DEL MERCADO EDITORIAL Y SU FUTURO
Luis Barragán
Huelga comentar la inexistencia de un mercado
editorial en la Venezuela que alguna vez lo tuvo, con todas sus imperfecciones.
Ni siquiera las universidades lo tienen,
como es demasiado obvio que deban tenerlo, y si no fuese por las redes digitales,
incluida la piratería, o la generosidad del profesor que presta piezas
indispensables de su biblioteca personal, el discipulado estaría completamente
perdido.
Valga acotar, una cosa es contar con una firma editorial
y, muy otra, que pueda autosustentarse – además - más allá de las fronteras de la casa de estudios
que la apoya y subsidia. Meritorísima
iniciativa, este es el caso de la UCAB;
una remotísima vez, ocurrió con la UCV, alguna con la USB y, es ahora, cuando la Unimet reinicia sus más preciadas
novedades electrónicas.
Ahora
bien, días atrás, una surcoreana ganó el premio Nobel de Literatura para la
absoluta sorpresa de una opinión pública internacional que calibró la lista de
los favoritos con el seguimiento de los apostadores que emplean cualquier pretexto
para propulsar un negocio y profesar una patología. De 53 juveniles años, Han Kang puso en apuros
no sólo a los ludópatas y académicos, sino al raudal de comentaristas que, acreditados
o no, pueblan las redes.
Por supuesto, no la conocíamos e, inmediatamente,
nuestra nocturnidad se hizo intensa pesquisa de una autora de la que, se
aseguró, no tenía traducción alguna al español.
Sin embargo, un día después, amanecimos con el envío por móvil celular
de dos títulos por un amigo, mientras que, otro, sumaba dos más, y, sin cumplir
una semana del anuncio del jurado estocolmense, estocolmés u holmiense
(Wikipedia dixit), la obra más conocida de la ya celebérrima autora circula
abiertamente como audiolibro.
De los comentaristas en cuestión, unos, los
más, improvisaron descaradamente, a la vez que, otros, fueron muy sinceros en
sus emisiones. Hubo seriedad en quienes admitieron que jamás la habían leído y
tenían preparados dos o tres videos alternativos en el caso de que uno de los
favoritos o favoritísimos ganarán, o quienes leyeron el primer ejemplar que
encontraron para recomendarla en menos de 24 horas del anuncio, juraron lucirse
ante la audiencia.
Finalmente, como seguramente acaeció en otros
idiomas, no había pasado más de una hora cuando comenzó a circular en español
la obra más conocida de Kang y, ni siquiera, la editorial que nos permitió
conocer la precursora traducción que hizo, tendrá las inmediatas ganancias que
honren su acertado descubrimiento para el lectorado hispanoamericano. Salvo
opinión especializada en contrario, en términos convencionales, la industria
editorial no parece tener ningún futuro, y con la ya universal Han Kang que
tiene muchos años por delante, probablemente las multinacionales de las letras
adoptarán las más celosas medidas para darle un vuelco e inéditas perspectivas
al libro.
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