"Para llegar hasta la isla había que recogerse las faldas y caminar por el Índico. No había puente ni barca. Las olas te mojaban el trasero, pese a que la distancia que había que recorrer se podía andar en minuto y medio. Resultaba de lo más desagradable pasarse el día entero con el trasero húmedo, pero era la única manera. La belleza del entorno compensaba por todas las incomodidades, que eran muchas. En la isla no había agua y los sirvientes tenían que llevarlo todo sobre la cabeza. Debido a ello era prácticamente imposible bañarse salvo en el mar"
Peggy Guggenheim
("Confesiones de una adicta al arte", Lemen, Barcelona, 2024: 149)
Ilustración: Hugo Pondz.
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