DE LAS FUTURAS Y MASIVAS ELECCIONES EN EL SENO DE LA SOCIEDAD CIVIL ORGANIZADA
Luis Barragán
Principiando,
el régimen deseó también confrontar a la oposición en el terreno social,
avanzando con una estrategia electoral que le permitiera movilizar y dominar a
las entidades más representativas. Los nuevos inquilinos de Miraflores
decidieron una definitiva ofensiva que les permitiera el dominio absoluto de la
Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), aún sin fuerzas suficientes
para tomar o crear otra central, iniciando así la escalada de control respecto
a todas las sociedades intermedias, por
supuesto, dando al traste con un bastión simbólico y político del puntofijismo de sus más caras obsesiones.
El oficialismo de una agresiva
prepotencia, se estrelló en el Waterloo sindical, como no lo imaginaron los más
entusiastas propulsores que apostaron por los funcionarios públicos, cual
ejército de reserva que, por siempre, les ha servido para todo lance. Y la derrota
obligó a una rápida reorientación del conflicto polarizador, quizá convencido
Chávez Frías de haber caído en una vanidosa tentación peronista, cuando ya estaban abiertas las puertas del
frío modelo fidelista.
Siendo necesaria la domesticación de
todas las corrientes y fuerzas que alguna vivacidad demostraran, por muy
atemorizadas que estuvieran, juzgaron necesario congelar la directiva de
cualesquiera expresiones societarias y, así, el Tribunal Supremo de Justicia
(TSJ) perfeccionó la jugada imposibilitando todos los comicios fundados en el
libre sufragio personal, universal, directo y secreto. Precisamente, la última
década ha sido la de una celosa y políticamente rentable administración de la
fórmula que, a la vez, permita incriminar en lo posible a los antiquísimos y
desgastados directivos por la descapitalización y ruindad de sus gremios.
En los días que corren, como si de los vistosos conciertos con
artistas importados se tratara, hay una cierta tendencia hacia la falsa
normalización de la sociedad civil, ahora, apenas, organizada al permitirles
celebrar sus elecciones, o, al menos, negociarlas, porque no hay ni habrá ninguna
que pueda prescindir de la injerencia abusiva del Estado, encarnada por el
Consejo Nacional Electoral (CNE). Al
respecto, se ha sabido de eventos postergados en varios colegios profesionales
y, sobre los realizados, como el de los estudiantes o egresados de muy escasas
universidades, cuentan con el peso de una probable y arbitraria anulación
oficialista de no prosperar el camino de la judicialización, por la
inconformidad manifiesta de determinados concurrentes.
Los hay de buena fe, impulsando decididos toda consulta electoral
que permita el régimen, entre los intersticios de una realidad sofocante, pero
también los de una dudosa o mala fe en provecho de las circunstancias. Cuales
peones de un inmenso y complicado tablero de ajedrez, sin que sepamos de qué
lado se encuentran, como si fuese una pieza del diseñador Guillem Casasús, planean un pivote burocrático aquellos que no
movieron un dedo para protestar el allanamiento de la Universidad Central de
Venezuela (UCV); continúe o no el régimen, la posición conquistada dará sus
dividendos.
Nadie ha negado la necesidad de
hacer las elecciones en lo que sea posible, ahora mismo, pero entendemos
también que las condiciones no son las
muy propicias para que sean decisivas y eternos sus resultados. De modo que,
haciéndolas, como es deber de no desmayar en el cívico combate de cada día, una
vez superado el régimen, antes o después de renovados los órganos del Poder
Público, serán necesarísimas las elecciones masivas y legitimadoras de
universidades, sindicatos, empresariales, colegios profesionales, partidos, asociaciones vecinales, clubes
recreativos y afines, con independencia absoluta del Estado.
Lo que está acaeciendo en la actualidad, con las minoritarias, dispersas, aisladas y, a veces, anecdóticas faenas electorales de la sociedad civil, resistidas o no a la intervención del CNE, por un lado, ilustra una cierta normalidad que no todos la saben engañifa y estafa y, por el otro, revela una dramática falta de conducción política nacional, orientada a la derrota de los opresores. Vale decir, a un vacío de liderazgo político y moral, más allá del partidista.
Ilustración: Guillem Casasús. FT Weekend Magazine nr 10 de julio 2022 Financial Times.
12/07/2022:
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