NUEVAS MAYORÍAS, DICIEMBRE DE 1958
Luis Barragán
Por décadas
enteras, olvidamos los venezolanos aquellos grandes sacrificios que tributamos
para hacernos lo más real y convincentemente libres, pacíficos y democráticos
en contraste con un largo e inaudito historial de guerras y escaramuzas
civiles. Fueron excesivos los peligros
que confrontó la provisionalidad inmediatamente después de caer la dictadura
perezjimenista que, por fortuna, encontró respuesta en la vocación y talento,
la probidad y persistencia de una dirigencia que no se compra en botica, ni se
le encuentra en una caja de detergente. Así las cosas, recordamos las elecciones generales del 7 de
diciembre de 1958 que sintetizaron y legaron algunas de las más importantes
lecciones de orden político y estratégico a considerar, salvadas las debidas
proporciones históricas.
A los comicios
concurrieron las más importantes personalidades y partidos de la Venezuela de
entonces, luego de las finalmente fracasadas mesas redondas convocadas para seleccionar al definitivo candidato de la unidad nacional.
Faltando muy poco para la fecha estelar, Wolfgang Larrazábal recibió el apoyo
de URD y PCV, Rafael Caldera de COPEI e IR, y Rómulo Betancourt de AD, inequívocamente
el elegido para la presidencia de la República, mientras que referentes
igualmente valiosos como Rafael Pizani y Martín Vegas retiraron sus opciones. Por cierto, puede decirse, los venezolanos
estábamos completos, añadida una tesonera y masiva inmigración, como hoy no lo estamos tan violenta e injustamente
disparada la emigración.
Descartado
como un hallazgo estratégico, constituye toda una perogrullada expresar que las
figuras e intereses desplazados, ofrecían una sólida y variada resistencia,
sumada la tentativa cuartelaría del coronel Héctor D´Lima y del capitán César
Vanegas, menos conocida a la postre que la de los teniente-coroneles Juan de
Dios Moncada y José Hely Mendoza.
Apartando las obvias responsabilidades del novísimo presidente de la
Junta de Gobierno, Edgard Sanabria, candidato alguno reclamó y se erigió en el
árbitro absoluto de la situación a dirimir, sino en aún los más diligentes
promotores de la consulta popular, canalizando los numerosos empeños por no sucumbir y retroceder.
En efecto, se
avanzaba y no parecía que internacionalmente hubiese tampoco alguna crisis
capaz de atajar el proceso venezolano, a pesar de las acechanzas de Chapita
Trujillo, desde República Dominicana. Muy luego, escasos los indicios, fue que
se dijo de la ocupación militar del Esequibo por Pérez Jiménez que posiblemente
hubiese retrasado su derrumbe, pero que, presumimos, se convirtió en uno de sus
numerosos escenarios de supervivencia que hubiese recibido eventualmente una
adecuada contra-respuesta de sus adversarios de cárcel y clandestinidad
combativa.
Suele ocurrir
a la salida inminente o consumada de toda tiranía, el liderazgo democrático
nombraba la realidad, esgrimía la verdad sin dejar espacios suspensivos para la
denuncia de los problemas fundamentales del país y del propósito de
resolverlos. Otra perogrullada, el líder informaba, orientaba, conducía, pautaba,
trazaba las líneas políticas y procuraba una ampliación del discurso político
para ganar a más adeptos, tratando de darle alcance a los que dudaban o temían,
y sospechamos que añales atrás fueron muchos, porque la construcción de unas
nuevas mayorías urgió de una esmerada tarea pedagógica que concedió un
diferente lenguaje, sentido, coherencia, determinación, logro, frente al
llamado Nuevo Ideal Nacional.
Imposibilitada
una fórmula única para la candidatura presidencial, la unidad se explicó a
través de diferentes plataformas electorales que, ayer, incluso, las podían conformar y encarnar un solo
partido y los independientes afines que así lo requerían, por su extensión y
complejidad, o las varias alianzas de partidos; valga la acotación, por estos años del presente siglo, hemos
conocido dos genuinas y legítimas plataformas opositoras de las que todavía no
acusa recibo la sociología política venezolana para determinar una naturaleza y un universo tan particular
de relaciones. Por supuesto que hubo grandes y severas diferencias entre los
partidos democráticos, en la centuria pasado, aunque individualidad alguna fue
acusada de deshonesta y colaboracionista con el ancien régime, y, faltando poco, todas se comprometieron a acatar
los resultados electorales, y asimismo se acordaron en sendos ámbitos de
interacción que no agota el puntofijismo
a un único y celebérrimo documento.
Cada quien
desarrolló una intensa campaña con el favor y fervor de las libertades públicas
ejercidas, pero hubo una sincronización extraordinaria de
propósitos y tareas, concibiendo la unidad por los hechos, además, orientada la
novedad hacia la definición y construcción de las nuevas mayorías. Es otro el aprendizaje político, después de
diez años de dictadura que no descarta a nadie, incorpora a los más disímiles,
prevé y resuelve las perturbaciones que pueden dar al traste con la
experiencia, ejemplificada por la administración del conflicto interno de AD
que no tardará en estallar teniendo al guatireño como inquilino de Miraflores.
Nuevas
mayorías que le dieron soporte a la naciente democracia representativa por
largo tiempo, con un liderazgo acorde a las exigentes circunstancias, franco,
transparente, decidido, esforzado como el que más y de una importante
proyección estratégica, porque no fue casualidad alguna que, al apenas
conocerse los resultados, ya hubiesen serias y sostenidas alteraciones del
orden público. Una unidad de piedra monolítica era inconcebible, ausente la
vivencia y vivacidad de un reto que fue inexorablemente político, generados un
lenguaje, metas y perspectivas diferentes.
Sesenta y cinco años transcurridos, el colmo no hubiese sido el de fracasar por una errada decisión del líder, sino al constatar que, después de tanto cacareo, no se le tenía realmente: siempre es posible el espejismo de un protagonista de insólita temeridad, latosamente fugaz. Una fotografía de Leo Matiz, tomada en medio de la intentona de J.M. Castro León de julio de 1958, en la que aparecen Villalba, Caldera, Larrazábal y Carlos Luis Araque, ilustra que hubo un liderazgo múltiple, cuyas coincidencias y compromisos igualmente reconocieron, ordenaron y explicaron una irreductible competitividad.
Fotografía: Leo Matiz / Archivo Fotografía Urbana.
19/12/2023:
https://www.elnacional.com/opinion/nuevas-mayorias-diciembre-de-1958/

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