JR Cháves
El reciente escándalo de corrupción de gran parte de la policía local del municipio de Coslada, le recuerda a Sevach el palíndromo (palabra o frase capicúa que se lee igual en ambos sentidos) del venezolano Darío Lancini: «Son robos, no solo son sobornos». Y ello nos lleva a referirnos brevemente a los juegos de palabras en el mundo jurídico.
1. Así, Víctor Carbajo ha tenido el extraordinario mérito de recopilar (y crear) nada menos que 42.424 palindromos españoles en una extensa publicación. Dado que para el común de los ciudadanos el Derecho es jerga o jerigonza, no viene mal sonreír ante algunos de esos palíndromos que entresacamos por su perfil jurídico:
– A la ley oyela.
– A su caso leyó… y él os acusa.
– A votar la Ley… y él al rato va.
– Daba ley ese y el Abad.
– Dani, mi ley eliminad.
– Ley: era Rey él.
– Ley oyó: o yo, o él.
– Y él ama la ley.
– A Boris la pena da Nepal si roba.
– Anulada nula, alunada luna.
– Y ella era la real Ley.
Pero a Sevach, el palíndromo que le encanta es «Agota la toga». Y seguro que a los abogados algo les sugerirá aquél de «Su rival fuma cosas o camufla virus».
2. Mas frecuente en el mundo del Derecho es la anfibología, palabra de origen griego, que viene de amphibolos (ambiguo,equívoco) y logos (palabra, discurso). Se trata de una frase que puede tener dos o mas lecturas. El ejemplo acogido expresamente como caso de anfibología por el propio Tribunal Constitucional es la palabra «Estado» utilizada por la Constitución española. En unos casos se refiere al Estado-Comunidad (todo) y en otro al Estado-Organización (sólo al ente territorial Estado y con exclusión de los entes territoriales autonómicos y locales). Buena parte de las luchas judiciales versan sobre la interpretación de la norma y no faltan las palabras anfibológicas.
Descendiendo de nuevo al terreno del humor, lo cierto es que el escenario judicial ofrece graciosos ejemplos de significados equívocos. Se parte de la «vista oral» (curiosa combinación de contrarios); se pide la «venia» (y nadie viene, ni se espera que se de); los peritos «evacuan» informes (y no parece que hagan tal cosa en el foro); los testigos «deponen» (nada hay en la sala de vistas a tal efecto); se plantean recursos de «súplica» (nada se «suplica» pues es un derecho); y finalmente viene el «fallo» (cuando lo que se busca es justamente el «acierto» ); eso sí, bajo el solemne título de «sentencia» (parece venir de la palabra «sentir» y nada mas frío e impasible).
3. Así, la práctica forense por su dimensión oral es terreno propicio para la ironía, el juego de palabras e incluso el gracioso calambur, ya que es sabido que la solemnidad del proceso parece repugnar la ironía, lo que obliga a los avispados letrados y jueces a utilizar algún que otro juego de palabras para sugerir con sutileza lo que no pueden decir. Aquí Sevach no se resiste a recordar un famosísimo ejemplo real de cómo la habilidad del lenguaje permite afrontar soterrados ataques. Se trata de la apuesta ganada por Francisco de Quevedo (1580-1645) que se propuso citar la cojera de la reina en su presencia. Para ello, el escritor se presentó ante su majestad con una flor en cada mano y le dijo: «Entre la rosa y el clavel, su majestad escoja«.
Fotografía: Roger Federer (https://www.espn.com.ve/tenis/nota/_/id/8843891/wimbledon-federer-debuto-con-triunfo-ante-mannarino-primera-ronda)
20/05/2008:
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