JESÚS, NUEVO TEMPLO DE DIOS
(San Juan, 2: 13-25)
José Luis Sicre
El evangelio del próximo
domingo nos recuerda la escena de la expulsión de los mercaderes del templo. La
cuentan los cuatro evangelios. Pero, como ocurre a menudo, hay algunas
diferencias entre ellos.
Preguntas para un concurso
1. ¿Cuándo tuvo lugar dicha
escena? ¿Al comienzo de la vida de Jesús o al final?
2. Esta escena ha sido
pintada por numerosos artistas, entre ellos el Greco. En todas ellas aparece
Jesús empuñando un azote de cordeles. Pero, de los cuatro evangelios, sólo uno
menciona dicho azote; en los otros tres Jesús no recurre a ese tipo de
violencia. ¿De qué evangelio se trata?
3. Sólo un evangelio dice
que Jesús prohibió transportar objetos por la explanada del templo. ¿Cuál?
4. ¿Qué evangelista cuenta
la escena de la forma más breve?
5. ¿Quién la cuenta con más
detalle, incluyendo una discusión con las autoridades judías?
Respuestas
1. Juan la sitúa al comienzo
de la vida de Jesús. Mateo, Marcos y Lucas al final, pocos días antes de morir.
2. El único que menciona el
azote es Juan. Y ninguno dice que Jesús echase a la gente a latigazos.
3. Esa prohibición sólo se
encuentra en Marcos.
4. El más breve es Lucas.
5. Juan.
El relato de Juan (Jn
2,13-25)
El concurso anterior no se
debe a un capricho. Pretende recordar que los evangelistas no cuentan el hecho
histórico tal como ocurrió, sino transmitir un mensaje. Por eso alguno insiste
en un detalle, mientras otros lo omiten por no considerarlo adecuado para su
auditorio. Lucas, por ejemplo, reduce al mínimo la actitud violenta de Jesús,
mientras que Juan la subraya al máximo. El relato de Juan se divide en dos
partes: la expulsión de los mercaderes y la breve discusión con los judíos.
Un gesto revolucionario
A nuestra mentalidad moderna
le resulta difícil valorar la acción de Jesús, no capta sus repercusiones. Nos
ponemos de su parte, sin más, y consideramos unos viles traficantes a los
mercaderes del templo, acusándolos de comerciar con lo más sagrado. Pero, desde
el punto de vista de un judío piadoso, el problema es más grave. Si no hay
vacas ni ovejas, tórtolas ni palomas, ¿qué sacrificios puede ofrecer al Señor?
¿Si no hay cambistas de moneda, cómo pagarán los judíos procedentes del
extranjero su tributo al templo? Nuestra respuesta es muy fácil: que no
ofrezcan nada, que no paguen tributo, que se limiten a rezar. Esa es la postura
de Jesús. A primera vista, coincide con la de algunos de los antiguos profetas
y salmistas. Pero Jesús va mucho más lejos, porque usa una violencia inusitada
en él. Debemos imaginarlos trenzando el azote, golpeando a vacas y ovejas,
volcando las mesas de los cambistas.
Imaginemos la escena en
nuestros días. Jesús entra en una catedral o una iglesia. Comienza a ver todo
lo que no tiene nada que ver con una oración puramente espiritual, lo amontona
y lo va tirando a la calle: cálices, copones, candelabros, imágenes de santos,
confesionarios, bancos… ¿Cuál sería nuestra reacción? Acusaríamos a Jesús de
impedirnos decir misa, de poder comulgar, confesarnos, incluso rezar.
Juan intuye la gravedad del
problema y añade unas palabras que no aparecen en los otros evangelios: «Sus
discípulos se acordaron de lo que está escrito: El celo de tu casa me devora.»
