BARATURA DE UNA AMARGA EXPERIENCIA
Luis Barragán
Entre
nosotros, difícilmente haya precedentes respecto a un régimen de tan
extraordinarios bajos costos económicos y, a juro, políticos. Gracias al
empleo selectivo y eficaz de la fuerza bruta, a una aparente superioridad moral
que la mentira más descarada les reporta, y a las guerras foráneas que cumplen
con ese otro convencionalismo como es el incremento inmediato de los precios
del petróleo, el socialismo del siglo XXI se le antoja lo mejor, bueno, bonito
y barato a una izquierda comprometidamente antioccidental, mientras
duren sus afanes suicidas.
Por numerosas
que sean las protestas espontáneas, no tienen la presión política necesaria para convertirse en una demanda actualizadora, eficaz y consistente, por poderosa
y sentida que se diga y realmente lo fuese. Vaciada por la (auto)censura, no
hay caja de memoria alguna respecto a los fundamentales indicadores económicos,
demográficos, educativos, nutricionales, u otros que le den energía
y sensatez a las fórmulas alternativas a un sistema (y sistemia) profundamente
depresivo.
El gobierno
socialista de esta centuria no soportaría siquiera el mínimo peso que conocieron
muy antes los gobiernos democráticos respecto a las grandes y pequeñas
exigencias salariales, alimentarias, hospitalarias, inmobiliarias, transportivas,
antidelictivas, con moderación del costo de la vida. Y tampoco resistiría las
bulliciosas y perturbadoras denuncias e investigaciones periodísticas y
parlamentarias, forzando el juego institucional, o las recurrentes perturbaciones
del orden público, incluyendo las protagonizadas por los celebérrimos
encapuchados de motivos tan fútiles como el adelanto de los días de asueto en
alguna universidad.
Puede conocerse con demasiada dificultad de la ejecución del presupuesto público nacional, su monto definitivo y los niveles de endeudamiento, y los verdaderos aportes que cada órgano, despacho e instancia del gigantesco Estado hace a la población, incurriendo en la menor inversión posible, configurando partidas muy exiguas que dependerán de un eventual crédito adicional, o procurando medios lo suficientemente precarios para suscitar una suerte de lobby clientelar. Además de la consabida y enorme carga fiscal y parafiscal que recae sobre la ciudadanía, reservada enteramente la administración de los fondos petroleros a favor del ejecutivo, permite deducir el bajísimo costo económico y político de un prolongado ciclo, cual pieza maestra de la preingeniería totalitaria. No obstante, inadvertido todavía por la genuina oposición, seguimos entendiéndonos en un particular lenguaje que nos relega a la única caja de diálogo con insumos que rápidamente empobrecen por sus eufemismos e invectivas.
El discurso del
poder (e, ¿inevitable?, contrapoder retroalimentador), apela a la misma y
tediosa escenografía, los empeños de un manido protagonista, el espejismo de un
capitulo superdefinitivo que ha tardado veinticinco años. No es común el escaso
costo económico de una experiencia política por la que absolutamente nadie responde,
apostando por pasar la página.
Habitual recomendación,
importa y mucho pensar fuera de la caja, por lo demás, lanzada a la intemperie,
que yace como una obra de arte contemporáneo en tributo de nuestras necedades
telenovelescas. Ya no hay cartón para que el CLAP distribuya, comprendidos
todos como los bolsas de la ínsula
de Barataria: valga acotar, alguna vez soñamos el Arauca, uno de los cuatro
cajones apureños.
Fotografías: LB (CCS, 01/06/2024).
15/10/2024:
https://www.elnacional.com/opinion/baratura-de-una-amarga-experiencia/
https://morfema.press/opinion/baratura-de-una-amarga-experiencia-por-luis-barragan-luisbarraganj/
https://www.eastwebside.com/luis-barragan-baratura-de-una-amarga-experiencia.html
Breve nota LB: A Eduardo Martínez (Eastside), le llamó la atención una expresión: baratura, e investigó hasta conseguir la pieza chilena para publicar el texto. Le dio tonalidad de antigua fotografía.
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