El pasado 11 de enero, después del mediodía, pasé cerca de la Casa Amarilla y constituyó toda una sorpresa que un individuo estuviese "selfiándose" en las alturas de la edificación de un modo evidentemente imprudente. Apenas, atiné a sacar y disparar la cámara del móvil celular, algo que no es fácil en el lugar. Recordé que, desde uno de esos balcones, se lanzó Cipriano Castro para fracturarse una pierna durante el terremoto de 1911. Bromeé desde abajo al decirle al muchacho que la carajita lo tenía loco. Sonrió y siguió como si nada.
LB
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