DE LA PALABRA NACIONALIZADORA
Luis Barragán
El venidero 29 de los corrientes, cumplirá medio siglo de promulgada la Ley Orgánica que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos. Efectiva su aplicación a partir del primer día de enero de1976, hoy pocos imaginan el colosal nivel de discusión y de pasión públicas que suscitó la sola intención de nacionalizar la industria petrolera venezolana.
En los espacios más amplios, los partidos, los medios
de comunicación social, las distintas expresiones de la sociedad civil,
incluyendo a las más desorganizadas, intensificaron el debate que muy bien
condensaron los senadores y diputados del extinto Congreso, y los múltiples
aportes bibliográficos a los que obligó. Por supuesto, siendo necesario
decirlo, que la dirigencia partidista estimuló y protagonizó una profunda
polémica para la cual estuvo en buena medida preparada, añadida la academia que
abría sus puertas para actualizar el más común de los sentidos.
En los espacios más restringidos, a mediados de
nuestro bachillerato, el liceo público fue un referente inevitable para
extender los más contrastantes planteamientos, a favor o en rechazo del
artículo 5° y las empresas mixtas. La ultraizquierda actuaba con sus consabidas
tesis anti-imperialistas, intentando a
todo trance la alteración del orden público.
Por entonces, al fin y al cabo, el adolescente ingenuo
que fuimos, adquiría con frecuencia, sin entenderlas en demasía, las revistas
Resumen y SIC, enterándose de nombres como los de Gustavo Coronel y Alberto
Quirós Corradi, procurando asistir a distintos foros, añadido los febriles del
regañón Domingo Alberto Rangel, en la UCV o en el gremio de los periodistas. Es
el mismo adolescente que preguntó e intentó asistir al debate parlamentario en
cualquiera de los hemiciclos, sin saber que se requería de algún nexo
partidista para los limitados palcos públicos del Capitolio Federal. No
obstante, leyó y escuchó las versiones radiales del debate de senadores y
diputados, impresionándole la intervención de Abdón Vivas Terán de quién muy
poco o nada sabía; sobre todo – si mal no recordamos - escuchándolo personalmente, een un lugar
cercano a la casa, llamado “La Lugareña”: al igual que los líderes sindicales,
el novel parlamentario se había quitado el saco, aflojado la corbata,
arremangada la camisa, para dar un encendido discurso nacionalizador.
Época lejana, remota, distante, pero se nos antoja que fue ayer
El venidero 29 de los corrientes, cumplirá medio siglo
de promulgada la Ley Orgánica que Reserva al Estado la Industria y el Comercio
de los Hidrocarburos. Efectiva su aplicación a partir del primer día de enero
de1976, hoy pocos imaginan el colosal nivel de discusión y de pasión públicas
que suscitó la sola intención de nacionalizar la industria petrolera
venezolana.
En los espacios más amplios, los partidos, los medios
de comunicación social, las distintas expresiones de la sociedad civil,
incluyendo a las más desorganizadas, intensificaron el debate que muy bien
condensaron los senadores y diputados del extinto Congreso, y los múltiples
aportes bibliográficos a los que obligó. Por supuesto, siendo necesario
decirlo, que la dirigencia partidista estimuló y protagonizó una profunda
polémica para la cual estuvo en buena medida preparada, añadida la academia que
abría sus puertas para actualizar el más común de los sentidos.
En los espacios más restringidos, a mediados de
nuestro bachillerato, el liceo público fue un referente inevitable para
extender los más contrastantes planteamientos, a favor o en rechazo del
artículo 5° y las empresas mixtas. La ultraizquierda actuaba con sus consabidas
tesis anti-imperialistas, intentando a
todo trance la alteración del orden público.
Por entonces, al fin y al cabo, el adolescente ingenuo
que fuimos, adquiría con frecuencia, sin entenderlas en demasía, las revistas
Resumen y SIC, enterándose de nombres como los de Gustavo Coronel y Alberto
Quirós Corradi, procurando asistir a distintos foros, añadido los febriles del
regañón Domingo Alberto Rangel, en la UCV o en el gremio de los periodistas. Es
el mismo adolescente que preguntó e intentó asistir al debate parlamentario en
cualquiera de los hemiciclos, sin saber que se requería de algún nexo
partidista para los limitados palcos públicos del Capitolio Federal. No
obstante, leyó y escuchó las versiones radiales del debate de senadores y
diputados, impresionándole la intervención de Abdón Vivas Terán de quién muy
poco o nada sabía; sobre todo – si mal no recordamos - escuchándolo personalmente, een un lugar
cercano a la casa, llamado “La Lugareña”: al igual que los líderes sindicales,
el novel parlamentario se había quitado el saco, aflojado la corbata,
arremangada la camisa, para dar un encendido discurso nacionalizador.
Época lejana, remota, distante, pero se nos antoja que fue ayer
El venidero 29 de los corrientes, cumplirá medio siglo
de promulgada la Ley Orgánica que Reserva al Estado la Industria y el Comercio
de los Hidrocarburos. Efectiva su aplicación a partir del primer día de enero
de1976, hoy pocos imaginan el colosal nivel de discusión y de pasión públicas
que suscitó la sola intención de nacionalizar la industria petrolera
venezolana.
En los espacios más amplios, los partidos, los medios
de comunicación social, las distintas expresiones de la sociedad civil,
incluyendo a las más desorganizadas, intensificaron el debate que muy bien
condensaron los senadores y diputados del extinto Congreso, y los múltiples
aportes bibliográficos a los que obligó. Por supuesto, siendo necesario
decirlo, que la dirigencia partidista estimuló y protagonizó una profunda
polémica para la cual estuvo en buena medida preparada, añadida la academia que
abría sus puertas para actualizar el más común de los sentidos.
En los espacios más restringidos, a mediados de
nuestro bachillerato, el liceo público fue un referente inevitable para
extender los más contrastantes planteamientos, a favor o en rechazo del
artículo 5° y las empresas mixtas. La ultraizquierda actuaba con sus consabidas
tesis anti-imperialistas, intentando a
todo trance la alteración del orden público.
Por entonces, al fin y al cabo, el adolescente ingenuo
que fuimos, adquiría con frecuencia, sin entenderlas en demasía, las revistas
Resumen y SIC, enterándose de nombres como los de Gustavo Coronel y Alberto
Quirós Corradi, procurando asistir a distintos foros, añadido los febriles del
regañón Domingo Alberto Rangel, en la UCV o en el gremio de los periodistas. Es
el mismo adolescente que preguntó e intentó asistir al debate parlamentario en
cualquiera de los hemiciclos, sin saber que se requería de algún nexo
partidista para los limitados palcos públicos del Capitolio Federal. No
obstante, leyó y escuchó las versiones radiales del debate de senadores y
diputados, impresionándole la intervención de Abdón Vivas Terán de quién muy
poco o nada sabía; sobre todo – si mal no recordamos - escuchándolo personalmente, een un lugar
cercano a la casa, llamado “La Lugareña”: al igual que los líderes sindicales,
el novel parlamentario se había quitado el saco, aflojado la corbata,
arremangada la camisa, para dar un encendido discurso nacionalizador.
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