El celo por la causa de Dios había impulsado a Fineés a asesinar a un judío y
una moabita; a Matatías, padre de los Macabeos, lo impulsó a asesinar a un
funcionario del rey de Siria. El celo no lleva a Jesús a asesinar a nadie, pero
sí se manifiesta de forma potente. Algo difícil de comprender en una época como
la nuestra, en la que todo está democráticamente permitido. El comentario de
Juan no resuelve el problema del judío piadoso, que podría responder: «A mí
también me devora el celo de la casa de Dios, pero lo entiendo de forma
distinta, ofreciendo en ella sacrificios». Quienes no tendrían respuesta válida
serían los comerciantes, a los que no mueve el celo de la casa de Dios sino el
afán de ganar dinero.
La reacción de las
autoridades
En contra de lo que cabría
esperar, las autoridades no envían la policía a detener a Jesús (como le
ocurrió siglos antes al profeta Jeremías, que terminó en la cárcel por mucho
menos). Se limitan a pedir un signo, un portento, que justifique su conducta.
Porque en ciertos ambientes judíos se esperaba del Mesías que, cuando llegase,
llevaría a cabo una purificación del templo. Si Jesús es el Mesías, que lo
demuestre primero y luego actúe como tal.
La respuesta de Jesús es
aparentemente la de un loco: “Destruid este templo y en tres días lo
reconstruiré”. El templo de Jerusalén no era como nuestras enormes catedrales,
porque no estaba pensado para acoger a los fieles, que se mantenían en la
explanada exterior. De todas formas, era un edificio impresionante. Según el
tratado Middot medía 50 ms de largo, por 35 de ancho y 50 de alto; para
construirlo, ya que era un edificio sagrado, hubo que instruir como albañiles a
mil sacerdotes. Comenzado por Herodes el Grande el año 19 a.C., fue consagrado
el 10 a.C., pero las obras de embellecimiento no terminaron hasta el 63 d.C. En
el año 27 d.C., que es cuando Juan parece datar la escena, se comprende que los
judíos digan que ha tardado 46 años en construirse. En tres días es imposible
destruirlo y, mucho menos, reconstruirlo.
Curiosamente, Juan no cuenta
cómo reaccionaron las autoridades a esta respuesta de Jesús. (Resulta más
lógica la versión de Marcos: los sumos sacerdotes y los escribas no piden
signos ni discuten con Jesús; se limitan a tramar su muerte, que tendrá lugar
pocos días después.) Pero el evangelista sí nos dice cómo debemos interpretar
esas extrañas palabras de Jesús. No se refiere al templo físico, se refiere a
su cuerpo. Los judíos pueden destruirlo, pero él lo reedificará.
Cuaresma y resurrección
Esto último explica por qué
se ha elegido este evangelio para el tercer domingo. En el segundo, la Transfiguración
anticipaba la gloria de Jesús. Hoy, Jesús repite su certeza de resucitar de la
muerte. Con ello, la liturgia orienta el sentido de la Cuaresma y de nuestra
vida: no termina en el Viernes Santo sino en el Domingo de Resurrección.
Jesús, nuevo templo de Dios
Hay otro detalle importante
en el relato de Juan: el templo de Dios es Jesús. Es en él donde Dios habita,
no en un edificio de piedra. Situémonos a finales del siglo I. En el año 70 los
romanos han destruido el templo de Jerusalén. Se ha repetido la trágica
experiencia de seis siglos antes, cuando los destructores del templo fueron los
babilonios (año 586 a.C.). Los judíos han aprendido a vivir su fe sin tener un
templo, pero lo echan de menos. Ya no tienen un lugar donde ofrecer sus sacrificios,
donde subir tres veces al año en peregrinación. Para los judíos que se han
hecho cristianos, la situación es distinta. No deben añorar el templo. Jesús es
el nuevo templo de Dios, y su muerte el único sacrificio, que él mismo ofreció.
Portentos y sabiduría (1
Corintios 1,22-25)
En la segunda lectura
aparece también el tema de los prodigios. Pablo, judío de pura cepa, pero que
predicó especialmente en regiones de gran influjo griego, debió enfrentarse a
dos problemas muy distintos. A la hora de creer en Cristo, los judíos pedían portentos,
milagros (como se ha contado en el evangelio), mientras los griegos querían un
mensaje repleto de sabiduría humana. Poder o sabiduría, según qué ambiente.
