EL ESEQUIBO Y EL PENSAMIENTO ESTRATÉGICO VENEZOLANO
Luis Barragán
Contrariando
una larga tradición, buena parte del presente siglo ha sido la del silencio en
torno al Esequibo. Incluso, aun
tratándose de las clásicas dictaduras, toda controversia territorial al este u
oeste del país devino política por modesta que fuese en el ámbito doméstico.
La sola reseña
escolar del problema suscita inquietud en la Venezuela que décadas atrás
exhibía una opinión pública capaz de manejar aspectos relativamente complejos,
a juzgar por la primera plana promedio de la prensa escrita. Es nuestra la impresión de un retroceso en el
tratamiento político del asunto, pero también en los términos de un pensamiento
estratégico venezolano que Aníbal Romero comprendió como las ideas, análisis,
planteamientos y recomendaciones en torno a las cuestiones específicas que
atañen a la defensa de la nación, la
fuerza armada y hasta en el concreto terreno militar (“La miseria del
populismo. Mitos y realidades de la democracia en Venezuela”, Ediciones
Centauro, Caracas, 1986: 320).
Valga el
contraste, comprensión que encontró una legítima cabida en la necesaria
discusión pública de los asuntos fundamentales que reafirmó una mínima vocación
republicana, con el ejercicio de la libertad de imprenta. Y, muchas veces,
imposibilitaba las cómodas simplificaciones, estereotipos y consignas que no
pasaban la dura prueba de una polémica razonable, fructífera y, subrayemos,
recurrente.
Por supuesto,
consecuente con el texto citado que recomendamos leer o releer, todo abona a la
salida que finalmente tuvo la crisis política de los noventa del veinte: el
autor catalogó como un dilema sin sentido entre la salida socialista que “nos
conducirá a una situación mucho peor de la que vivimos”, y la autoritaria de tipo militarista (108).
Nunca antes imaginamos que padeceríamos, como en efecto ocurre, simultáneamente
ambas dimensiones para una misma tragedia.
Hoy, el
contexto no ayuda a una correcta deliberación del caso esequibano, en el curso
de un proceso judicial muy obviamente entendido por etapas preclusivas que nos
llevan y llevarán a un fallo en La Haya. Vale decir, fuera de toda influencia,
manipulación o control político del régimen venezolano, aunque le tocará
demostrar y ejercer los recursos correspondientes en el supuesto que la Guyana
demandante incurra en sendos vicios o fraudes procesales.
Con
anterioridad, por una parte, el sistema político de características
democrático-populistas, de conciliación y consenso, inherente a la era
democrático-representativa, significaba
una evasión de los problemas sustanciales, temeroso del disenso añadido a lo
que Romero asumió como la “poca madurez de la relaciones profesionales – y no
meramente políticas – entre el poder civil y el sector militar en nuestro
medio”; una de las mayores dificultades
estribó en que la aspiración a todo consenso implicaba que el gobierno asumiera
clara y nítidamente su posición, algo que no ocurría, siendo impensable un referéndum que no
tuviese precedido de una extraordinaria discusión y claridad de los tópicos a
someter al voto popular (250 ss.). No es difícil deducir que el actual sistema
político profundamente populista y autoritario, por decir lo menos, expresión
de la democracia participativa y protagónica en curso, idea e incurre en una
constante polarización y plebiscitación de la que no escapará el referéndum del
Esequibo del que sólo sabemos que está aprobado, forzando ese “consenso” de mil
maneras; acotemos, la cosa va demasiado más allá de ir y votar por una y otra fórmula
que el oficialismo ni siquiera a esta hora insinúa.
Tememos que,
faltando una deseable y extendida
deliberación, por otra parte, la cuestión esequibana se ha despachado
frecuentemente a través de un belicismo retrospectivo en el que subyace un
cierto sentido y sentimiento prospectivo, trastocado el planteamiento entera e
inexorablemente histórico en un abierto y absurdo anacronismo político:
versamos sobre el mito de la recuperación por la fuerza del territorio para lo
cual resultaba indispensable prolongar la dictadura de Pérez Jiménez, o la
pérdida dizque irresponsable de una oportunidad representada por el alzamiento
del Rupununi. Inevitable concluir que también
extrañamos una pública, mínima y necesaria ponderación de los problemas
estratégicos venezolanos que nos ahorre las consabidas conjeturas del momento.
Fotografías: LB, Centro Comercial Multiplaza de El Paraíso, e imágenes de un acto de grupos oficialistas a favor de Palestina, Plaza Bolívar: obsérvese el mapa venezolano grabado por una mujer en el brazo (CCS, 12/10/2023).
15/10/2023:



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