Por distintas razones que no vienen al caso, la celebración de la Independencia se redujo a los actos oficiales que gozaron de la indiferencia popular, excepto el tradicional y sobrio desfile militar de la avenida Los Próceres, en el siglo XX. El contraste celebracional fue inevitable respecto a buena parte de los países (y habitantes) latinoamericanos. No abundemos en relación al carácter que ha ostentado la fecha en el presente siglo de un dependencia extraordinaria e infame. Lo cierto es que debemos recuperar y redimensionar la significación, el motivo y el ideario que revela un día en el que, además, un cuerpo deliberante adoptó semejante decisión. Sobre todo, de cara a los venezolanos que nos encontramos en territorio nacional y a los más de ocho millones de hermanos que están fuera del país, pero en la misma patria espiritual que conforma el sexto continente.
La gráfica corresponde al desfile militar realizado el 5 de julio de 1913, en el hipódromo de El Paraíso de la ciudad capital, según la edición de El Universal (Caracas), aunque la fecha es fundamentalmente un testimonio de una decidida y firme civilidad.
LB
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