jueves, 13 de noviembre de 2025

¿El signo definitivo de un modelo?

SOCIALISMO PETROLERO

 Luis  Pedro España

Hasta  que por fin le cayó la locha al señor Presidente. Por fin descubrió de  qué se trataba el asuntito del socialismo del siglo XXI. Luego de  haberse traído a los intelectuales más desocupados de la peregrina  izquierda internacional, un chispazo de lucidez, me temo que Fidel  Castro de por medio, le permitió a nuestro Presidente encontrar el  atributo específico del socialismo que pretende para Venezuela.

Nada  de socialismo bolivariano, tercera vía, popular o de base. Mucho menos  socialismo zamorano o robinsoniano. Lo nuestro es el socialismo  petrolero. Obvio señor Presidente, ese sí que es nuestro. El único  problema es que no es tan inédito. Los adecos, Betancourt y Pérez  Alfonso, por citar a dos de ellos, ya lo inventaron durante la segunda  mitad del siglo XX y hasta lo pusieron en práctica.

Por lo visto de  nada sirvieron las lecturas de los clásicos del marxismo, poca fue la  contribución de las lecturas de adolescentes como Para leer al Pato  Donald de Dorfman y Mattelart, ni qué decir del desfile de proyectos e  ideas sobre el nuevo orden económico mundial que de seguras se pasean  semana tras semana por el despacho presidencial. Si nuestro Presidente  se hubiera leído primero Venezuela, política y petróleo antes que los  ensayos de Norberto Ceresole o el Oráculo del guerrero, nos hubiésemos  ahorrado varios cientos de divagaciones y no menos errores de políticas.

El  asunto estaba allí, en la punta de su soberana nariz, es nuestra  condición de país petrolero la que nos permite ser socialistas. Un  socialismo light, como en su momento fuimos un capitalismo light (o  rentístico, según conceptos de Mommer y Baptista). Es decir, un  capitalismo que por medio de la distribución de la renta petrolera podía  sobre-remunerar a los factores productivos, reduciendo con ello la  carga conflictiva o, por su parte, un socialismo que accede a formas  colectivas de producción sin detenerse en asuntos tan banales como la  eficiencia y la productividad. A fin de cuentas, el colchón de la renta  permite obviar esa preocupación que tienen las sociedades que sí  dependen de su trabajo para vivir.

Resuelto el tema del apellido de  nuestro socialismo, ahora quedan pendientes dos problemitas. Uno que no  pudo ser resuelto en el pasado y otro que se está fraguando para el  futuro. El primero tiene que ver con la posibilidad de que nuestra  economía petrolera pueda ser estable y sostenible en el largo plazo; el  segundo, si podremos seguir siendo una democracia a pesar de la  disparidad de poder que existe entre el Estado y la sociedad.

Como  está a la luz, no nos ha sido posible salir de la dependencia petrolera.  Nuestra crisis económica de más de 25 años fue producto de la quiebra  de la economía no petrolera y, trágicamente, este socialismo petrolero  nos clava más en su dependencia.

Por su parte, y en relación con el  segundo problema, los padres de la democracia tomaron del modelo liberal  las instituciones y los acuerdos necesarios para inhibir al Estado de  la base material autoritaria que le confiere el petróleo, permitiendo  así que nuestro sistema político fuera democrático.

Elecciones y  alternancia en el poder fue la fórmula para que ningún Pérez, Caldera,  Herrera o Lusinchi pretendiera eternizarse en el poder. Hoy, la reforma  constitucional en ciernes pretende acabar con esta fórmula.

En fin,  que el socialismo puede que sólo sea mantener la dependencia petrolera y  su inviabilidad de largo plazo, y que lo nuevo únicamente sea la  sustitución del socialismo petrolero por la dictadura del petróleo.

EL NACIONAL, Caracas, 03/08/2007.

Ilustración: 

https://www.encyclopedie-energie.org/venezuela-el-petroleo-y-el-socialismo-del-siglo-xxi/

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