Domingo 28C TO 9 octubre 2022
“¿Sólo uno volvió a dar gracias?” (Lc 17, 11-19)
(Diálogo sobre el Evangelio
de hoy: Leprosos)
José Martínez de Toda, SJ
¿Hay gente desagradecida?
Te cuento esta historia:
<Érase una vez un niño que
jugando en el muelle del puerto se cayó a las aguas profundas del océano. Un
viejo marinero, sin pensar en el peligro, se lanzó al agua, buceó para
encontrar al niño y finalmente, agotado, lo sacó del agua. Dos días más tarde
la madre vino con el niño al muelle para encontrarse con el marinero. Cuando lo
encontró le preguntó:
- "¿Es usted el que se lanzó
al agua para rescatar a mi hijo?
- "Sí, yo soy",
respondió. La madre le dijo:
- "¿Y dónde está el gorro de
mi hijo?”> (Félix Jiménez, escolapio)
El evangelio de hoy nos recuerda
una dimensión profunda de toda vida humana y cristiana: la gratitud, la acción
de gracias.
Los leprosos debían soportar su
propia enfermedad, y eran excluidos para que no contagiaran a los demás. Pero
además su enfermedad era considerada como un terrible castigo
divino; por ello eran «impuros» y debían ser repudiados por todos. Y sentían menos compasión por ellos, porque creían que el leproso había causado
por sí mismo el castigo.
Los leprosos debían vivir en lugares apartados, tenían estrictamente
prohibido entrar en las ciudades, y cuando iban por los caminos debían gritar “¡Inmundo! ¡Inmundo!”, para que nadie se les
acercara (Levítico 13, 45).
Como la enfermedad era
tenida también por incurable, la única esperanza que les quedaba a estos
enfermos era el milagro. Si la curación se producía, un sacerdote tenía que certificar
con su palabra que su curación era cierta (Levítico 14, 1-32).
¿Qué hacen los leprosos cuando ven a Jesús?
Comienzan a gritar: “Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros” (v. 13). Si se dirigiesen a un viajero corriente, este llanto de merced podría ser un simple pedir limosna. Pero en este caso conocen el nombre de Jesús y se dirigen a él como ‘Maestro’. Han oído hablar de Él, que cura enfermedades, y ahora su llanto es un pedir salvación.
¿Cómo reacciona Jesús ante los
leprosos?
La gente de ordinario ignoraba a los leprosos. Los trataba como si no existieran, como hacemos nosotros con los mendigos de la calle en la gran ciudad: prescindimos de ellos y seguimos adelante sin siquiera mirarlos. En cambio el evangelio dice que Jesús ‘los vio’. No era una mirada casual, sino de interés y cariño por ellos.
¿Qué les dice Jesús?
-
“Vayan,
muéstrense a los sacerdotes” (v. 14b).
Jesús,
antes de sanarlos, les manda ser inspeccionados por los
sacerdotes. Normalmente, éstos pasan una semana en el templo de
Jerusalén, pero residen en otro lugar. Había sacerdotes judíos y samaritanos,
que podían garantizar la salud del enfermo.
Además ellos podrán testimoniar el gran poder que tiene Jesús.
Y ¿qué les pasó a los leprosos?
“Y aconteció, que yendo ellos,
fueron limpios” (v. 14). Los leprosos no fueron sanados de
inmediato, sino que son sanados al obedecer a Jesús.
Pero la palabra usada es quedar ‘limpio’. “Sanar” tiene que ver con restauración de la salud corporal. Ser hechos “limpios” incluye dimensiones adicionales, como la salud social y religiosa. Ahora, los que eran leprosos han sido restaurados y pueden volver a entrar en la sociedad.
¿Cómo reaccionan los leprosos,
cuando se ven curados?
“Entonces
uno de ellos, como se vio que estaba limpio, volvió glorificando a Dios a gran
voz” (v. 15). Seguro
que se lo diría a los otros nueve leprosos. Pero ninguno de ellos lo acompañó.
“Y
derribóse sobre el rostro a los pies de Jesús, dándole gracias” (v.
16a).
“Y
éste era Samaritano” (v. 16b). Y Jesús comenta:
“¿No son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve dónde están? ¿No hubo
quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?” (vv.
17-18).
La ingratitud a menudo brota del egoísmo. Después de
tan largo aislamiento, han de estar ansiosos de reunirse con sus familias y reasumir
una vida normal. Nos podemos imaginar a los otros nueve, yendo cada uno
por su camino, ansiosos por regresar a sus vidas antiguas.
Y Jesús le dice al samaritano: “Levántate,
vete; tu fe te ha salvado” (v. 19).
El samaritano fue ‘curado’, además fue hecho ‘limpio’ y ahora es ‘salvado’: tres pasos, cada uno mejor que el anterior.
¿Cómo damos gracias nosotros?
-
La misa es, antes que
nada, dar gracias a Dios. Eucaristía
significa ‘dar gracias’.
-
Muchos acuden
a la iglesia para dar gracias por los beneficios recibidos.
-
En el examen
diario, que muchos hacen a mediodía hasta durante 15 minutos, éstos son los
puntos que Ignacio de Loyola recomienda tocar: 1 Dar gracias por los bienes
recibidos. 2 Pedir luz para conocer los pecados de ese día. 3 Examinarse. 4 Pedir perdón. 5 Proponer
enmienda.
-
Es bueno dar gracias antes de comer.
-
También intercalamos en nuestra conversación la
frase ‘Gracias a Dios’, cuando algo
salió bien.
Debemos dar gracias a Dios por los acontecimientos extraordinarios que
nos vengan, pero también por los beneficios cotidianos, que recibimos todos los
días. Todos son
dones de Dios.
Si las estrellas salieran solo una noche al año, todos nos pasaríamos esa noche horas sin dormir para poder contemplarlas. Pero las vemos con tanta frecuencia, que ya no nos molestamos ni en echarles un vistazo. ¡Qué fácilmente nos acostumbramos a nuestras bendiciones y nos olvidamos de dar gracias por ellas!
Ilustrado: Jack Baumgartner.
Cardenal Porras: https://www.youtube.com/watch?v=LkOgc-e-z_E
Padre Peraza: https://www.facebook.com/arperaza/videos/2220008254847336

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