Nicomedes Febres
Dios bendiga a quien invento el baño, empezando por la comodidad y luego por el aseo. Su autor debería estar en el santoral de todas las religiones. Nunca se ha escrito la historia del baño en Venezuela, ni de tantas cosas necesarias, útiles, o importantes. Escribamos una nota para ayudar al futuro autor merecedor del Premio Nobel del devenir. Se los dice este servidor que compró dos baños sin uso del siglo XIX para guardarlas para la Historia de Venezuela como debe ser, porque toda Historia debe comenzar por el baño, sino pregúntenle a Bolívar, lo que le hubiese sucedido la noche de 1818 en El Rincón de los Toros cuando tuvo que meterse en un mogotal, poco antes de que lo intentaran asesinar unos rufianes. Allí los retorcijones de barriga le salvaron la vida. Cuando las cosas se calmaron en Venezuela se generalizaron las letrinas ubicadas en el fondo de la casa, detrás del gallinero y entre las caballerizas y el cuarto del loco, y la única vez que la dueña de la casa, que siempre usaba bacinilla, la visita era para discutir el precio del vaciado de la letrina con el hombre que la limpiaba, usualmente un hediondo borrachín, que en burro se encargaba de esos menesteres y cuyos honorarios se discutían poco, para evitar que hablando golpeao y después de meter el palo de medir en la letrina dijera: “misia, si no le gusta el precio, mejor recoja su mierda usted misma”. Gracias al general Guzmán Blanco, que estando en París vio la maravilla que era la poceta, y se mandó a traer varias para repartirlas entre sus amigos, lo que las puso de moda en Caracas. Por supuesto aquello incluía el depósito de agua que se colocaba en lo alto para liberar al tazón de su carga, luego de tirar de la cadenita. Ya antes habían desarrollado la distribución de las aguas blancas en la ciudad y fue cuando se hacía desde el sitio llamado Caja de Agua por los lados de Altagracia, y luego desde El Calvario donde Guzmán Blanco creó el estanque para distribuir el vital líquido a la ciudad. Con razón colocó una estatua del Libertador allí. El problema es que las aguas negras corrían por las canaletas de las calles de Caracas hasta caer al Guaire, lo que hacía de la ciudad algo hedionda para sufrimiento de la gente, en especial para los que debían desyerbar a las pedregosas calles. Hasta el año 1900 cuando el general Juan Vicente Gómez, recién llegado a la capital y nombrado su gobernador por el Cabito, que desconfiaba de él y de los caraqueños; pero el hombre de La Mulera ordenó meterle tuberías para canalizar las aguas negras, lo que mejoró el olor de la ciudad y lo que le granjeó bastantes amigos. Lo malo es que con el progreso de los servicios la gente salía de sus casas, o vivían lejos por lo que debían usar sorpresivamente los baños y fue así como se crearon los baños públicos donde había que pagar por usarlos. Pero el afán capitalista de los dueños de los baños los fueron mejorando, inclusive montaron comederos dentro para hacerlos más amables como le sucedió a Jaime Vivas, que comenzó montando un baño en La Pastora, y como era tan buena la comida monto luego un restaurante en la esquina de Reducto, en Caracas llamado El Yalú, tan fino que se comían allí las arepas con tenedor y cuchillo. Luego cambio de ramo y monto el restaurante en la esquina de Cervecería donde duró décadas, olvidándose de los baños. También estaban los famosos baños de Souci en las laderas de El Calvario, que era una suerte de sala de masajes, baño turco y gimnasio para hombres. Luego con el petróleo, con la democracia socarrona y todo, el país progresaría mejor hasta 1998, cuando ahora como no hay agua, se debe recoger con cuidado el líquido para bajar la poceta. Estamos volviendo a antes de las letrinas.
De todo lo anterior hay fotos, salvo de Bolívar en El Rincón de los Toros, pero voy a colocar una foto de unas niñas en 1916 jugando en la plaza Bolívar y detrás el aviso de La Glaciere y su baño, entre las esquinas de Monjas y Principal. Si alguien tiene fotos se agradece.
14/07/2022:
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