“El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser
discípulo mío” (Lc 14, 25-33)
José Martínez de Toda, SJ.
¿Cuándo ocurrió este episodio
del evangelio?
Jesús va subiendo a Jerusalén y a la
cruz, pero muchos piensan que va a Jerusalén a coronarse rey. Consideran
a Jesús como un “ganador,” y le siguen para poder ganar ellos también.
Otros muchos lo siguen, pues les gusta lo que dice.
Pero Él trata de decirles que ser su
discípulo es costoso. Porque Él está por encima inclusive de la familia de uno:
- Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Pero, ¿hay casos en que uno pasa
por encima de su familia?
Eso pasó hace pocos años en tennis.
<Dos hermanas competían cara a cara en el Final de Mujeres del Tenis
Abierto de EE.UU. en Flushing, New York, el 8 de septiembre de 2001. Eran Venus
y Serena Williams.
Por primera vez en la historia del torneo, el mundo vio una competencia
entre dos hermanas, que se aman tanto, que viven en la misma casa y comparten
la misma habitación del hotel, cuando viajan.
Las dos buscaban el mismo sueño: ser campeona mundial, ponerse la corona
mundial
Ganó Venus, la mayor. Pero
ella no dio el salto acostumbrado de la victoria, sino que corrió a la red, y
puso un brazo alrededor del hombro de su hermana, y le dijo: “Te quiero”.>
¡Cuántas veces en fútbol ocurre lo mismo! Hay jugadores muy amigos entre
sí, pero están en equipos contrarios. No importa. Así es el deporte: lo
importante es pelear, pero con honestidad. Lo demás es relativo.
Lo importante en el caso de Jesús es seguirlo y ser su discípulo. Lo
demás es relativo: familia o riqueza, prosperidad o salud, placer o fama. Jesús debe estar en
primer lugar en nuestras vidas.
Más aún, “Cualquiera que no trae su cruz, y viene en
pos de mí, no puede ser mi discípulo” (v. 27).
Cuando Lucas escribe este
evangelio, muchos cristianos eran crucificados, y, por lo tanto, sabían lo que
significaba cargar una cruz.
¿Cómo explica Jesús el ordenar
nuestras prioridades?
Jesús pone dos ejemplos:
<Si vas a construir una torre o una
casa, calculas si tienes con qué, para no quedar en ridículo ante todos. – O un
rey no declara la guerra a otro, si tiene un ejército inferior.>
La torre en el mundo antiguo era básicamente una estructura estratégica
para la defensa de la ciudad en tiempo de guerra. Antes de comenzar, debemos
saber si podemos.
Seguir a Jesús no es cuestión de
un entusiasmo pasajero, de una súbita emoción, de una conversión superficial.
Jesús nos invita a reflexionar, a
calcular los gastos, a aceptar el riesgo, a mantenernos firmes.
Desde el principio, Jesús nos avisa
repetidas veces que el precio será alto y la puerta estrecha. Jesús exige compromiso.
Es decir, planifica con cuidado para evitar desilusión y desastres.
Pero,
¿Jesús nos pide aborrecer a nuestra familia?
No. Esto es una hipérbole semítica o una
exageración para causar efecto.
Si Jesús nos dice que debemos amar a
nuestros enemigos, ¿cómo nos va a pedir ofender a nuestra familia?
Lo que Jesús nos pide es comprometernos
con Él por encima de todo. “Aborrecer” en este contexto no es odiar a la
familia, sino guardar distancia de ella. Esto se repite también en el Antiguo
Testamento refiriéndose a Dios (véase Proverbios 13:24; 2 Samuel 19:6; Génesis
29:30-33; Malaquías 1:2-3; Deuteronomio 21:15-17 – véase también Lucas 16:13).
Jesús también experimentó conflicto
entre vocación y familia:
-
Cuando
se queda en el Templo a los 12 años.
- Cuando le dijeron que su madre y parientes querían verle, respondió, “Mi madre y mis parientes son los que oyen la palabra de Dios, y la ejecutan” (8:21)..
¿Cuál
es la recomendación final de Jesús?
Así
pues, cualquiera de ustedes que no renuncia a todas las cosas que posee, no
puede ser mi discípulo.
Hacerse cristiano no es como el soldado
que se da media vuelta ante el peligro.
Hacerse cristiano significa caminar derecho hacia Dios y rechazar cualquier preocupación por posesiones. Significa ser libres de las cosas de este mundo:
<Érase una vez una mujer que,
caminando por las montañas, encontró una piedra preciosa en un riachuelo.
Al día siguiente se encontró con
un viajero hambriento. Nuestra mujer abrió su bolsa para compartir la comida.
Pero el viajero vio la piedra
preciosa, y lleno de avaricia, se la pidió, y ella se la dio sin más.
El viajero siguió su camino
feliz: sabía que esa piedra preciosa tenía mucho valor, y le iba a proporcionar
mucho dinero.
Sin embargo, unos pocos días
después, el viajero volvió, le devolvió la piedra a la mujer y le dijo:
-
“He estado pensando y vengo a devolverle su piedra, pero espero me dé
algo mucho mejor. Deme lo que usted lleva dentro y le da ese poder de
desprenderse, sin más, de esta piedra preciosa”.> (Félix Jiménez,
escolapio)
Esta
libertad e indiferencia, necesarias para seguir a Jesús, es un gran regalo de
Dios.
Fuente: Correo electrónico (Román Mendoza).
Ilustración: Amanda Steel.
Misa Cardenal Porras: https://www.youtube.com/watch?v=yTRu0cHVSJs
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