ODIUM FIDEI
Luis Barragán
Aproximadamente,
un mes atrás, el papa León XIV decidió la beatificación de 109 sacerdotes, una
religiosa y catorce laicos de la diócesis de Jáen, asesinados entre 1936 y
1938, incluyendo al sacerdote Francisco de Paula Padilla Gutiérrez, quien
ofreció su vida a favor de un padre de familia, caso parecido al de san Maximiliano Kolbe, el sacerdote polaco canonizado por ofrecer su
vida para salvar a otro prisionero en Auschwitz, años más tarde. Terrible curso
el de la guerra civil española que concluyó con el triunfo de Franco,
demasiados inocentes perdieron la vida por su fe religiosa en la zona
republicana y por su fe ideológica en la nacional.
La beatificación y canonización en
cuestión, tiene importantes precedentes respecto a la península, e igual
ocurrió con los mártires de la guerra cristera en el México de mediados y
finales de los veinte del siglo pasado. El motivo esencial fue y, desgraciadamente
sigue ocurriendo, la profesión de fe de las víctimas, algo incomprensible para
muchos de los que creyeron que la tolerancia religiosa se había universalizado,
o en estaba en camino a serlo, con la democracia liberal tras el caída del muro
de Berlín.
Guerra al fin y al cabo, fueron y son
miles las versiones que sobreviven para justificar las matanzas de lado y lado;
e, incluso, escuchamos de una joven venezolana que reside en España, por
algunos días en Venezuela, aquello de los sacerdotes que solían delatar a los
feligreses que confesaban sus simpatías o militancia republicana, o contar algunas
iniciativas importantes, y seguramente hubo una situación parecida en la zona
nacional. Posiblemente, culminando el bachillerato, es la interpretación
generalizada en el aula o en un contexto más amplio que quedó en el sentimiento
de la muchacha: no otro que el resultado de una extrema y utilitaria
polarización que coloca la historia al servicio de los intereses del gobierno
central, como se sabe.
Perseguir o aniquilar al otro por
motivos de fe, hasta ahora, parece un contrasentido en este lado, pero – todo
lo indica - no lo es en el resto del mundo; por ello, preocupa esa abierta
manía de persecución en Nicaragua, como antes Cuba, o la vandalización de las
iglesias católicas en el Chile protestatario de 2019. Peor, indiferente el planeta, en Nigeria no cesa
la atroz matanza de cristianos, por no señalar la situación de absoluto peligro
en los países islámicos o comunistas.
Independientemente de la (des)creencia del amable lector, cualquiera que sea, aceptar que aquellos que piensan y profesan una fe, no tienen derecho ni siquiera a vivir, es un exabrupto que algún día le dará alcance junto a los suyos. So pretexto de cualquier causa, no debemos resignarnos a banalizar la muerte.
Fotografía:
https://revistaecclesia.es/cristianos-asesinados-en-nigeria/
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