"Pero la señora Smith conocía bien esa sonrisa. A ella no podía engañarla. Aquella mueca no era ni más ni menos que el acto reflejo de su orgullo maltrecho. Las ratas habían comenzado a abandonar el barco, y el señorito estaba dispuesto a hundirse con él. A su madre le estaba pasando lo mismo. La señora llevaba dos días tocando a las puertas de sus conocidos y amigos, intentando localizar a alguien que estuviera dispuesto a echarles una mano, pero nadie daba la cara. Los mismos que hace semanas llamaban para pedir favores con descaro o se hacían los encontradizos en las recepciones, cócteles y palcos de los eventos deportivos, ahora no se dignaban a cogerle el teléfono"
Álvaro Núñez
("Los rebeldes de Candem Rown", Anaya, Madrid, 2025: 84)
Ilustración: Jorge Penné.

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