DEL BURDEL POLÍTICO EN 1945
Guido Sosola
Todos recordarán que, declarado finalmente demente el
candidato presidencial del consenso, Diógenes Escalante, en la recta final de
una campaña electoral frustrada por los hechos del 18 de octubre de 1945,
tomaron mejor cauce otras candidaturas. AD parecía redondear la fórmula de
Rómulo Gallegos que no tuvo necesidad de definir, siendo tan prominente e
insoslayable la figura de Rómulo Betancourt; claro y definido, Eleazar López
Contreras ciertamente perturbó la paz y la tranquilidad del oficialismo que
barajó distintos nombres; y, entre éstos, hace memoria Eduardo Michelena en su
“Vida caraqueña. Memorias íntimas, comentarios, anécdotas”, cuya segunda
edición por fin llegó a mis manos, impresa en España con prólogo de Arturo Uslar Pietri
(Barcelona, 1967).
La terna del partido gubernamental asomó a Uslar
Pietri, ministro del Interior y reputado
como el más influyente del régimen; el general Celis Paredes, exministro de
Guerra y Marina, y condiscípulo del presidente Isaías Medina Angarita en las
aulas militares; Manuel Silveira,
inamovible (SIC) ministro de Obras Públicas y viejo amigo del mandatario; Angel
Biaggini, quien fuese secretario de la Presidencia y titular de la cartera de
Agricultura y Cría; Rafael Vegas,
titular del despacho de Educación; Diego Nucete Sardi, gobernador del Distrito Capital y prestigiado
por haberdirigido el Banco Obrero del que, valga la cuña, se olvidó por
completo el país tan injustamente. SE dirá y con razón de un estupendo elenco,
pero igualmente habría que apuntar a los opositores que exhibían y tuvieron
ocasión de demostrar después una importante condición de estadistas, al menos,
en los términos kissingerianos: huelga comentar todo contraste con el presente.
Michelena comenta que, asegurada la mayoría del
Congreso Nacional a favor del PDV, el partido oficialista, Medina Angarita era
el gran elector que, además, le pasaba por encima al propio partido, anunciando
a Biaggini como el definitivo candidato al que apenas se le permitió hacerse
conocer un poco por el país que, subrayemos, no lo votaría. De modo que el
ocupante de Miraflores y asiduo golfista del Caracas Country Club, debió
actualizar todo ese aprendizaje, eso que llaman burdel político, adquirido
desde las tempranas horas de la funesta dictadura gomecista y la también impredecible transición que generó, porque muerto el de La
Mulera, ¿quién dijo que el mandado estaba hecho?. Sin embargo, llama la atención
un par de consideraciones en torno a la psicología que adquiere el gran
elector, sobre todo si ejerce el poder, y la prudencia a la que se obligan los
que disputan su favor.
En efecto, fallida la candidatura de Escalante, reinó
una extraordinaria incertidumbre en los sectores oficialistas. Por una parte,
al aspirante presidencial Silveira le pidió a alguien con fama de
discreto, Pancho Angarita, a indagar el
ánimo de tan presidencial primo hermano, quien se disgustó dándole a entender
que había abusado de su confianza.
Por otra, sabiéndolo también aspirante presidencial,
con formidable habilidad Medina Angarita le negó su apoyo a Uslar Pietri,
asegurándole que “tú no aspiras; contigo no hay que contar”. A buen entendedor
pocas palabras, y Arturo demostró no
menos habilidad guardando toda la prudencia del caso, según le confiara a
Vicente Fuentes.
Quizá el hombre en el poder atiende asuntos tan densos
y complejos que inspira tal respeto reverencial que, por mucha confianza que se
le tenga, debe pedírsele la venia para opinarle sobre los asuntos que son de su
más estricta incumbencia. Quizá lo que es del cura, va para la Iglesia al
tratarse de figuras aún jóvenes o relativamente jóvenes que tienen por delante
muchas oportunidades, y, al parecer, cumplida la encomienda de Escalante, o
cubierto todo el período constitucional por Biaggini, probablemente y sólo
probablemente hubiese sido imparable la candidatura de Uslar Pietri, cuyo
carisma tuvo por generosa clave su obra literaria y las apariciones recurrentes
en la radio y televisión como divulgador cultural: ciertamente pedante, inspiró
en el transcurso de la siguiente década un respeto igualmente reverencial por
la demostración de sus conocimientos.
Y es que, con el tiempo, se le creyó el perdedor por
excelencia de 1945, como si no lo hubiese sido otro, añadido López Contreras.
Valga la hipótesis de un Uslar Pietri que se creció como víctima del
incesantemente argumentado golpe militar que lo fue de Estado de acuerdo a la
distinción que ha hecho Germán Carrera Damas, en sintonía con varios indicios:
expulsado del país, fue quien mejor ensambló los alegatos a favor del medinismo
radicalmente considerado como una experiencia democrática; empleó las páginas
de un diario innovador como El Nacional, por cierto, referente progresista de
entonces, como no logró hacerlo en otros diarios de características más
conservadoras; positivista consumado, propagandizó el camino evolutivo que le
dio legitimidad a sus posturas, permitiéndole más tarde sobrevivir a la era perezjimenista;
y, contemporáneo de Betancourt, aunque en la acera opuesta de la rebelión de
1928, tuvo la edad para esperar esa ocasión tan ansiada que pareció madurar y
darse en la década de los sesenta del veinte.
Las oportunidades políticas pueden considerarse como
un sorteo que favorece o perjudica a unos u otros, siendo indispensable el
burdel político que sólo el olfato y la experiencia, la convicción y la madurez,
conceden. Dos años mayor que Betancourt, Uslar Pietri demostró lo suyo en y a
partir de 1945.
De los bolivarianos de esta centuria, no se hablará a mediano y largo plazo. De los propulsores y opositores de la llamada Revolución de Octubre que hoy arriba a su 78° aniversario, inevitable, todavía se comenta. Vaga la paradoja al recordar, hoy, la fecha.
Ilustración: Arturo Uslar Pietri, La Esfera, Caracas, 04/02/1961.
18/10/23:
https://www.lapatilla.com/2023/10/18/guido-sosola-del-burdel-politico-en-1945/
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