SOCIALISMO PETROLERO
Luis
Pedro España
Hasta que por fin le cayó la locha al señor
Presidente. Por fin descubrió de qué se
trataba el asuntito del socialismo del siglo XXI. Luego de haberse traído a los intelectuales más
desocupados de la peregrina izquierda
internacional, un chispazo de lucidez, me temo que Fidel Castro de por medio, le permitió a nuestro Presidente
encontrar el atributo específico del
socialismo que pretende para Venezuela.
Nada de
socialismo bolivariano, tercera vía, popular o de base. Mucho menos socialismo zamorano o robinsoniano. Lo
nuestro es el socialismo petrolero.
Obvio señor Presidente, ese sí que es nuestro. El único problema es que no es tan inédito. Los
adecos, Betancourt y Pérez Alfonso, por
citar a dos de ellos, ya lo inventaron durante la segunda mitad del siglo XX y hasta lo pusieron en
práctica.
Por lo visto de nada sirvieron las lecturas de los clásicos
del marxismo, poca fue la contribución
de las lecturas de adolescentes como Para leer al Pato Donald de Dorfman y Mattelart, ni qué decir
del desfile de proyectos e ideas sobre
el nuevo orden económico mundial que de seguras se pasean semana tras semana por el despacho
presidencial. Si nuestro Presidente se
hubiera leído primero Venezuela, política y petróleo antes que los ensayos de Norberto Ceresole o el Oráculo del
guerrero, nos hubiésemos ahorrado varios
cientos de divagaciones y no menos errores de políticas.
El
asunto estaba allí, en la punta de su soberana nariz, es nuestra condición de país petrolero la que nos
permite ser socialistas. Un socialismo
light, como en su momento fuimos un capitalismo light (o rentístico, según conceptos de Mommer y
Baptista). Es decir, un capitalismo que
por medio de la distribución de la renta petrolera podía sobre-remunerar a los factores productivos,
reduciendo con ello la carga conflictiva
o, por su parte, un socialismo que accede a formas colectivas de producción sin detenerse en
asuntos tan banales como la eficiencia y
la productividad. A fin de cuentas, el colchón de la renta permite obviar esa preocupación que tienen
las sociedades que sí dependen de su
trabajo para vivir.
Resuelto el tema del apellido de nuestro socialismo, ahora quedan pendientes
dos problemitas. Uno que no pudo ser
resuelto en el pasado y otro que se está fraguando para el futuro. El primero tiene que ver con la
posibilidad de que nuestra economía
petrolera pueda ser estable y sostenible en el largo plazo; el segundo, si podremos seguir siendo una
democracia a pesar de la disparidad de
poder que existe entre el Estado y la sociedad.
Como
está a la luz, no nos ha sido posible salir de la dependencia
petrolera. Nuestra crisis económica de
más de 25 años fue producto de la quiebra
de la economía no petrolera y, trágicamente, este socialismo
petrolero nos clava más en su
dependencia.
Por su parte, y en relación con el segundo problema, los padres de la democracia
tomaron del modelo liberal las
instituciones y los acuerdos necesarios para inhibir al Estado de la base material autoritaria que le confiere
el petróleo, permitiendo así que nuestro
sistema político fuera democrático.
Elecciones y
alternancia en el poder fue la fórmula para que ningún Pérez,
Caldera, Herrera o Lusinchi pretendiera
eternizarse en el poder. Hoy, la reforma
constitucional en ciernes pretende acabar con esta fórmula.
En fin,
que el socialismo puede que sólo sea mantener la dependencia petrolera
y su inviabilidad de largo plazo, y que
lo nuevo únicamente sea la sustitución
del socialismo petrolero por la dictadura del petróleo.
EL NACIONAL, Caracas, 03/08/2007.
Ilustración:
https://www.encyclopedie-energie.org/venezuela-el-petroleo-y-el-socialismo-del-siglo-xxi/

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