DE UN VIEJO HÁBITO
Luis Barragán
Inadvertidamente,
desde la más remota infancia, tendimos a imitar la costumbre de mamá de recortar
y guardar lo que más le atraía de la
prensa. Coleccionaba lo que más le gustaba y tuvo lo que llamamos el “libro de
recortes”, cuyo ejemplar sobreviviente preservamos con muchísimo celo y cariño.
Abrimos un cuaderno escolar y con un
pegamento que traspasaba – manchándola -
cada pieza antes de llegar la universalmente conocida “pega ega”,
convertida la marca en género, el escolar guardaba - muy esporádicamente - alguna
escena heroica del béisbol profesional hasta que pisó el bachillerato y comenzó
a hacerlo con los artículos de opinión del diario El Nacional. Será ya bastante crecido, iniciando la
universidad, que tomará nota crecientemente sistemática de los medios escritos
adquiridos en casa y, especialmente, de la A-4, C-1 y, después, A-5 del
periódico caraqueño, entendiese o no el contenido de estas páginas del
periódico caraqueño, al igual que su Papel Literario, expandiéndose
progresivamente a otros periódicos dominicales.
Solíamos escribir, un poco, para el
multígrafo de las actividades proselitistas hasta que el partido de la antigua
militancia abrió las puertas de su (s) semanarios (s) o quincenario (s) en
aisladas ocasiones al suscrito; o atrevidos para otros magazines, no olvidamos
aquellas dos largas cartas dirigidas a la revista Resumen que, alguna vez, la profesora de historia de cuarto año de
secundaria no creyó que coleccionáramos, llevando sus números al aula. Nos
atraía garabatear el papel, aún más con la llegada de la máquina de escribir a
casa, recordando aquel juego infantil de
armar un “programa de gobierno”, o de hacer una “novela”, porque cierta ráfaga
noticiosa llegaría de las elecciones de 1968 a la imaginación del infante, o
tuvo su impacto el prematuro regalo de “La ciudad y los perros” de Vargas Llosa
que nos hicieron con motivo de un cumpleaños.
Transcurría el tiempo y no se nos
ocurrió tomar un taller de escritura, de narrativa, o de algo parecido, aunque
la inolvidable Vicky Chirinos Gómez que ya está en la Casa Eterna, prima de una cuñada,
nos animó a escribir un cuento, si es que puede llamarse tal lo que hicimos, remitido a un concurso convocado por
Pro-Venezuela con el resultado nada difícil de adivinar. Militante de partido, luego, no tuvimos suerte
con la periodista compañera a la que le pedimos revisar y enviar un artículo a
cualesquiera medios que fuese capaz de publicarlo; quizá, jamás se atrevió a
hacerlo con el texto de una cuartilla que todavía conservamos milagrosamente,
bastante inocente.
Al igual que nos llamaba demasiado
la atención aquellas referencias a la enseñanza social de la Iglesia que
ayudaron a modelar nuestra adhesión política, acaso, contradictoriamente, nos
atrapó el estilo que caracterizó a Domingo
Alberto Rangel en sus entregas para otros medios, además de los libros que febrilmente
publicaba. Ya, convertidos en asiduos visitantes de la Hemeroteca Nacional, explorado
antiguos odos de escritura, permanece todavía la propensión o manía metafórica del tovareño que contrastaba
con la concisión de muy variados columnistas.
UNA EXITOSA
APUESTA
La nuestra, fue una ilusión inadvertida:
dejar regularmente impresos nuestros modestos pareceres y llegó la oportunidad
o, mejor, el momento de apostar. No conocía a dueño, periodista o trabajador
alguno en los medios, así que todo dependía de una prueba y la hicimos, primero
con El Globo y, después, con Economía Hoy, ambos de Caracas, cuya lectura
resultaba ineludible desde hacía un buen tiempo atrás.
Por
entonces, laboraba en un juzgado superior en lo penal y, por lo general,
realizadas todas las tareas, ya estaba desocupado una o dos horas antes de
concluir la jornada, por lo que nos dedicamos a investigar un tópico procesal,
por entonces, controvertido y, pudiendo ser más extenso, tuvo por única
compensación su publicación en cuatro entregas en el Diario de los Tribunales,
Barquisimeto, a mediados de 1992. Y, por entonces, abierta la polémica sobre la
reforma constitucional, hicimos un apretadísimo resumen y personalmente lo
llevamos a El Globo, resultando sorpresivamente publicado el 6 de julio.
Primera
vez que lo hacíamos en un periódico de carácter comercial, más tarde probamos exitosamente con el diario
salmón y, finalizando uno y comenzando el otro siglo, ocasionalmente en los
impresos de El Nacional y excepcionalmente en El Universal de los antiguos
dueños. De la entrega personal pasamos
al fax manual, hallando a la postre un
programa informático que automatizó los envíos a casi todos los periódicos del
interior, publicando profusamente textos, a veces,
extensos.
Increíble que haya pasado treinta años y no sabemos del número exacto de los artículos acumulados en los medios impresos, ni en los digitales. Quedó el hábito irremediable de escribir, por cierto, un ejercicio que va más allá de los breves y torpes caracteres que dejamos diariamente en las redes.
Fotografía: LB, tomada de un modesto detalle ornamental de una lunchería ubicada en el Centro Comercial Letonia, La Castellana, recientemente.
11/07/2022:
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