Pero lo que predica Pablo es todo lo contrario: Cristo crucificado. El colmo de
la debilidad, el colmo de la estupidez. Ninguna universidad ha dado un
doctorado “honoris causa” a Jesús crucificado; lo normal es que retiren el
crucifijo. Pero ese Cristo crucificado es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Quien sienta la tentación de considerar el mensaje cristiano una doctrina muy
sabia humanamente, digna de ser aceptada y admirada por todos, debe recordar la
experiencia tan distinta de Pablo.
Fuente:
https://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/6061-jesus-nuevo-templo-de-dios.html
Padre S. Martín. ¿Por qué dicen que María no es corredentora? | Actualidad Comentada: https://www.youtube.com/watch?v=xJzFCft6GFQ
Breve nota LB: La referencia de Vatican News es a san Juan, pero la lectura venezolana apunta a san Lucas (https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy/2025/11/09.html).
EL VALOR DE ESTA VIDA PARA LA VIDA
(San Lucas, 20: 27-38)
José Enrique Galarreta
El texto se sitúa en la
última semana de Jesús, en Jerusalén y en el Templo, donde se produce la última
predicación de Jesús, continuamente hostigado por los Fariseos, Doctores y
Sacerdotes.
Es llamativa y significativa
la semejanza de los Sinópticos en estos relatos. Los exponemos esquemáticamente
a continuación.
Los tres evangelistas presentan el mismo relato, y los tres en el mismo contexto:
Nuestro texto de hoy se inscribe por tanto en un contexto polémico: "La última y definitiva" polémica de Jesús con las autoridades político-religiosas. Después de esto, viene el complot para prender a Jesús y los relatos de la Pasión.
Ya ha se han dado los
enfrentamientos de Jesús con los fariseos (el tributo al César). Ahora viene el
ataque de los saduceos.
Los saduceos son ante todo
miembros de la aristocracia sacerdotal, y forman una corriente tanto religiosa
como política. Dominan el Sanedrín y entre ellos se elige al Sumo Sacerdote.
Defienden una conducta más libre y mundana que los fariseos, y están abiertos a
colaborar con los poderes extranjeros.
En su teología no entra la
inmortalidad. Por eso, el caso que presentan es un tanto cínico. Jesús lo
advierte y (como tantas veces) no contesta directamente a lo que le preguntan
sino a lo esencial, a lo que deberían haber preguntado.
Cuando los saduceos se
retiren, atacarán los escribas (el primer mandamiento). Los escribas son los
"sabios", los doctores, encargados de la custodia, interpretación y
enseñanza de "La Ley". Suelen ejercer su función en la Sinagoga o en
el Templo. Haciendo un paralelo con nuestro tiempo, se les podría llamar
"los teólogos" de la época.
En ambos casos, se propone a
Jesús una prueba. En varios lugares del evangelio aparece la expresión
"para tentarle". Los "Sabios" de Israel o bien intentan
desprestigiarle ante el pueblo, o bien comprobar simplemente su sabiduría.
Jesús se muestra invencible, incluso bajando al terreno de la increíble
casuística rabínica a que dan lugar los innumerable preceptos de la Ley.
La prueba es, en este caso,
sobre quisicosas legales. Otras veces en cambio las preguntas afectan a la
esencia de la Ley. En el caso presente, Jesús no entra en el tema. Dice, casi
expresamente, que "el cielo es otra cosa".
Es importante tener en cuenta
que, en este y otros casos, Jesús emplea la terminología, los conceptos y
creencias habituales en el mundo que le rodea, sin que esto signifique que los
avale. (Así, en las nociones de "premio-castigo", "el fin de los
tiempos"... y otros muchos).
Para un lector poco
informado puede resultar complicado distinguir entre el mensaje de Jesús y su
utilización de los conceptos y modos acostumbrados en su entorno. Pero es,
naturalmente, el conjunto del mensaje de Jesús el que define el valor y la
importancia de cada afirmación concreta. (Aplicable igualmente al diverso valor
de cada parte del A.T.)
