MEDIO SIGLO DE LA NACIONALIZACIÓN PETROLERA
Luis Barragán
Todo parece indicar que fue tardía la toma de
conciencia del venezolano promedio en torno al petróleo y su trascendencia en
la vida del país, a pesar del creciente peso adquirido en las estadísticas
oficiales. Además, siendo una mentalidad de mayor antigüedad, el rentismo
adquiría nuevos e inadvertidos bríos en un paisaje social de irreprimible
transformación al galope de las exportaciones de un rubro inesperado.
Cincuenta años después de sancionada y promulgada la Ley
Orgánica que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos,
hay un retroceso significativo y preocupante en relación al interés, el
seguimiento y la discusión públicas de una materia que será ineludible - por
varios años más y ojalá que décadas - entre nosotros. Amén de la (auto)censura y el
bloqueo informativo, diferentes sectores vivos del país no le prestan una
visible atención ni demuestran la suficiente vocación por estudiarla, y un
primer contraste apunta al viejo y provechoso afán de la élite política por aproximarse,
dominar y adoptar las soluciones correspondientes, frente a la negligencia de
aquellos que, por estos días, la creen
un asunto de política pública harto consumado, exhaustivamente tratado, y
fastidiosamente reiterado.
Muy antes, supusimos que el crudo repentinamente se
agotaría para velar solamente por el celoso ahorro del recurso y la defensa de
sus precios internacionales, aunque muy ahora sospechamos que la venidera
década será la del definitivo reemplazo del combustible fósil en los grandes
países consumidores, por lo que nuestra será la condena a un inútil subsuelo
inundado de un crudo pesado y extrapesado. Ayer, muchos lo aseguraron, las
inversiones extranjeras fueron una maldición bien ejemplificada por los
dependentólogos en el campo energético, mientras que los fuerzan a bendecir a aquellos
que ahora las atraigan aún bajo el esquema de las zonas económicas especiales,
olvidadas las tercas banderas de una estridente nacionalización sin ninguna
fórmula de indemnización, otrora proclamada y vitoreada la gasolina barata.
No digamos de los antiguos elencos políticos y ejecutivos
de la industria, diferenciado el papel del tren ministerial con el de la
empresa de un vital, necesario e irrebatible
desempeño mercantil. La sola mención de los estupendos equipos gerenciales que
hicieron carrera en la industria (como igualmente comenzamos a apreciar el
equivalente habido en el metro de Caracas y en el Seniat), conviniendo en dirigentes y voceros
partidistas de fuste, nos releva de un comentario adicional respecto al
presente siglo.
Manía alguna de historicistas que le niegan originalidad a la actual coyuntura, recordamos aquella época de una extendida, sostenida y vibrante deliberación de la que nadie, absolutamente nadie, estuvo eximido de pronunciarse sobre la nacionalización del petróleo. Importa y mucho decirlo para extrañeza de las nuevas generaciones, tomando un ámbito más amplio, como el debate de profundidad que estupendamente lo ilustraron los senadores (destacando los llamados vitalicios), y los diputados, la cámara política por excelencia, por cierto, ambos hemiciclos irreductible y libremente plurales; y, en otro más restringido, a mediados de nuestro bachillerato, entre los partidarios o los adversarios de las empresas mixtas y el famoso y decisivo artículo 5 del proyecto de ley en cuestión, reducidas las fuerzas minoritarias de la ultraizquierda a las cajas sonoras y sus panfletos, recordamos la remota pasión por temas nada banales.
Reprodución: Volante, 1975.
Collage: LB, con gráficas tomadas de Resumen (Caracas, 1975 y 1976), l Universal (1981), y una pieza de Rolando Peña.
26/08/2025:
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