martes, 12 de agosto de 2025

(Des)tiempo

DE LO POLÍTICAMENTE EFÍMERO

Luis Barragán

De indetenible expansión, pocos pueden negar que la tupida cultura digital trastorna la percepción y asunción del tiempo al convertir el instante y la instantaneidad en un fundamento de la vida personal y social.  Quizá esa ilusión de inmortalidad, por cierto, propia de los más jóvenes entre los jóvenes, es la que prevalece en la vastedad inagotable del intercambio electrónico, invadiendo y explicando los más disímiles quehaceres como una burda acumulación de momentos que todo lo da por gratamente consabido, ya que se nace aprendido, sin percatarnos que la principalísima víctima es la memoria histórica y aún la familiar de nuestros propios pasos.

Un ejemplo de lo planteado, lo encontramos en la colocación de videos originales en las redes con una escasa data, como si fuesen absolutamente pasajeros, todos supieran de antemano y para siempre de aquellos que los hacen, u otros detalles, acaso, negándoles alguna futura utilidad respecto a las distintas actividades periodísticas, académicas, deportivas, o, incluso, religiosas que los convocan. Solemos hacer la observación dominical respectiva en relación a las misas y homilías católicas orbitadas en la red de redes, porque – siendo la más importante faceta de la vida eclesial – carecen los videos de fechas, indicación expresa de las lecturas, el lugar de la celebración, la identidad del equipo técnico, el nombre mismo del oficiante y de quienes le ayudan; esto es, para dificultar y quizá imposibilitar un posterior acceso y acopio por algún interés teológico o de otra índole que pudieran suscitar, paradójicamente, al tratarse de una institución celosa de su historia y tradiciones de dos mil años en procura de la exactitud de su testimonio.

El universo político también es absorbido por el fenómeno de la fugacidad real y aparente de sus actos y actores, olvidándolos prontamente para repetir escenas y desechar experiencias hasta el cansancio, en beneficio de aquellos que conforman y ejercen el poder establecido que, no por casualidad, tienen más de veinticinco años en la dirección hegemónica del Estado. Distintas las brevedades, la del régimen apunta a una insuficiencia de tiempo para realizar la promesa socialista que requiere de un siglo, por lo menos, y, en todo lo posible, con los mismos protagonistas; la de su oposición frontal y genuina, expresa una acumulación cuasi-anecdótica de las meras circunstancias para impedir que cuaje toda coyuntura que le permita madurar una respuesta sostenida y consistente, confiscándole – precisamente – el tiempo para idear y hacer la política más allá de la sentimentalidad, tal como roba la atención del resto de la población que brega por su supervivencia.

De una prudencia eficaz,  las diligencias vaticanas retomaron su curso en torno al caso venezolano, e, incluso, nuestra Conferencia Episcopal ha aportado pronunciamientos inequívocos, sobrios y contundentes respecto a la realidad nacional.  Entendemos que, así, actualiza una perspectiva y un proceder que debemos los ciudadanos interpretar y  asimilar para el desarrollo de una política de trascendencia, fundada, comprometida, informada, desplegada estratégicamente y que, tratándose de la emoción, ésta – superada -  sea capaz de hacerse mística.

Valga el desengaño de una política atada por lo efímero, lo sensacionalista. Del dicho al hecho, no hay demasiado poco trecho.  

Ilustración: Mark Bryan.

Fotografía: LB (2024)

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