CACRI
Luis Barragán
Apenas
logramos sacar la fotografía: los dos perros tienen por hogar las instalaciones
deportivas que incluye un paseo madrugador y juguetón por el campo de
fútbol. Ayudan a los vigilantes en las
faenas matutinas y vespertinas, pero quedan en la noche durmiendo en cualquier
rincón del edificio administrativo.
La pareja
feliz en cuestión, luce distinta a la que tiene por casa un taller
mecánico. La grasa y el sucio suelen
envolverlos, quedando para ladrar en las largas noches detrás de los portones.
Otro
privilegiado es el acompañante de los viejos o jóvenes de la calle, protectores
de los perros con los que privilegian una relación de acendrado afecto. Miran a
la distancia a sus pares abandonados, antes, favoritos en el seno de una
familia que ahora los deja por ahí faltándoles el alimento.
Los animales
domésticos han padecido inmensamente la crisis socialista, aunque los pocos que
gozan de las comodidades de un enchufado no suelen ser una liga de criollos con
callejeros. Al respecto, siguen una larga tradición iniciada quizá en las más lejanas
bonanzas petroleras.
Ya casi es
imposible sostener una consulta privada del veterinario que, inevitable, cierra
las puertas del consultorio.
Excepcional, la llamada Misión Nevado cumple una extraordinaria labor,
donde la hay.

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