¡HUMORISTAS DEL MUNDO, UNIOS!
¿La lectura de Hermann Hesse,con bastante de Les Luthiers y de Serrat, muy mezclados, puede retratar la remota etapa de
juventud? Probablemente, aunque jamás hemos alcanzado siquiera un nivel modesto
de humor corrosivo, con una mirada preocupada y poética a la vez, a objeto de
redondear la más inadvertida de nuestras aficiones.
Jamás sospechamos de aquella remota ocasión en la que Renny
Ottolina los presentó con sus raros instrumentos y humores, un mediodía de la semana
laboral, cuando regresábamos de clases, a mediados de los años setenta del
veinte. Oímos y grabamos uno de sus
discos en sendos cassettes, después los vimos en el Teatro Municipal de
Caracas: era posible comprender el mundo entre Johan Sebastian Mastropiero y
Warren Sánchez, tensado el arco para saber que un sargento o cabo segundo
ocuparía la cartera de Educación en el gabinete de fuerza.
No hubo gira de despedida en Venezuela de lo que
quedaba del grupo, por 2023, y, amurallado por el idioma, el público de países
de diferente lengua, todavía no se imaginan de lo que se han perdido y quizá la
IA ayude al tardío descubrimiento de la talentosa e inclasificable banda algo
más que sonora. Completando el fenómeno que representan, a los mejor los nietos
y biznietos de los fundadores e integrantes de Les Luthiers, sepan de un
rentabilísimo doblaje que haga industria del grupo.
De muy escasa bibliografía, tenemos pendiente la
búsqueda de un acertado ensayo en torno al surgimiento y trayectoria de los humoristas.
Sobre todo, en la nación que produjo el peronismo antes que a Perón, a Borges y Cortázar, a Sosa Stereo y Fito, a Favio y Pastorutti, a Galtieri y Maradona. Ojalá
transnacionalicen a los luthiersanos
para conmover al mundo en menos de ochenta días, comenzando por los propios
sureños.
Dispensen por el temor: antes de que caiga Occidente, debemos reivindicar a Les Luthiers. Quizá sus humores y secuelas salven esta civilización, o,
convengamos, lo que dicen que queda de ella.

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