EL PANTEÓN NACIONAL: UN COOPERSTOWN POCO RIGUROSO
La lista de los próximos que ingresarán al Panteón dependerá, en gran medida, del gran desenlace político de los próximos años en Venezuela.
Alexis Correia
“Aquí tenemos 145, y el que llega el lunes es el 146”, decía el jueves uno de los guías del Panteón Nacional en alusión a Fabricio Ojeda (1929-1966): el primer guerrillero que reposará cerca de Simón Bolívar, a partir de este 23 de enero, un homenaje que ha cuestionado su propio hijo
Próximamente entrarán en este recinto sagrado la Negra Hipólita y la Negra Matea, esclavas que cuidaron a Simón Bolívar en su infancia, así como la líder indígena Apacuana.
No es serio este cementerio, se pudiera alegar, como en la canción del grupo español Mecano. La cuenta que sacamos en El Estímulo cotejada con varias fuentes, y que compartimos en este archivo de Excel, es que los fantasmas que habitan el Panteón son 144 y Ojeda será el número 145.
A ellos hay que agregar otros 17 cuyos restos reales (si es que hay realidad tras la muerte) no están allí, pero que son recordados a través de monumentos, placas o arcas con tierrita simbólica, entre ellos tres cuarto bates de la venezolanidad y sendos nombres de importantes avenidas caraqueñas: Miranda, Sucre, Bello, lo que devalúa un poco a este Cooperstown vernáculo.
DOS TERCIOS DE MILITARES Y SÓLO SEIS DAMAS
Apenas seis son damas: la heroína del billete de 20 (y de 5.000), Luisa Cáceres de Arismendi, pasó literalmente cien años de soledad, sin compañera para conversar cosas de chicas desde 1876 hasta 1977, cuando llegó la pianista Teresa Carreño. Y predominan las charreteras: 94 militares (58%) contra 64 civiles y cuatro sacerdotes.
Hay que decir que esa proporción era mucho mayor antes de la llegada de la Cuarta República, que entre 1958 y 1999 exaltó a 21 civiles entre un total de 34 nuevos ocupantes (62%), entre ellos la citada Teresa Carreño, Teresa de la Parra, Andrés Eloy Blanco, Arístides Rojas, Alberto Adriani, Lisandro Alvarado, Mario Briceño Iragorry, Rafael María Baralt o los doctores Razzetti, Rísquez y Rangel.
CUIDADO DONDE PISA
Un cálculo hecho a ojo por ciento en una visita presencial el pasado jueves permitió calcular que en el suelo hay espacio para aproximadamente 20 o 30 tumbas más (se supone que debe haber cierta separación entre cada una). La sensación más incómoda la provocan precisamente esos inhumados de menor rango cuyas losas se pisan por descuido mientras se recorren los pasillos, es decir, la gran mayoría.
Juan Vicente Gómez, el dictador que sólo salió muerto de la presidencia, jamás se juntó con la chusma: tiene su propio panteón en Maracay.
El viernes el recinto permaneció cerrado, mientras se escuchaban los martillazos de los obreros que abrían la losa para Ojeda.
La imaginación se pone a volar al recordar que allí, a pocos metros uno del otro, están enterrados el caudillo que asaltó al Congreso Nacional en 1848, José Tadeo Monagas, y el diputado civil que, en sus propias palabras, jamás se le prostituyó: Fermín Toro. ¿Se pondrán a pelear cuando se apagan las luces y todo el mundo se va?
“Aunque el Juicio Final nos trate por igual aquí hay gente de rancio abolengo”, diría el grupo Mecano: una de las castas más singulares la integran los 12 próceres que llegaron allí antes del traslado de Simón Bolívar (octubre de 1876) o que ya estaban en la anterior iglesia, entre ellos Ezequiel Zamora.
Otros privilegiados son los cinco que reposan al lado de Bolívar: Simón Rodríguez, Antonio Leocadio Guzmán (esa chapa te la ganas cuando eres el papá del creador del Panteón) y los edecanes Daniel O’Leary, Diego y Andrés Ibarra. Aunque no es venezolana, Manuelita Sáenz entró coleada de manera simbólica en 2010, precisamente para que Bolívar se sienta menos solo.
EL VENTE TÚ DE GUZMÁN BLANCO
El Panteón Nacional, antigua iglesia de la Santísima Trinidad, funciona como tal desde 1874 por decreto de Antonio Guzmán Blanco, el presidente megalómano que en agosto de 1999 se convirtió en el primero de los 14 incorporados por el chavismo al Salón de la Fama (la fachada que conocemos actualmente se construyó en 1929, y la extensión con forma de pista de patinaje extremo que aloja al sarcófago de Bolívar se añadió en 2013).
Los primeros criterios de selección rigurosos para entrar al Panteón los establece Eleazar López Contreras en 1939: por ejemplo, un margen de espera de 25 años luego de la muerte, para dar chance a que el difunto sea juzgado de manera más desapasionada por la historia. Antes aquello fue un verdadero “vente tú” que permitió que se colearan numerosos generales anónimos de la Independencia o la Guerra Federal, algunos de los que se desconoce siquiera la fecha de nacimiento o muerte, así como grises funcionarios que sirvieron al guzmancismo.
Antes de 1999, la desaparecida Cámara de Senadores era el semáforo que daba luz verde. Según la Constitución vigente (artículo 187), la iniciativa corresponde al “Presidente de la República, las dos terceras partes de los Gobernadores o Gobernadoras de Estado o de los rectores o rectoras de las Universidades Nacionales en pleno”.
LOS QUE SOBRAN
El historiador Rafael Arráiz Lucca prefiere ver el vaso medio lleno. “No voy a enumerar los que me parece que no deben estar allí, pero cualquiera que revise la lista los advierte. Al revés, te voy a señalar quiénes me alegra mucho que estén allí.
