sábado, 3 de septiembre de 2022

Pero, ¿Jesús nos pide aborrecer a nuestra familia?

 Domingo 23C TO  4 septiembre 2022

“El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío” (Lc 14, 25-33)

 (Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Renuncia)

José Martínez de Toda, SJ.                                                              

¿Cuándo ocurrió este episodio del evangelio?

Jesús va subiendo a Jerusalén y a la cruz, pero muchos piensan que va a Jerusalén a coronarse rey.  Consideran a Jesús como un “ganador,” y le siguen para poder ganar ellos también.  Otros muchos lo siguen, pues les gusta lo que dice.

Pero Él trata de decirles que ser su discípulo es costoso. Porque Él está por encima inclusive de la familia de uno:

-        Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Pero, ¿hay casos en que uno pasa por encima de su familia?


Eso pasó hace pocos años en tennis.

<Dos hermanas competían cara a cara en el Final de Mujeres del Tenis Abierto de EE.UU. en Flushing, New York, el 8 de septiembre de 2001. Eran Venus y Serena Williams.

Por primera vez en la historia del torneo, el mundo vio una competencia entre dos hermanas, que se aman tanto, que viven en la misma casa y comparten la misma habitación del hotel, cuando viajan.

Las dos buscaban el mismo sueño: ser campeona mundial, ponerse la corona mundial

Ganó Venus, la mayor. Pero ella no dio el salto acostumbrado de la victoria, sino que corrió a la red, y puso un brazo alrededor del hombro de su hermana, y le dijo: “Te quiero”.>

 

¡Cuántas veces en fútbol ocurre lo mismo! Hay jugadores muy amigos entre sí, pero están en equipos contrarios. No importa. Así es el deporte: lo importante es pelear, pero con honestidad. Lo demás es relativo.

Lo importante en el caso de Jesús es seguirlo y ser su discípulo. Lo demás es relativo: familia o riqueza, prosperidad o salud, placer o fama. Jesús debe estar en primer lugar en nuestras vidas.

Más aún, “Cualquiera que no trae su cruz, y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo(v. 27). 

Cuando Lucas escribe este evangelio, muchos cristianos eran crucificados, y, por lo tanto, sabían lo que significaba cargar una cruz. 

 

¿Cómo explica Jesús el ordenar nuestras prioridades?

            Jesús pone dos ejemplos:

<Si vas a construir una torre o una casa, calculas si tienes con qué, para no quedar en ridículo ante todos. – O un rey no declara la guerra a otro, si tiene un ejército inferior.>

La torre en el mundo antiguo era básicamente una estructura estratégica para la defensa de la ciudad en tiempo de guerra. Antes de comenzar, debemos saber si podemos.

Seguir a Jesús no es cuestión de un entusiasmo pasajero, de una súbita emoción, de una conversión superficial.

Jesús nos invita a reflexionar, a calcular los gastos, a aceptar el riesgo, a mantenernos firmes.

Desde el principio, Jesús nos avisa repetidas veces que el precio será alto y la puerta estrecha. Jesús exige compromiso

Es decir, planifica con cuidado para evitar desilusión y desastres.

Pero, ¿Jesús nos pide aborrecer a nuestra familia?

No. Esto es una hipérbole semítica o una exageración para causar efecto. 

Si Jesús nos dice que debemos amar a nuestros enemigos, ¿cómo nos va a pedir ofender a nuestra familia?

Lo que Jesús nos pide es comprometernos con Él por encima de todo. “Aborrecer” en este contexto no es odiar a la familia, sino guardar distancia de ella. Esto se repite también en el Antiguo Testamento refiriéndose a Dios (véase Proverbios 13:24; 2 Samuel 19:6; Génesis 29:30-33; Malaquías 1:2-3; Deuteronomio 21:15-17 – véase también Lucas 16:13).

Jesús también experimentó conflicto entre vocación y familia:

-        Cuando se queda en el Templo a los 12 años.

-        Cuando le dijeron que su madre y parientes querían verle, respondió, “Mi madre y mis parientes son los que oyen la palabra de Dios, y la ejecutan” (8:21).. 

¿Cuál es la recomendación final de Jesús?

            Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncia a todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo.

Hacerse cristiano no es como el soldado que se da media vuelta ante el peligro.

Hacerse cristiano significa caminar derecho hacia Dios y rechazar cualquier preocupación por posesiones. Significa ser libres de las cosas de este mundo: 

<Érase una vez una mujer que, caminando por las montañas, encontró una piedra preciosa en un riachuelo.

Al día siguiente se encontró con un viajero hambriento. Nuestra mujer abrió su bolsa para compartir la comida.

Pero el viajero vio la piedra preciosa, y lleno de avaricia, se la pidió, y ella se la dio sin más.

El viajero siguió su camino feliz: sabía que esa piedra preciosa tenía mucho valor, y le iba a proporcionar mucho dinero.

Sin embargo, unos pocos días después, el viajero volvió, le devolvió la piedra a la mujer y le dijo:

-        “He estado pensando y vengo a devolverle su piedra, pero espero me dé algo mucho mejor. Deme lo que usted lleva dentro y le da ese poder de desprenderse, sin más, de esta piedra preciosa”.> (Félix Jiménez, escolapio)

 

Esta libertad e indiferencia, necesarias para seguir a Jesús, es un gran regalo de Dios.

Fuente: Correo electrónico (Román Mendoza). 

Ilustración:  Amanda Steel.

Misa Cardenal Porras: https://www.youtube.com/watch?v=yTRu0cHVSJs



Reflexiones del P. Peraza: https://www.facebook.com/arperaza/videos/380944600901567


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