José Pulido (*)
Mi hermano conserva la fortaleza de nuestros ancestros
es completamente leal a la vida
con su carácter se puede hacer una carretera de piedra
por todo el filo de las montañas sin herir a una sola raíz
En la infancia admirábamos perros, caballos, loros habladores
eran frutales nuestros corazones
jugábamos con diablos y ánimas protectoras
conocimos animales extranjeros con Tarzán de los monos
muchachas y muchachos se fueron con nosotros
por un desfiladero junto con las calles que estaban adaptadas
al sueño adolescente
ha debido durar más aquel tiempo bonito y sensitivo
pero ansiábamos conocer el mañana
Al nacer te ponen en el aire las manos de la vida
te sumergen en luz y cuando envejeces
esas manos fortísimas te van soltando suavemente
Siempre fuimos sencillos navegantes atrapados
en ese abismo que la tormenta crea
el último peldaño, el de caerse
Nuestros cuerpos subieron y bajaron como naves extrañas
y estamos en el valle de las incertidumbres
hemos aterrizado
Somos viejos: esto es el futuro
podemos vernos y escribir por teléfono
y debo decirte que Shakespeare sigue aquí
Hemos tenido el privilegio de mirar fotografías de Marte
-alguien ya pasó por ahí destruyendo las matas de guayaba, los almendrones, los arroyos marcianos-
mi idioma es no callar
y debo decirlo, aunque mi hermano ya lo habrá notado:
la plaza donde paseábamos de tarde los domingos
era de otro planeta
(*) Hace tiempo le escribí este poema a mi hermano Arnaldo cuyo nombre era Orlando pero le decíamos Gulín. En la cédula apareció como Arnaldo. Nada qué hacer. Hoy está de cumpleaños y abusaré con los lectores agregando una fotografía de cuando éramos unos muchachos estrenando bicicleta.
16/12/2022:
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