Jesús se muestra invencible
en lo dialéctico, en el terreno preferido de sus adversarios: la casuística
acerca de la Ley. Es sorprendente que los doctores y los sacerdotes le llamen
"Maestro", a él, el "inculto" carpintero de Nazaret (¿pura
ironía malintencionada?).
El tema concreto es la vida
eterna, llamada "resurrección", pero, por encima de él, hay en estos
capítulos un mensaje global claro y más importante: Jesús es la Nueva Ley, el
Nuevo Templo. Se ha cumplido la Promesa, termina la Antigua Alianza. El que vea
que su cumplimiento es Jesús entrará en lo Nuevo.
A propósito de tres temas
concretos, se está planteando el rechazo de Jesús por parte de los jefes del
pueblo. Las tinieblas rechazarán la luz. (Y éste será tema fundamental en
Marcos y en Juan).
Jesús aprovecha la
oportunidad que le brindan los Saduceos para entrar en el tema de fondo, la
"resurrección", la vida después de la muerte, que importa mucho más
que la casuística presentada.
Es un ejemplo típico, y una
denuncia. Aquellos hombres han invertido el sentido de la Palabra de Dios. En
vez de estudiarla como un mensaje de salvación, la utilizan para su propio
prestigio y para satisfacción de curiosidades intelectuales que poco o nada
tienen que ver con su verdadero sentido.
Utilizar la Palabra. Es una
tentación ancestral de Israel: usar la Palabra para mis propios fines, para mi
Ciencia, para mi Prestigio, para mi Consuelo, para sentirme Privilegiado. Utilizar
la Palabra es utilizar a Dios para mis intereses.
La Palabra se nos ha dado
para exigirnos más que a nadie y para transformarnos en Palabra viviente, para
que los hombres puedan creer. No se puede transmitir la Palabra más que siendo
fieles a sus exigencias.
Israel se apoderó de Dios. Y
el mensaje último de estos relatos es:"El Templo será destruido", es
decir, no hay "Dios-para-vosotros", no es "vuestro Dios",
no "reside entre vosotros" en sentido exclusivo. Dios no está con
Israel para Israel, sino para el mundo, y si Israel lo "utiliza" para
sí mismo, Dios no está con Israel.
"El Templo será
destruido" es la mayor blasfemia que se puede decir a un Israelita que ha
entendido que Dios está ahí como seguridad del pueblo.
La aplicación a la Iglesia y
a nuestra espiritualidad es evidente. Nosotros y la Palabra. Solemos tener dos
tentaciones:
1. Inventar la Palabra. No
podemos ir alegremente a la Escritura para ver qué se me ocurre. Ni jugar con
la Palabra. La Escritura tiene un sentido, y en eso, en lo que dice el autor,
está (o puede estar) la Palabra.
No pocas veces acudimos a la
lectura de la Escritura como a un libro mágico, a través de cuyas frases Dios
me dirige un mensaje oportuno para el momento en que vivo. El cristiano es un
"oyente de la Palabra" habitual, no ocasional, vive de la Palabra
siempre, no simplemente acudiendo a ella como a un recetario para casos de
emergencia.
2. Dios de vivos. No
caigamos en los mismos errores que acabamos de denunciar. La Palabra de Dios no
nos ha dicho "cómo" es la inmortalidad, la Resurrección, el Cielo.
La misma palabra
"resurrección" es engañosa: dada la evidencia de la muerte corporal,
y la nebulosa de aquella cultura sobre el compuesto humano
(cuerpo-mente-alma-espíritu), la palabra "resurrección" evoca una
imagen física del cuerpo, nuevamente animado por el "espíritu" (el
soplo de Dios), que se levanta, por la fuerza de Dios, después de morir.
Son imágenes, maneras de
visibilizar las creencias. Tampoco hoy tenemos ideas claras sobre el ser
completo del hombre; recurrimos a Pitágoras y Platón y hablamos de cuerpo-alma,
pero esto no es Palabra de Dios sino una teoría filosófica con muchos
problemas, y con la ventaja de que no tenemos otra mejor.
Pero lo que se nos ha
comunicado es un mensaje religioso, no antropológico: "no morirás"
significa que la vida humana es más que la vida visible, material, temporal.
