DEL BÉISBOL Y LA POLÍTICA
Luis Barragán
Hay momentos,
situaciones y eventos de una inconfundible solemnidad. Los espectadores lo saben
y lo sienten muy hondamente, desplegada una emoción tan particular ante el serísimo
motivo que los congrega.
Por la desafección
ciudadana, la frecuente puerilidad de sus actores, o asumida la propia concepción
como un mero espectáculo, la política ha perdido galopantemente la sobriedad
que alguna vez tuvo. Curiosamente, por el contrario, en el mundo deportivo se
le ha reivindicado.
A modo de ejemplo,
la afanosa búsqueda y alcance de un récord deportivo ha convocado la tradición
y el entusiasmo de una determinada disciplina, reconocida espontáneamente toda
virtud, constancia y heroísmo en la persona que tan legítimamente encabeza los titulares
de la prensa. Quizá porque pertenecemos a una promoción generacional que creció
con las hazañas espaciales y, específicamente, las beisbolísticas, entendemos
un poco más de que trata el asunto.
En la
transmisión radial del hit tres mil de Roberto Clemente, atentamente escuchado
por nuestro hermano mayor una tarde litoralense, bajo la locución de Buck Canel,
si no falla la memoria, se escuchó el rugido de emoción del estadio, como a los
meses llanto: no pudo regresar a la siguiente temporada. Y en la transmisión televisada
del récord de Pete Rose del mayor número de imparables en la historia de las
ligas mayores, dejando atrás a Ty Cobb, ese rugido fue igualmente estremecedor.
Fallecido recientemente,
Rose nos permite actualizar tres caras observaciones: hay actos extraordinariamente
auténticos, inequívocamente genuinos que la vida política debe reivindicar, tal
como ocurre en otros ámbitos; existe una épica verdadera, realmente gloriosa
que también encuentra expresión política, aunque sepultada en un charco del
lodo interesado de los sectores antidemocráticos; hay héroes, personas de una
conducta intachable y de una gran virtud en la cotidianidad política: la
constancia. Y, con todas las críticas que podamos hacer, luce evidente una terca
resistencia frente al régimen de largos 25 años.
Los más viejos
recordarán al Rose que jugó con el Caracas a principios de los sesenta, tal
como lo recordamos al integrar la gran maquinaria roja junto a David Concepción
y la pléyade de Cincinnati. Porque los hay, quienes no olvidan al liderazgo
histórico que hizo posible la vida republicana renovada democráticamente en el
siglo XX.
Fotografía: Tomada de la red.
07/10/2024:
https://opinionynoticias.com/opinionpolitica/41926-del-beisbol-y-la-politica
Después de tantos años de ostracismo mediático y deportivo, más el camino cerrado al merecido Salón de la Fama a Rose ya era hora de perdonarlo y juzgarlo por sus logros deportivos. Sin duda que su patología para apostar estando activo fue una falta extrema, solo que a él lo pillaron, mientras que a otros no, como tampoco a quienes han cometido faltas graves contra ese deporte y no precisamente por apostar o dentro del campo robando señas del rival, sino en los despachos. Es la hipocrecía de un sistema cruel. Ya era hora de perdonarlo. Al menos así pensamos muchos "caraquistas" y admiradores de aquella "maquinaria roja", el "carro de leña", pues.
ResponderBorrarCierto. Comentaba por estos días con nuestro amigo común Freddy Millán, cuán marcados quedamos en Venezuela con la gran maquinaria roja y, cuando pueda, trataré de obtener aquella portada de Sport Gráfico, ¿recuerdas Hermann?, dirigida por Delio Amado León, con la leyenda: "Hasta la banca es gloriosa en Cincinnari". Un gran abrazo.
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