitar libremente, bajo el asedio y desprecio del poder establecido.
Recordemos,
las consecutivas crisis políticas italianas demostraron cuan consistente era el
Estado que sobrevivía a las más inverosímiles circunstancias. Hubo una mayor fortaleza de las instituciones
capaces de soportar los sismos de un parlamentarismo que, en este lado del mundo,
siempre nos desconcertaba, con una burocracia estable y eficiente al igual que
unas fuerzas armadas prudentes y sagaces en un exigente y delicado contexto
internacional.
Hoy, España
está corriendo un inmenso riesgo bajo la conducción de Pedro Sánchez, si por
tal entendemos una obsesión trastocada en oficio: mantenerse en la cima a
cualquier precio, bajando dramáticamente el índice de estatalidad. En la
práctica, cerrado el Congreso de los Diputados, obligado a cumplir formalmente
con los deberes que impone la política exterior, el pretendido esfuerzo y
ensamblaje de un nuevo gobierno al que se atreverá el PSOE, bajo las extorsiones
del separatismo, encuentra un amortiguador en una corona responsable y ojalá
acertadamente diligente, como podría
reconocer algún convencido republicano.
La confusión
con el principal partido de gobierno, convierte al Estado en un prescindible
complejo de oficinas subalternas. E, incluso, dato frecuentemente olvidado, el
Partido Comunista auspició la existencia ornamental de otros de prefabricada y
diminuta oposición en la Unión Soviética, todo un modelo para el PSUV y sus
entidades subsidiarias que completan el pésimo histrionismo de un fingido
pluralismo político.
Prosigue el
curso del juicio incoado en La Haya por la vecina Guyana, pendiente un acto incidental a mediados del presente mes
respecto a las medidas provisionales solicitadas por Georgetown, sin que aún
sepamos de las nuestras. No hay mejor e inmediato baremo de estatalidad,
sentido responsable de permanencia y trascendencia inherente, que el litigio en
cuestión.
Ya conocemos
la pretensión de una intensa movilización populista del oficialismo que
reincide, por su propia naturaleza y encaje, en sendas prácticas,
racionalidades y técnicas que hacen la gubernamentalización
del Estado, según la nomenclatura foucaultiana. Un discurso y una
discursividad que actualiza cada período electoral, resignados luego a una
tecnología que es más de la burda propaganda que de la publicidad política.
Intimidación y
hábito resignado, la enfermiza lírica socialista de los muros dice aliviar el
inmediato contraste con una realidad imposible de ocultar. El erario público
destila en pintura y mensajes antiquísimos importados del artificio guevarista
del Caribe, como lo constatamos pocos días atrás en las adyacencias de El
Helicoide: en verdad, ¿cuánto nos queda de Estado?
Fotografía: LB, Caracas (27/10/2023).
07/11/2023:
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