"Cómo puede ser
eso", no se nos ha comunicado. Y recurrimos a los símbolos. Pablo lo
define como una gestación: aún no hemos sido dados a luz. La muerte como parto,
como liberación, como llegada a la Vida. Otra imagen es el Pueblo Peregrino en
el desierto, que camina hacia la Patria, hacia la Casa del Padre. Y lo que
importa es llegar.
Todas las imágenes son
buenas, aunque todas insuficientes. ("Ni ojo vio, ni oído oyó, ni
naturaleza alguna puede imaginar lo que Dios reserva para sus elegidos"
Romanos 8,18.)
No puede concebirse siquiera
la enseñanza de Jesús sin una referencia expresa a "la vida eterna".
Creo que a veces se hace una lectura muy reductiva de la
"escatología" de Jesús, limitándola a "la llegada inminente del
fin de los tiempos".
Lo que está más claramente
presente en Jesús es la llegada cierta del fin del tiempo de cada persona y,
como consecuencia, el valor de esta vida para La Vida.
Para explicar esto hemos
construido muchas imágenes, pero la mejor imagen de la relación entre esta vida
y La Vida está sin duda en las "parábolas vegetales" de Jesús: la
relación entre la semilla y la cosecha. Se siembra en la tierra, parece que la
semilla muere, pero germina y da fruto centuplicado.
Por esto, la relación entre
esta vida y la otra de ninguna manera destruye el valor de esta vida. Al revés,
esta vida queda revalorizada, puesto que el resultado de lo que hacemos en esta
vida es definitivo, es para siempre. Pablo lo dijo muy bien:
"cuando esto
corruptible se revista de incorruptibilidad, y esto mortal se revista de
inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: "¿Dónde está,
muerte, tu victoria...?" (1 Cor. 15,53)
Todo esto tiene aplicación a
la persona y a la humanidad. Sembrar vida eterna no es simplemente un tema
individual; construir la humanidad aquí es sembrar la humanidad eterna.
Dar de comer al hambriento,
atender al que fue asaltado por ladrones... es decir, crear aquí una humanidad
liberada de males no es el final, porque todo esto acaba en la muerte, pero es
la siembra, que florecerá en cosecha definitiva.
¿Cómo puede ser eso?
Volvamos a la fidelidad a la Palabra y al reconocimiento de que solamente
sabemos lo que la Palabra nos ha dicho. "No se puede ver a Dios sin
morir" significa que solamente en La Vida contemplaremos la verdad entera.
En palabras de Juan:
"Aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste
seremos semejantes a Él, porque le veremos cara a cara" (I Jn. 3,2)
Pero la esencia del mensaje
es más profunda. ¿Por qué creemos en la vida más allá de la muerte? Porque
creemos en Abbá. Como siempre, como todo, esta es la fuente de toda la fe. Si
creemos en Jesús aceptamos, ante todo, su mensaje sobre Dios. Dios no es el
ingeniero todopoderoso que crea una máquina y cuando se estropea la tira, sin
más.
Dios es la Madre que
engendra hijos por amor y por amor trabaja por sacarlos adelante. A nuestras
madres, se les mueren los hijos. A nosotros se nos mueren los padres, los
amigos... porque no somos todopoderosos. Si lo fuéramos, no se nos morirían.
Pero nosotros creemos en Abbá, todopoderoso.
Creemos en el Amor
Todopoderoso. Y al amor todopoderoso no se le mueren los hijos.
Cuando recitamos el Credo
decimos: "creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la
tierra". Y no lo decimos bien, porque esto, con la mentalidad de Jesús,
significa: "Creo que el Todopoderoso Creador del cielo y de la tierra es
mi papá".
Nuestra fe en la vida
después de la muerte es sencillamente confianza en Abbá.
Fuente:
https://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/1590-el-valor-de-esta-vida-para-la-vida.html
Ilustración: David Hinds.
León XIV:
https://www.youtube.com/watch?v=AnmA29FWnVw&list=RDAnmA29FWnVw&start_radio=1
Monseñor Márquez: https://www.youtube.com/watch?v=xX408mCXcXU



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