DE UNA BUENA SEÑAL
Luis Barragán
Compartimos la legítima alegría por la canonización de
la hermana Carmen Rendiles y del doctor José Gregorio Hernández: la una, menos
conocida por el país que ha sabido igualmente de otras candidatas; y, el otro,
convertido en una expresión de nuestra identidad nacional. Por cierto, los
rigores de la selección vaticana constituyen una garantía como pocas
instituciones pueden darla, aunque posiblemente hubo errores en el pasado, pero
lo cierto es que los examinadores muy poco se expondrán a un desmentido
posterior de los especialistas.
Habrá tiempo de descubrir a santa Carmen y de
redescubrir a san José Gregorio, como modelos de conducta en el curso de una
sociedad en descomposición. Creyentes o
no, resulta indispensable un acercamiento al testimonio de vida que ambos
expusieron en dos etapas diferentes de nuestro historial republicano.
Portadores de la fe indispensable y de la esperanza
necesaria, pueden orientar aún a los no creyentes, por el camino de la rectitud
y de la perseverancia a favor del bien. Estas palabras parecerán retóricas y
cursilonas, pero se le antojará extraña y curiosa a un porcentaje creciente de la
población, incluyendo a los escolares.
Las recientes canonizaciones constituyen una bocanada
de oxígeno en medio de las más duras circunstancias. Con las facilidades que
brindan las redes digitales, es posible saber de las trayectorias cumplidas por
quienes, como la monja y el médico, aportan el sentido de trascendencia que
merece un país por algo reconocido con el Nobel de la Paz.
El bien y la virtud, entre otros valores, constituyen
una novedad urgida de difundir. Y, por ello, buena la señal del reciente evento
vaticano.
Fotografía: Tomada de la red.
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