DE LO POLÍTICAMENTE EFÍMERO
Luis Barragán
De indetenible expansión, pocos pueden negar que la
tupida cultura digital trastorna la percepción y asunción del tiempo al
convertir el instante y la instantaneidad en un fundamento de la vida personal
y social. Quizá esa ilusión de
inmortalidad, por cierto, propia de los más jóvenes entre los jóvenes, es la
que prevalece en la vastedad inagotable del intercambio electrónico, invadiendo
y explicando los más disímiles quehaceres como una burda acumulación de
momentos que todo lo da por gratamente consabido, ya que se nace aprendido, sin
percatarnos que la principalísima víctima es la memoria histórica y aún la
familiar de nuestros propios pasos.
Un ejemplo de lo planteado, lo encontramos en la colocación de videos originales en las redes con una escasa data, como si fuesen absolutamente pasajeros, todos supieran de antemano y para siempre de aquellos que los hacen, u otros detalles, acaso, negándoles alguna futura utilidad respecto a las distintas actividades periodísticas, académicas, deportivas, o, incluso, religiosas que los convocan. Solemos hacer la observación dominical respectiva en relación a las misas y homilías católicas orbitadas en la red de redes, porque – siendo la más importante faceta de la vida eclesial – carecen los videos de fechas, indicación expresa de las lecturas, el lugar de la celebración, la identidad del equipo técnico, el nombre mismo del oficiante y de quienes le ayudan; esto es, para dificultar y quizá imposibilitar un posterior acceso y acopio por algún interés teológico o de otra índole que pudieran suscitar, paradójicamente, al tratarse de una institución celosa de su historia y tradiciones de dos mil años en procura de la exactitud de su testimonio.
El universo político también es absorbido por el
fenómeno de la fugacidad real y aparente de sus actos y actores, olvidándolos
prontamente para repetir escenas y desechar experiencias hasta el cansancio, en
beneficio de aquellos que conforman y ejercen el poder establecido que, no por
casualidad, tienen más de veinticinco años en la dirección hegemónica del
Estado. Distintas las brevedades, la del régimen apunta a una insuficiencia de
tiempo para realizar la promesa socialista que requiere de un siglo, por lo
menos, y, en todo lo posible, con los mismos protagonistas; la de su oposición
frontal y genuina, expresa una acumulación cuasi-anecdótica de las meras
circunstancias para impedir que cuaje toda coyuntura que le permita madurar una
respuesta sostenida y consistente, confiscándole – precisamente – el tiempo
para idear y hacer la política más allá de la sentimentalidad, tal como roba la
atención del resto de la población que brega por su supervivencia.
De una prudencia eficaz, las diligencias vaticanas retomaron su curso en
torno al caso venezolano, e, incluso, nuestra Conferencia Episcopal ha aportado
pronunciamientos inequívocos, sobrios y contundentes respecto a la realidad
nacional. Entendemos que, así, actualiza
una perspectiva y un proceder que debemos los ciudadanos interpretar y asimilar para el desarrollo de una política de
trascendencia, fundada, comprometida, informada, desplegada estratégicamente y
que, tratándose de la emoción, ésta – superada - sea capaz de hacerse mística.
Valga el desengaño de una política atada por lo
efímero, lo sensacionalista. Del dicho al hecho, no hay demasiado poco trecho.
Ilustración: Mark Bryan.
Fotografía: LB (2024)
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