HIC ET NUNC
Luis Barragán
Susceptibles
de un lento descenso o súbito colapso, las autocracias de larga duración suelen
arrastrar también a los cuadros acreditados de la oposición. El ejercicio aún
injustificado de una mayor y desesperada represión, sintetiza un proceso que ha
sido, más de las veces, paciente, taimado y eficaz de destrucción de los
referentes políticos, quedando o fungiendo como alternativa para la salida y
transición los intelectuales, o, acaso, los más conocidos deportistas y estrellas
de la actuación.
En el caso
venezolano, con alguna frecuencia histórica, los diplomáticos constituyeron una
opción quizá suponiéndolos como los menos contaminados por una duradera
estancia en el extranjero, aunque ésta no fue suficiente para Esteban Gil
Borges que, al volver para asumir la cancillería, prestigió al novel gobierno
post-gomecista, saludado prematuramente como un previsible sucesor de Eleazar López
Contreras, por los más ingenuos sectores del país. Definitivamente liquidados los viejos
caudillos y todavía muy joven el liderazgo emergente, otro nombre de reputación
fue Diógenes Escalante que, por cierto, gustaba más del trabajo internacional,
flamante ministro de Relaciones Interiores por – apenas – dos meses, presidenciable en los años muy anteriores
como lo fue en los muy posteriores.
Una
determinada estabilidad del servicio exterior, cónsona con el país libre de
deudas que despuntaba en el mercado petrolero, resultó en un funcionariado que se hizo ducho sobre todo en el extendido período de las guerras y conflictos de obvias
consecuencias planetarias. Ciertamente,
propagandistas del régimen y espías de sus enemigos en el exilio, embajadores y
cónsules debieron igualmente sortear circunstancias muy disímiles y riesgosas,
por lo menos, en la Europa de todos los peligros que los forzó al aprendizaje;
valga acotar, aún en los peores momentos, sólo Caracas autorizaba el abandono
del despacho y de las mínimas funciones diplomáticas de acuerdo a una universal
y consolidada práctica en la materia.
Ponderados por
razones de oficio, los diplomáticos de carrera, o, más o menos tales, destacaron
en las ternas de la sucesión presidencial del siglo pasado; además de los viejos
vínculos amistosos con importantes y hasta
decisivas personalidades de otros países, por una lograda experiencia política en las
comarcas más lejanas y extrañas, y la capacidad de conformar sendos equipos para
un planificado desempeño. Locura aparte, a pocos pasos de acceder al poder,
recordado en las vecindades del 79° aniversario de la llamada Revolución de
Octubre, muy bien lo tipificó Diógenes Escalante que tenía “experiencia,
sentido de oportunidad en el ataque y el contraataque”, como dijera Jesús
Sanoja Hernández, en una ya antigua crónica (https://lbarragan.blogspot.com/2014/09/pasajeros-somos-4.html).
Las postrimerías de toda dictadura afecta grave y decisivamente a propios y a extraños, tendiendo a lesionar a los distintos elencos de poder y contrapoder, incluso, moralmente, como si tratásemos literalmente de una rifa. Empero, derrotado el actual régimen, la brega de estos días es por la supervivencia posible de los más convincentes y consecuentes luchadores, aquí y ahora, garantes para una exitosa transición.
08/10/2024:
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