(DES/SUB)EMPLEO JUVENIL
Que sepamos, son pocas las escuelas de manejo
vehicular en las grandes ciudades, lo cual posiblemente explique la mala
conducción y el peligroso desbordamiento de las motocicletas, por ejemplo. Las
consabidas y enormes cadenas comerciales propias de esta era que dijo parir un
corazón, ofertan a los jóvenes un empleo efímero de precarios ingresos dándoles
el entrenamiento breve e indispensable para ordenar la mercancía, despachar
carnes y embutidos, cobrar y manejar la caja registradora, entre otras facetas.
Muy antes, el INCE cumplió un papel meritorio con
todas sus fallas y vicios, por cierto revindicado de compararlo con su actual
etapa nominalmente socialista. Indicador de las predominantes relaciones
económicas de una más lejana época, el primer empleo de los muchachos se lo
daba la banca privada después de cursar estudios contables por meses en la
institución oficial, si es que no lo pagaban a una de las tantas academias que
daban igualmente secretariado comercial, computación, taquimecanografía, entre
otras disciplinas; o mecánica automotriz, carpintería, barbería, etc., para
conseguir el primer trabajo.
De no encontrar cupo en una entidad del Estado, o aun
teniéndolo, el trabajo inicial, sin perspectiva alguna de hacer carrera en la
empresa que también puede ser volátil, depende de cierto afán autodidacta, de una
improvisación a veces temeraria, de mucha suerte. Y, todo, para cumplir con el
mandato irrefutable de llevar el pan a la casa lo más rápido posible.
El mayor de los
riesgos para el trabajo manual, pues, sigue siéndolo frente a una caja
registradora, es el de la automatización de las operaciones cotidianas que bien
lo ejemplifica el sistema de autopago de una creciente implementación, sin
sugerir el desarrollo de otros procesos. No obstante, al preguntar al empleado
de una cadena farmacéutica que instruía a los consumidores, se mostró pesimista
porque la “gente se enreda demasiado y otra se pasa de viva”, como también dijo
que en un año sus labores fueron siempre de cobro y todavía espera reubicación
o hacer el curso correspondiente, “si es que hacen esa vaina y no tengo que
taxiar en una moto”.
La juventud venezolana que sigue en casa, en el país, por
diferentes razones, con necesidad y ganas de trabajar, espera que se encienda
una luz en medio de tantas obscuridades. Algunos intuyen que hay un mundo que
va más allá del teléfono inteligente, que supone un modelo y una política
económica, social y ecológica de libre mercado que, en el peor de los casos,
puede darle un empleo más digno y satisfactorio que el populismo de límites
inconfesables.
09/11/2025:
https://lapatilla.com/2025/11/09/luis-barragan-des-subempleo-juvenil/
Ilustración: Even Liu.

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