DE LOS BUHONEROS DE LA COMIDA
Luis Barragán
Entre los más
notables propósitos de los sectores medios generados por el régimen en la
última década, se encuentra la conversión de nuestras ciudades y pueblos en todo
un enjambre comercial, planteado el radical desafío frente a los
establecimientos formales, tradicionales
y consolidados, pagadores puntuales y resignados de impuestos, sometidos
implacablemente a la legislación laboral. Las llamadas calles del hambre que tejen progresivamente las metrópolis del deterioro, diseñando un
paisaje y una funcionalidad diferentes de los espacios públicos, buhonerizan el
consumo de la comida-chatarra a precios que se suponen accesibles para las
grandes mayorías.
A diferencia
de la otra y muy cuestionada comida-chatarra de las viejas franquicias
transnacionales que cundieron en las áreas más cotizadas de la ciudad, ubicadas
en locales adecuados y con los más elementales servicios de electricidad, agua
e higiene, a los actuales buhoneros del estómago poco o nunca se les cuestiona
por la calidad de los productos ofrecidos,
por cierto, entendidas las hamburguesas y perros calientes como las “cochinitas”
que nada más y nada menos se confunden con nuestra venezolanísima identidad.
Subempleadores que se aprovechan descaradamente del servicio público eléctrico,
indiferentes ante las mínimas técnicas en el manejo de alimentos, sin la
provisión adecuada de agua, se ofrecen como los propagadores de toda suerte de
bacterias al aire libre.
Luce obvio que
los ruidosos expendedores callejeros de comida operan sin las más elementales
condiciones sanitarias, tan evidente como el uniforme corporativo que pone a sus numerosos subempleados y que delata
ciertos niveles de monopolio en la ciudad.
Poco pueden hacer los inspectores del ramo, porque la orden de
protección viene de arriba, y se le exige a los empresarios de muchos años el
mantenimiento de sendos baños en sus locales, como jamás al que vende
hamburguesas, perros calientes, cachapas y prueba con otras alternativas; además,
esos subempleados tienen por urinario las adyacencias de la calle misma.
Ya no sólo,
esos carros se cogen las vías públicas, sino que operan en medio de los más
increíbles charcos. Constituye un milagro que no hayan generado una importante
epidemia, o, en todo caso, que sospechemos de la censura como un mecanismo para
ocultarla.
Un problema
nada baladí, tenemos frente a la nariz sin querer verlo. Después se quejarán,
sin que el oficialismo haya hecho algo para impedir la tragedia, como
cínicamente acontece con el Esequibo.
Fotografía: LB (Caracas, 01/10/2023).
13/11/2023:https://opinionynoticias.com/opinionpolitica/40301-de-los-buhoneros-de-la-comida

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