Venezolanos cuyos aportes son extraordinarios: José María Vargas, Fermín Toro, Agustín Codazzi, Rafael María Baralt, José Luis Ramos, Arístides Rojas, Lisandro Alvarado, Teresa Carreño, Martín Tovar y Tovar, Andrés Eloy Blanco, Mario Briceño Iragorry, Vicente Marcano, Teresa de la Parra, Rafael Rangel, Luis Razzeti, Armando Reverón, Luis Sanojo”.
“Me parece bien que los venezolanos tengamos un lugar a donde llevar los restos de nuestros grandes hombres. Eso es bonito. Me parece correcto y deseable. Creo que fue una buena decisión de Antonio Guzmán Blanco”, añade Arráiz Lucca.
“En el Panteón sobran personajes que estuvieron en la Guerra Federal y que su único mérito para estar allí fue haber acompañado a Zamora o Joaquín Crespo”, critica el historiador Daniel Terán-Solano, que cita a tres generales desenterrados y vueltos a enterrar por el chavismo en 2008: José de Jesús “El Agachado” González, Zoilo Medrano y Donato Rodríguez Silva.
“También sobra José Tadeo Monagas, que aunque fue un destacado prócer de la Independencia, se convierte en el primer dictador de la historia republicana. Cipriano Castro reprimió y asesinó a sangre fría a opositores derrotados y castigó al rebelde sector estudiantil de la época. Fue un hombre de muchos excesos personales. El prócer independentista Juan José Rondón también debería quedar fuera, pues primero sirvió al terrible Boves”, agrega Terán-Solano.
EN LA LISTA DE ESPERA: DE USLAR PIETRI A BAUDILIO
La lista de los próximos que ingresarán al Panteón dependerá, en gran medida, del gran desenlace político de los próximos años en Venezuela. Si el chavismo permanece indefinidamente en el poder por la vía que sea (incluida la de hacerse los locos), no cuesta mucho imaginar a Hugo Chávez al lado de Bolívar en el año 2038. Tampoco a José Vicente Rangel, por ejemplo, cuando indefectiblemente abandone este plano de la realidad.
Arturo Uslar Pietri, una de las pocas figuras que se pueden calificar como políticamente neutras en estos tiempos, será elegible en 2026. José Ignacio Cabrujas, en 2020. El científico Jacinto Convit en 2039. El ex presidente Rafael Caldera en 2034. El cantautor popular Alí Primera es candidateable desde 2010.
El historiador Lucas Castillo Lara, en la imprescindible guía de referencia publicada en el centenario del Panteón (1976), publicó una lista de elegibles aprobados por el Senado pero que, por una u otra razón (entre ellas el olvido), jamás han sido entronizados: entre ellos, el escritor Eduardo Blanco, el matemático Juan Manuel Cagigal, el sacerdote José Cortés Madariaga o el músico José Ángel Lamas.
Rafael Arráiz Lucca lamenta la ausencia física de Rómulo Gallegos (cuyos restos fueron vejados recientemente en el Cementerio General del Sur) y también de Mariano Picón Salas, que expresó en vida su deseo de permanecer en Mérida.
María Soledad Hernández, historiadora de la UCAB, se la juega por Convit, Arnoldo Gabaldón y sacerdotes como el obispo Mariano de Talavera y Garcés. “El debate debería corresponder a la Asamblea Nacional. Lo que sí no debe privar en la selección es el criterio exclusivamente político o doctrinario. Eso es imperdonable, ya que un Panteón no es un simple cementerio”, considera Hernández.
Daniel Terán-Solano va un poco más allá y pide que sean también considerados los deportistas: “Teo Capriles, Alfonso Chico Carrasquel, Pompeyo Davalillo, Baudilio Díaz, Rafael Vidal o Asnoldo Devonish. Lo más evidente es que faltan civiles, mujeres y representantes de otras minorías”, sostiene el profesor de la UCV, que también clama por la incorporación de intelectuales y escritores como Miguel Acosta Saignes, Manuel Caballero, Cabrujas, Miguel Otero Silva, Salvador Garmendia, Eugenio Montejo u Francisco Herrera Luque; el científico Humberto Fernández Morán; los artistas Alfredo Sadel, Vicente Emilio Sojo, Carlos Raúl Villanueva, Jesús Soto o Manuel Cabré; el empresario Eugenio Mendoza; el educador Luis Beltrán Prieto Figueroa; y destacados inmigrantes como Isaac Chocrón y Vicente Gerbasi.
La lista de incorporados al Panteón Nacional por el chavismo (con un asterisco, los representados por restos simbólicos):
1) Antonio Guzmán Blanco, presidente militar (1999)
2) Guaicaipuro (*), resistente originario (2001)
3) Josefa Camejo (*), heroína independentista (2002)
4) Cipriano Castro, presidente militar (2003)
5) José Félix Ribas (*), héroe militar independista (2005)
6) Manuela Sáenz (*), amante de Bolívar (2010)
7) Pedro Camejo, “Negro Primero” (*), héroe militar independentista (2015)
8) Juana Ramírez, “La Avanzadora” (*), heroína independentista (2015)
9) Armando Reverón, artista plástico (2016)
10) César Rengifo, pintor y dramaturgo (2016)
11) Fabricio Ojeda, periodista, político y guerrillero (2017)
A ellos hay que agregar tres generales de la Guerra Federal desenterrados e inhumados nuevamente en 2008: Zoilo Medrano, José de Jesús “Agachado” González y Donato Rodríguez Silva.
08/03/2017:
https://elestimulo.com/el-panteon-nacional-un-cooperstown-poco-riguroso/
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